Me ha llegado la opinión de un lector, no mediante comentario en este blog, sino por otras vías, de que algunos de los artículos que he subido le parecen "poco profundos". Yo discrepo con él, no creo que algunos sean poco profundos, lo son todos. Ninguno de los asuntos que aquí he tratado, los he abordado de manera exhaustiva. En una de la primeras entradas utilizaba, quizás con un exceso de cursilería, el termino chispitas. Pero, a pesar de todo, lo mantengo. Busco, con las reflexiones que aquí aporto, en la medida de mis posibilidades, aunque sea fugazmente, que broten, como chispas, bastantes dudas o cuestionamientos, y algunas certidumbres y sentires. La opinión del lector arriba citado me ha llevado, no obstante, a hacerme la siguiente pregunta: ¿Estás hablando de demasiadas cosas? Honestamente creo que no. Sólo muestro en este espacio, que he abierto para canalizar mis opiniones y la de quiénes lo honren con sus comentarios, mi interés por la Res Pública (perdonen la broma del latinajo, pero queda erudito), por lo que es razón de todos, aunque en la práctica, la historia lo demuestra, siempre ha sido propiedad, al igual que la riqueza que entre todos producimos, de unos pocos: la política. Ese concepto que engloba nuestra existencia social, económica o cultural y que nos venden como depositar una papeleta en una urna cada cierto tiempo, hecho al que no niego su valor, pero que me parece muy "mediatizado" y que se utiliza, y aunque parezca paradójico no lo es, antidemocráticamente (la reciente reforma constitucional lo demuestra), para callarnos la boca el tiempo que media entre una elección y otra.
Esta reflexión quiero terminarla recordando a Javier Ortiz, periodista donostiarra fallecido, en la flor de su agudeza, a los 61 años, en abril de 2009. Cuando leí la noticia, creo que fue en http://www.rebelion.org/ se me saltaron las lágrimas. Yo no lo conocí en persona, pero sentí que me quedaba un poco solo, que una voz rigurosa, crítica y alumbradora (aunque nunca dejaba de lado las sombras), se apagaba. Que ya no podría ir cada día, tras encender el ordenador, derechito a su blog como el que va a buscar, gozoso, el pan calentito para desayunar. Su página la ha seguido manteniendo su hija, reponiendo escritos e incluso sacando a la luz algunos inéditos, pero yo, aunque sigue en mis favoritos, he vuelto poco, casi nunca, por una razón simplísima: me da tristeza. Javier, aunque participó en tertulias, no era un "todólogo". El mismo refería una anécdota que le sucedió en un corto periodo en que fue, utilicemos la odiosa palabra, tertuliano en el programa de un famoso locutor radiofónico que no me apetece citar. El locutor le preguntó su opinión sobre un determinado asunto y él le dijo que aún no la tenía. Aquél le insistió y Javier se reafirmó en que no tenía un juicio formado.
Por supuesto, no duró mucho en el programa, pero me parece que dio una lección de honestidad y humildad encomiable.
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