El 15 de octubre se prevee una movilización internacional denominada "Toma la calle" que se desarrollará en más de 600 ciudades, bajo el lema: "Unidos por el cambio global". Por lo que he leído es, digámoslo así, una continuación del 15 M. A mi modesto entender la idea fuerza que subyace bajo está convocatoria es (con todos los matices que queramos hacer) la irrespirabilidad del mundo en que vivimos, la deshumanización a la que nos somete una minoría depredadora, que no son los políticos, insisto. Muchos de ellos no son más que empleaduchos que, como ya les conté en una ocasión, cuando mis delirios de delincuencia ilegal, no tienen ni la careta para un atraco en la tienda de carnavales de la esquina.
Tenemos que retomar con toda su fuerza un concepto básico para que estas luchas no sean un movimiento que tarde o temprano se diluya, quedando como un elemento de estudio para los historiadores. Algo similar al mitificado mayo del 68, que lo mejor que nos ha legado es una serie de eslóganes recurrentes para adornar alguna tapia abandonada. Todos conocemos ejemplos: "Prohibido prohibir" (absurdo y profundamente reaccionario, liberalismo puro, ¿prohibido explotar?) o el más lírico de que "bajo los adoquines están las playas" (existencialista, para los melancólicos pertinaces, como el que esto escribe, tiene su encanto). No cargo contra mayo del 68, pero tengo la sensación de que no fue mucho más que un grito de rebeldía. Un hermoso fuego artificial ante el que durante algunos segundos medio mundo quedó boquiabierto,
y al que después la tropa intelectual se ha dedicado a embellecer y el que puede, si la edad se lo permite, a alardear de su presencia allí. El 15 M o el 15 O, corren el mismo peligro que mayo del 68, y para mi ese peligro se empieza a conjurar teniendo claro que lucha se está librando. Y esa lucha se llama lucha de clases. Y el objetivo de una clase trabajadora oprimida, el paro, tan abundante entre los jóvenes, es una manera de opresión, (si, estudiantes y recién titulados, no sueñen con ser pequeños burgueses, luchen por ser lo más digno al alcance de un ser humano, por ser los que sacan fruto físico y espiritual a la tierra: TRABAJADORES) es destruir a la clase opresora. Y eso no se consigue en una jornada de lucha mundial, eso lo empezaremos a lograr cuando cada vez seamos más y más los que nos demos cuenta de que otro modo de vivir, más humano, con educación, con salud, sin embrutecimiento masivo, sin fascinación por la violencia o el poder ostentoso es, no posible (también es posible, incluso bastante probable, un mundo más encanallado) sino imprescindible. Y saben como se llama esa sociedad que, estoy convencido, defiende la mayoría que saldrá a la calle el sábado: sociedad socialista (no se confundan con el gobierno netamente capitalista del PSOE). Y los que defienden esa sociedad, lamento si alguno se horroriza, se llaman, organizados en algún partido o pululantes solitarios, comunistas.
Sí, muchos que están en el 15 M y arrugan el hocico si ven una bandera roja (comunista), deben de saber que ese es el símbolo que más ha asustado a los grandes financieros y especuladores del mundo, porque es el símbolo de quiénes los han puesto en aprietos, de quiénes les han negado que sea lícita la explotación (el enriquecimiento) de un hombre mediante la explotación (el sufrimiento ) de otro hombre.
Si quieren ser coherentes, y prepararse para una lucha larga y complicada contra una clase que no tendrá reparo en morir matando, no desprecien ese modesto trapo manchado de rojo, no caigan en la banalidad de lo moderno, del desaire al pasado, a lo viejo. Silvio Rodríguez, cuyas letras cada vez me hacen pensar más y que ahora oigo con mayor deleite que a mis remotos 20 años, lo dice claro en uno de sus versos: "yo sé que hay muertos que alumbran el camino".
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