domingo, 16 de noviembre de 2014

El Maradona de los impostores o esos aprovechados antifascistas

El escritor Javier Cercas acaba de publicar una obra que se llama "El impostor". Versa sobre la vida de Enric Marco, individuo que durante años se hizo pasar por sobreviviente a los campos de concentración de la Alemania nazi, y que como tal adquirió cierta notoriedad y relevancia entre el año 2000 y el 2005, en que fue descubierta su mentira personal por el historiador Benito Bermejo. 
El autor, en una entrevista publicada en http://www.eldiario.es/cultura/libros/Javier-Cercas-Memoria-Historica-convirtio_0_324068438.html realiza algunas afirmaciones que me apetece destacar aquí para después realizar unas breves reflexiones:
"El problema de la memoria histórica es que se convirtió en un negocio".
"La industria de la memoria histórica lo que provoca es un pasado falsificado, sentimentalizado y kitsch. Y Marco es el emblema de todo esto".
"También hay canallas en las buenas causas".
"Tenía ( Enric Marco) una extraordinaria capacidad de farsa".
"Maradona de los impostores".
Habla Cercas del "negocio" de la memoria histórica. El industrial, el dueño de la fábrica que creo esos productos objeto decenios más tarde del ¿lucrativo? "negocio" de la memoria histórica, tiene nombre y generalmente un único apellido: Francisco Franco. El mentado individuo fue en este sector más que un empresario eficiente, un benefactor. Sembró España de fosas comunes para que decenios más tarde hijos y sobretodo avariciosos nietos pudieran permitirse una vida regalada a costa de la desgracia de sus antifascistas y represaliados antepasados. Conclusión sorprendente ¿o infame?: el fascismo ha sido un gran negocio, así, globalmente, para los descendientes (muchas veces expropiados de sus posesiones) de los antifascistas.
Pero, según Cercas, los descendientes aprovechados del generoso industrial fascista Francisco Franco no se han contentado con la pela, han sido más pretenciosos, han provocado un pasado "falsificado, sentimentalizado y kitsch", en cuya cúspide, y como demostración con su impostura de las tres afirmaciones anteriores, estaría el denostado Enric Marco. Menos mal que llegó el gobierno del PP y puso orden en este desaguisado. Ni un duro más para estos falsos (a saber de que remoto homínido son los huesos recuperados de las pocas fosas abiertas), llenos no de sentimientos, sino de resentimientos y de mal gusto (una de las interpretaciones de kitsch). Ni un demócratafascista español honrado, que nunca hizo negocio, interpoles aparte, rumbo a la Argentina.
Por supuesto que hay canallas en las buenas causas. Y hasta se convierten en líderes e iconos de las buenas causas o, siguiendo las palabras de Cercas, "Maradonas de la impostura". Se me viene a la mente algún individuo que, mientras los que luchaban por la democracia en el estado español eran encarcelados o legaban a sus descendientes, perdiendo la vida, un próspero negocio, vivía bajo el ala confortable del dueño de la fábrica. Me refiero, por supuesto, al abdicante del mes de junio pasado, al demócrata de toda la vida Juan Carlos de Borbón que jamás sometió su cargo, legado por la dictadura, a referéndum. Es un hecho real, las buenas, las causas más nobles tienen canallas, que además suelen ocupar con letras de oro, mientras se oculta la sangre, las páginas de la historia. Situar a Enric Marco en la cúspide sí que me parece tener una extraordinaria capacidad para la farsa.
Abandono la clave irónica para hacer una brevísima reflexión final. Lo que hizo Marco es incorrecto sólo en la medida en que él se presentó como víctima de algo que no experimentó en sus propias carnes. Por eso al inicio del texto hablaba, con toda intención, de su "mentira personal". Pero eso no invalida ni minusvalora la realidad de los españoles que pasaron por esos campos de concentración nazis. Españoles a los que, cuando iba, por ejemplo, a un colegio, ponía voz, despertando quizás en algún adolescente el interés por hechos que en este país han estado enterrados en fosas más profundas que las comunes, en las fosas del olvido.

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