Reconozco
que mi tendencia natural es a ver, en términos coloquiales, “la botella medio
vacía”. Poniéndome un poco engreído haría mío aquel famoso aserto que dice que “un
pesimista es un optimista bien informado”. Los
cobardes vitales, los aprensivos, siempre tendemos al pesimismo. Yo milité en
el Partido de Unificación Comunista de Canarias (PUCC), uno de los muchos
partidos comunistas que florecieron a mediados de los 70 al calor del “conflicto
chino-soviético” (conflicto de capital importancia como se comprenderá para la
revolución proletaria en Canarias o en el estado español) y con la esperanza,
loable, pero extraña, de unificar a los comunistas en un solo ente organizativo
mediante el método de crear partidos como hongos. A lo que iba: en mi época activista (me suena
rara esta palabra) yo me consideraba, en un burdo juego de palabras que compartía
con algún camarada, osadamente, “marxista-pesimista” (por si algún lector es
muy joven y no está familiarizado con el término, hago referencia al
marxismo-leninismo, base ideológica de los partidos comunistas). Ya en la
cincuentena, como más arriba ha quedado claro, soy perseverante en uno de los
componentes de la dualidad. Unas anteojeras grises que en un tanto por ciento
elevado no son más que una negación infantil de las inexorables leyes que rigen
la vida. Por lo que respecta al marxismo, he dejado de ser un hombre osado y ya
no me reclamo marxista por la simple razón de no ser conocedor profundo de la
obra de Marx, más allá de algunos rudimentos básicos. Confieso, con cierta vergüenza,
que la teoría económica, en general, siempre ha producido en mí el terror de un
Leviatán surgido de las aguas. De Marx he utilizado, principalmente en mis
clases, su visión de la historia como un devenir movido por la lucha de clases.
El enfrentamiento entre los poderosos, los detentadores de la riqueza, y los
desposeídos, los que sólo tienen la fuerza de sus brazos y el esfuerzo de su
mente para ganarse la vida (curiosa expresión esta de “ganarse la vida” que
contradice la máxima que habla del inalienable derecho a la vida de todos los seres
humanos). Lo reitero, he perdido la arrogancia intelectual de llamarme
marxista, pero he perseverado en la moral fatalista del pesimismo.
Pero.
Un
pero. El adversativo que utilizamos para el contraataque.
Una
persona lectora de este foro me dijo que había que ser optimistas, que casi era
un deber en estos tiempos. La izquierda transformadora conoce la frase que
dice, con bastante fatalismo y sorna: “de derrota en derrota hasta la victoria
final”. Elías Jaua, ministro de exteriores de Venezuela , -es hermoso enlazar
el 14 de abril republicano con el posible triunfo de las fuerzas revolucionarias
en Venezuela- decía que ellos, los luchadores de izquierdas, estaban “diseñados”
para resistir y que el factor subjetivo Chávez los había puesto en el camino de
la victoria, de lo inimaginable para ellos apenas unos años antes (¿ir hacia el
socialismo en los 90, cuando los países del “socialismo real” naufragan en el
capitalismo salvaje?).
Quién
de tanto en tanto de un paseo por este callejón conoce mi fervoroso rechazo a
la monarquía, que se corresponde “sensu stricto” (déjenme marcarme un latinajo,
que viste mucho) con su carácter de institución animal, al basar sus
fundamentos en la función reproductiva, necesaria para nuestra perpetuación
como especie, pero indigna para elegir al ser humano que se sitúe en la cúspide
de un estado. Por lo tanto para mí, acendrado republicano, el 14 de abril es
casi un sueño. Muchas veces he pensado la emoción que tuvo que ser echar a un
rey, sea éste un felón (caso del abuelo de Juan Carlos) o un santito (caso
desconocido), me he visto recorriendo las calles con entusiasmo agitando la
tricolor. El 14 de abril es la fecha más fastuosa de la historia contemporánea
española. Nació una república que trajo el voto para la mujer, el divorcio (que
no volvió hasta 1981), la reforma agraria, la enseñanza laica, la separación
efectiva de la iglesia católica y el estado, etc.
