miércoles, 26 de noviembre de 2014

El vinilo tiene dos caras: del palacio al desahucio

Aún, almacenados en casa de mis padres, perviven los viejos "singles", aquellos que a inicios de los 70 oía en un desaparecido tocadiscos a pilas, con un único altavoz, bichito que se encerraba en sí mismo como un caracol convirtiéndose en una pequeña maleta de posibilidades campestres. Aquellos discos y los aparatos que los reproducían necesitaban pulso y delicadeza. Temías rayar el disco y estropear la aguja. Si leyera esto un DJ seguro que se reiría de mí (imagino). Hoy el vinilo es su territorio de noches estruendosas y el de algunos sibaritas del "vintage".
Aquellos sencillos (siempre recordaré haber comprado en la absorbida Galerías Preciados el Mami Blue de los Pop Tops por 5 pesetas) solían tener la cara A, que escuchábamos mil veces hasta que de fondo empezaba a sonar una jaulita de grillos, y el patito feo de la cara B, que ignorábamos con olímpico desdén.
La semana pasada, coincidentes en el tiempo, y casi coetáneas biológicamente, Cayetana, de 88 años, y Carmen, de 85, fueron la cara A y la cara B de la dolorosa realidad social, más antigua que los vinilos, del estado español. A la primera, muerta multimillonaria un 20 de noviembre, día de la congoja del fascismo patrio, sin oficio pero con mucho beneficio, le fue otorgado el boato de esperar su cremación en un salón del ayuntamiento de Sevilla por el que se calcula que desfilaron cerca de 80.000 admiradores de la nada. El día siguiente, 21 de noviembre, previo funeral catedralicio multirretransmitido, las fuerzas del orden acordonaron las calles y cuidaron de que sus cenizas llegarán en perfecto estado a la iglesia de la Hermandad de los Gitanos. A Carmen, la cara B sobre la que gira la A, la desahuciaron, ley e injusticia de la mano (por una deuda usurera de 77.000 euros te quedas con una casa de 150.000), el mismo día 21, con el sigilo culpable del alba. 7 furgonetas de las mismas fuerzas del orden que en Sevilla pastoreaban borregos, acordonaron su calle para encadenar la rebeldía de cien defensores de la vida digna.

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