sábado, 10 de diciembre de 2011

Europa: o socavón o guagua digna. Brevísimo colofón sobre el "Día de los Derechos Humanos"

  
La clase dominante de Europa, reunida cada cierto tiempo vía delegados interpuestos, todo lo esconde tras grandes titulares en artificiosas letras doradas: unidad europea, pacto fiscal, consolidación del euro, ajuste (constitucional, por supuesto) del déficit. La letra pequeña la pone la mayoría de gente, que soporta (y soportará) unas condiciones laborales de penosidad creciente (vamos del mileurismo, que acabará añorado, el minieurismo) y de derechos menguantes. La mayoría citada, cada día está más inerme debido entre otras razones al menú que le sirven a diario: de primero miedo, de segundo miedo y de postre… miedo. ¡Todos tenemos que arrimar el hombro! Y allí va presto el pobre infeliz manco a unir su hombro inexistente con el del mádelman Botín para, otro gran concepto mentiroso: “sacar, con el sacrificio de todos, el país adelante”.
Que sí, que circulábamos tan campantes en nuestra flamante guagua (autobús en canario) europea y, como de la nada, en la autopista, apareció el dichoso socavón y la grúa hay que pagarla a escote, aunque la mayoría del pasaje viajaba apiñado de pié en la parte trasera sudando a mares y otra parte en asientos VIP con aire acondicionado y whisky de malta. Lo peor de todo es que si esa guagua arranca, hecho que está por ver, mucha gente va a quedar en tierra, (papá guagua nos ha acostumbrado mal, como a niños malcriados, siempre llevándonos a todos lados de gorra, al médico o a la escuela), hemos olvidado que caminar, haya solajero o diluvie, es bueno para la salud, nos curte. Además, es lo que históricamente hemos hecho, caminar tras los que viajaban en sus lujosos carruajes, rodeados de sus ejércitos, prestos a, al mínimo gesto altivo por nuestra parte, recordarnos a sangre de filo y fuego el orden natural: que nacimos para estar a su servicio, para vivir en oscuras chozas fuera de los iluminados campamentos. Con la clara conciencia (ellos y nosotros) de que hechos de la misma carne y el mismo hueso, surgidos del  mismo acto amoroso o violento, ellos eran los elegidos y nosotros los parias de la tierra, una famélica legión que en algún momento soñó ponerse en pie, que soñó que nadie debe morir por los lujos de unos pocos, ni soportar sus burlas *, que soñó con mandar a los infiernos ( o al basurero de la historia que dicen los marxistas) a dioses, reyes y tribunos… que aún, y parece que va para largo, siguen aquí. Dándonos una cachetada, despertándonos del sueño Internacionalista de seres libres, cumbre europea  tras cumbre mundial (G 20, los ricos, por ahora), palabra altisonante tras palabra grandilocuente, nos señalan el camino de la puerta trasera de la guagua. Tenemos dos opciones: o bajarnos cabizbajos o  alzar la cabeza y enfilar el camino opuesto. Si los sudorosos de la parte de atrás (ojo izquierdo al parche) nos unimos, claro.

*La bien guillotinada María Antonieta cuando algún lacayo de palacio le dijo que el pueblo pedía pan, le respondió, en un alarde de genialidad y criminalidad a partes iguales : “¿No tienen pan? ¡qué coman dulces!”. Dulzón y humano, fieramente humano, a pesar de considerarse ungida por Dios y protegida por un ejercito, sería el chorro de sangre que soltaría su cuerpo al caer su cabeza, delicadamente, como corresponde a una reina, en la cesta ubicada al pie del cadalso.

Un  añadido final: hoy 10 de diciembre es el “Día Universal de los Derechos Humanos”. Siempre se pone el acento en los perseguidos políticos (necesario por supuesto, aunque habría que matizar), pero considero que hay cinco derechos humanos básicos, vigas sobre los que se construye cualquier otro, que deberían tener, y muchos no lo tienen, cada uno de los 7.000 millones de habitantes del planeta: Alimento, techo, atención sanitaria, educación y trabajo.


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