lunes, 22 de diciembre de 2014

El abrazo y el dardo

El viernes 19 por la noche abracé mucho. 
Las bebidas espirituosas dieron vacaciones al retraído que nunca quise ser, pero guía mis pasos cotidianos, y en la cena navideña del instituto, prodigué ese enganche humano que supera a los protocolarios estrechones de manos y pares de besos o choques de mejillas. Abracé, quizás con cierta variación en las intensidades, sin distinción de las cercanías o lejanías cotidianas, de las pequeñas complicidades que brotan con unos compañeros y otros no. En mi Centro la primera parte de la travesía suele ser la más azarosa y, no obstante, la nave había llegado, sin excesivos desperfectos, al primer puerto vacacional del curso. En el fondo de no pocos abrazos estaba la culminación de un tránsito complicado, entre adolescentes y jóvenes de esa periferia de la periferia que es el barrio de Jinámar en la isla de Gran Canaria.
He hablado de mis abrazos desinhibidos y prolíficos, me he parado a pensar en ellos, porque el mitin de Pablo Iglesias en Barcelona ha traído a colación el abrazo que el 9 de noviembre se dieron Artur Mas, presidente de la Generalitat de Cataluña, y David Fernández, dirigente de las Candidaturas de Unidad Popular (CUP). 
Antecedentes. La semana pasada ante el anuncio del mitin de PI en Barcelona, las CUP, en carta abierta, solicitaban a Podemos un pronunciamiento a favor de la celebración de un referéndum vinculante que sirva para que el pueblo catalán decida si quiere la independencia o no. Las CUP solicitaban a Podemos no que defienda la independencia, sino que favorezca la utilización de la herramienta que certifique que posición es la mayoritaria. Pablo Iglesias en el mitin ha ignorado la petición de las CUP y ha reiterado su posición, ya expresada, de que él quiere el derecho a decidir en todos los ámbitos y que, además, desea que los catalanes no se marchen de España. Es evidente que orilla el pronunciamiento que le pide la CUP, pero está en su derecho de jugar con sus tiempos y sus medidas ambigüedades políticas. A lo que también tiene derecho, pero esto debería impedírselo su propia ética, es a expresar lo que en mi opinión es una pequeña vileza: "Os prometo que a mi no me veréis dándome un abrazo con Rajoy ni Mas". 
Dardito a David Fernández, por su sentido abrazo con Artur Mas, sin doblez, a la luz pública, después de conseguir, tras grandes dificultades, la celebración de la consulta. Creo que si Iglesias y Fernández charlaran y analizaran la realidad del estado español y del mundo tendrían bastantes puntos de coincidencia, pues ambos pertenecen, obviando sus divergentes estrategias actuales, al campo de la izquierda antiimperialista. Y pienso que entre la gente de la izquierda la crítica debe ser siempre de frente, ajena al cainismo, argumentativa, sin retorcidas alusiones a circunstancias que quedan en el anecdotario personal, en lo que a un ser humano le impele en un momento determinado, sin pararse a pensar en réditos políticos, a fundirse en un abrazo con otra persona. 

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