Muchos
vimos como aquel grito de las manifestaciones posteriores a la muerte de Franco:
“España mañana será republicana” se iba apagando en las mullidas moquetas de
las cortes donde la izquierda besaba la bandera bicolor e hincaba la rodilla
ante el rey impuesto.
La
losa monárquica se presentaba, 23
F interpuesto, más rotunda e inamovible que la tonelada
y media que cubre a Franco en el Valle de los Caídos. Hace unos pocos años a la
gente republicana de mi quinta, pensar en ver una república, aunque fuera ya
con bastón y audífono, nos parecía una entelequia, una fantasía mayor que
cualquier saga que hiciera un compendio de mitologías varias.
Ya
lo dije antes. Pero. Ahora mismo hay un pero hermoso. Este 14 saldremos a la
calle con otras ganas. No saldremos a la calle como un deber, como un homenaje a
la vieja república robada, con el semblante de resistencia que planteaba el canciller
venezolano. La imposibilidad ha caído. No hemos ganado nada, incluso podemos perderlo todo, "pero" ya vamos teniendo
la sensación de que el castillo amenaza ruina, que la situación es volátil, cambiable.
Que no es poco. Javier Ortiz, periodista cuyo blog leía todos los días hasta su
muerte hace cuatro años, decía: “otro mundo es posible… pero no necesariamente mejor”.
Javier: con tu permiso retiro el no. Mientras contemplamos revolotear al
pajarito chavista tricolor, que inspira a la derecha mucho más temor que risa, y escandaliza a la cartesiana mente del progre, seamos
optimistas.
Mi admirado Pepe Juan,
ResponderEliminaraprovecho señalado día y, brevemente, me uno a sus deseos de que sea el pueblo soberano quien, con mayor o menor fortuna, nomine al Jefe del Estado y no una “institución animal, al basar sus fundamentos en la función reproductiva, necesaria para nuestra perpetuación como especie, pero indigna para elegir al ser humano que se sitúe en la cúspide de un estado”.
Imagino que usted, por el historial personal e ideológico que nos ha desgranado, propone algo así como el sistema que rige la República Popular Democrática de Corea del Norte (¡viva el oxímoron!) donde los macilentos orientales han podido elegir al jovial y orondo Kim Jong Un como en su día hicieran con el tupé del padre, Kim Jong ll, y antaño adoraron al abuelo líder Kim ll Sung.
No obstante, alegrándome de como ha cambiado su perspectiva sobre el contenido de la botella, si el advenimiento que usted anhela consigue teñir sus poesías de optimismo tricolor y alejar ese grisáceo y perenne tono sombrío de sus versos, bienvenida sea la respublica (por devolver el latinazgo).
Por cierto, como sabrá, mis hijos cursan estudios en el Giner de los Ríos (otro prohombre) y la maestra del mayor, Paco, trabaja con ellos a través de proyectos temáticos en los que implica, ay, a las familias. Ahora están con el mundo prehistórico y los dinosaurios.
Como andaba preparando un glosario de términos relacionados con el tema, quisiera pedirle permiso para incluir, junto con “branquiosaurio, diplodocus, fósil…”, algunas de las palabras presentes en su artículo “Partido de Unificación Comunista de Canarias (PUCC), conflicto chino-soviético revolución, proletaria, época activista marxismo-leninismo…”
Esperando su respuesta, una vez más, reciba mi afectuoso abrazo y extiéndalo a su familia.
Mi queridísimo y eterno amigo (en clave coreana del norte),
ResponderEliminarSus dos parrafos iniciales donde se pone a la altura de lo que usted no es: un simple, los ignoro y no se los tengo en cuenta.
Habla usted de mi grisura poética. Ya me gustaría ser un gran poeta, o un gran escritor, fuera gris o del arco iris. Pienso en la oscuridad de César Vallejo "y no me corro".
Añada usted a su glosario los términos que desee, pero el problema hoy en día más que los fósiles, son ciertos términos que aún están muy vivos y enraizados en la conciencia de mucha gente.
¡Salud y parabienes eternos a los habitantes de "la Torre Azul"! (Acabando en la misma clave inicial)