domingo, 7 de diciembre de 2014

Errejón y Goirigolzarri

El primero, Errejón, un perfecto desconocido hace seis o siete meses, lleva un par de semanas en la diana de los grandes medios por supuestas irregularidades en un contrato de investigación, con la Universidad de Malaga, por el que cobra el "exorbitante" sueldo de mil ochocientos euros mensuales. La ironía es contenida pues sé que, con el derrumbamiento salarial que la riada de la crisis ha supuesto para muchísimos trabajadores, unas ganancias, imagino que brutas, cercanas a los dos mil euros, es un sueño inalcanzable para muchas personas aunque tengan una cualificación media o alta. La crisis nos ha sometido. Ya reivindicar un salario decente en el pensamiento de mucha gente es, más que una osadía, casi una indecencia. Lo importante es tener un trabajo, aunque ganes, y perdón por la palabra, pero es la adecuada, una mierda y te hagan trabajar más horas que las que te pagan. En 2013, según el diario El País, se realizaron cada semana de media más de tres millones trescientas mil horas extras no retribuidas. Si la ira bolchevique no te ha carcomido el alma, darás gracias por tener un trabajo y estarás satisfecho y agradecido al individuo que se aprovecha de tu precariedad. Siempre tendrás la libertad, fuego sagrado, de irte y convertirte en emprendedor, símil de los viejos aventureros que se adentraban en territorios ignotos o, tal vez, del sueño americano, si has tenido la precaución de no ser un negro pobre y estar en la lista de espera para ser asesinado por la policía. 
"Este hombre es Íñigo Errejón...". Así abría sus titulares del informativo nocturno Antena 3 hace unos días. Reconozcan que el arranque tiene fuerza, gravedad, que uno espera, tras el rostro hierático y las gafitas del señalado, de bondad o maldad, una historia ejemplar. Pero no. Es portada, en hora de máxima audiencia, un expediente para dilucidar posibles irregularidades en un contrato laboral de mil ochocientos euros mensuales en el país donde gobierna un partido que según el juez Ruz ha pagado un millón setecientos mil euros en dinero negro (sin tributar a Hacienda) para reformar su sede. Errejón es uno más, nos advierten aviesamente. Si llega al poder, desengáñate, desamparado ciudadano, él también, el lugarteniente serio, eficaz y perseverante, que toda organización exitosa necesita, trincará. Bajo esta óptica, interesada, todo se reduce a un problema de niveles o accesibilidad. En el adusto mundo de la ética, el parado que cobra el desempleo y hace chapuzas es, moralmente, tan corrupto como el gurteliano o el noosiano.
El segundo, Goirigolzarri, que según un reciente peritaje judicial, al igual que su antecesor Rato ocultó y falseó cuentas de la nacionalizada Bankia, es un prejubilado de oro del BBVA al que le tocará la lotería todos los años (a razón de unos tres millones) hasta que complete los cincuenta y dos millones de euros de su pensión. Tiene, por ser presidente de un banco salvado con fondos públicos, parece que sin incompatibilidad alguna con el maná prejubilatorio, un tope salarial de seiscientos mil euros (casi mil salarios mínimos). Los medios que defienden a ultranza la bondad del sistema capitalista buscan la inmoralidad, la mácula en la virginidad de Errejón, y son incapaces de cuestionarse la licitud moral (y legal) de que un individuo cobre una pensión que equivale a poseer 130 décimos del premio gordo de la lotería de Navidad. Imagino que Goirigolzarri, cuando ve el lacrimógeno anuncio del bondadoso dueño del bar que tiene reservado un décimo para Manuel, el hombre en dificultades, bajo de moral y zarandeado por la crisis, debe llorar... de la risa. 

Este hombre, con la mitad de su rostro 
en la sombra, es Íñigo Errejón

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