sábado, 27 de julio de 2013

Frágiles. Tan quebradizos como duros

Cuando era niño, allá por los sesenta, y me portaba como tal, de manera inquieta y algo alocada (bien sé que hay matices que dependen de normas y permisividades), era habitual que algún adulto te dijera: "¡Si no te portas bien vas a ir al infierno!". No era agradable ser enviado a un lugar de llamas eternas después de pasar un juicio sumarísimo ante un señor de pelo blanco y luengas barbas, que es de las primeras imágenes impresas que recuerdo. Pero pasado el  impacto de la frase, siendo niño, si no te acucia una enfermedad, no suele ser uno de tus pensamientos recurrentes la muerte y el infierno en que ésta puede derivar. Al pasar los años, no demasiados, te das cuenta de que el infierno es una parte de la vida. Los infiernos generalmente son pequeños, íntimos, fluyen por goteo. Y a veces, como en el accidente de tren de Santiago, surgen como un chorro a presión y el majo y limpio absolutamente inesperado de la muerte nos estremece. Sé que en las guerras la muerte ha hecho y hace "barridas" infinitamente mayores. La diferencia es que la guerra conlleva, en su propia lógica, la muerte, instalar tu vida en el sufrimiento, en la alerta continua. Cuando estalla una guerra, aunque la vida sigue poderosísima, incluso con sus momentos de risa o de nimiedades, sabemos que la muerte adopta un sitial preferente que se extiende incluso a las edades que más lejana la ven. En Santiago además irrumpió en la fiesta, que es su manera más brutal de aparecer en escena, de hacernos sentir la fragilidad que nos acompaña desde el nacimiento. Se que esta reflexión es humo, puro existencialismo barato, nada que ustedes no sepan. Sé que brota de mi pesimismo vital, de esa manera falsamente precavida de vivir que es esperar continuamente la llegada de los bárbaros (que por supuesto habitan entre nosotros, principalmente en el interior de uno mismo) dispuestos a enviarnos al averno de nuestros miedos.
 
Ahora, abandonando mi bosque mental, quiero poner aquí un texto que han sacado a raíz de la tragedia de Santiago "Los chicos del maíz". Quizás ya lo conozcan. A mí me parece polémico en el buen sentido, en el de mostrarnos otra perspectiva de los llamados fallos humanos, de lo que puede haber tras ellos (desconozco si lo ha habido o no en este caso), de como la política, más allá del horror y del esfuerzo solidario de tantas manos, subyace tras lo que muchas veces imputamos al azar.  Es un texto duro, contundente, valiente por sacarlo en ese momento donde el dolor lo tapa todo. También, es lo que  menos me gusta, es un texto altanero, que mira desde arriba. Compartiendo bastante de su fondo me genera cierto rechazo debido a algunas expresiones. Lo pongo y ustedes juzguen y si les apetece opinen.
 
Apostar por la alta velocidad es política. Recortar en lo público es política. Despidos y ERE's en RENFE es política. Insinuar como una rata que detrás del descarrilamiento estaba ETA o Resistencia Galega es política. Que el tramo de la vía en el que el tren ha descarrilado fuera construido por una empresa que ha hecho donaciones en B al Partido Popular y aparece en los papeles de Bárcenas es política. Que se haya reducido en un 70% el gasto en RENFE destinado a mantenimiento es política. Que se penalice económicamente a los conductores de AVE que llegan tarde (o tengan primas por llegar antes que es lo mismo) también es política. Que el presidente del gobierno copie y pegue un comunicado del terremoto en China, mucho me temo que sí, también es política. Que los mismos bomberos en huelga la interrumpan para ir al rescate o los mismos médicos en paro despedidos por la Xunta Galega acudan a ayudar, también es política, de la buena además.

Pero vosotros a lo vuestro. Podéis seguir pensando que la política es votar cada cuatro años como robots y una campaña electoral. Y gritar que los rojos judeo-masones politizamos las tragedias. Pero también, el no querer politizar la tragedia y pedir responsabilidades, es hacer política. Guardar silencio ante la injusticia es el mayor ejercicio de política. Pero claro, luego los que lo politizamos todo somos otros.

El hecho de que se trate del mismo gobierno que hablaba de unos 'hilillos de plastilina' cuando el Prestige, que da ruedas de prensa en una tele de plasma o que haya pagado los abogados del caso Yakolev 42 con dinero negro, debería poneos en alerta pero no, creéis en el azar de la misma forma que creéis que los comunistas os van a quitar la casa, aunque luego quien os quita la casa sea el banco capitalista.

Después como gilipollas, os sorprendéis cuando el Évole hace un reportaje sobre el accidente del metro de Valencia y ponéis el grito en el cielo, cosa que algunos llevábamos denunciando años. Tendremos que esperar a que lo diga la tele. De otra manera no os entra en la puta cabeza esa que tenéis de chorlito. Pero mejor hagamos como que nada ocurre y culpemos al azar y a la mala suerte, mejor incluso: culpemos al maquinista como se hizo en el Metro de Valencia y así no tendremos que pedir responsabilidades políticas. Mejor lamentarse que pelear ¿no?, es algo a lo que estamos muy acostumbrados los españolitos ¿verdad?

ForzaGaliza

 

 
 

1 comentario:

  1. Hola José Juan, acabo de conocer este blog gracias a tu conciso y ajustado comentario en el de Juan Carlos Monedero. Efectivamente, como tu indicas, los mayores beneficiarios de la Revolución Soviética fueron los trabajadores europeos. La clase obrera europea es muy deudora de la Revolución Soviética y de la existencia de la URSS. Sin ella nunca habría existido el llamado "Estado de Bienestar". Al mismo tiempo, la renuncia de los trabajadores europeos a hacer la Revolución, determinó el rumbo de la Unión Soviética y la imposibilidad de su supervivencia. Desde el primer momento los dirigentes soviéticos eran conscientes de que la Revolución solo prodría salir adelante si se producían otras revoluciones en Alemania, Reino Unido, Francia,..., en toda Europa e incluso en Estados Unidos. El conformismo de los trabajadores europeos, fomentado por una Socialdemocracia que aseguraba poder llegar al Socialismo a través de la acción parlamentaria, sentenció el futuro del estado soviético y subsidiariamente el de esos propios trabajadores.
    Mucho me temo que esa oportunidad histórica en la que la clase obrera pudo asaltar el cielo y renunció a ello no se va a volver a repetir. Desprovistos de organizaciones y cultura revolucionaria, sin ni siquiera conciencia de clase, haría falta una generación, al menos, para lograr un mínimo equilibrio en la correlación de fuerzas. Pero el próximo agotamiento de las materias primas, fundamentalmente el petróleo, no nos va brindar ese tiempo precioso y necesario. Mucho me temo que la próxima fase del Capitalismo va a parecerse mucho a un nuevo feudalismo.
    Un saludo

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