Imagínense
un profesor que una madrugada, en el territorio veraniego de las fiestas de
cualquier pueblo, pongamos que hablo de Agaete en Gran Canaria, es reconocido
por un grupito de exalumnos que, por las razones que ustedes quieran imaginar,
no guardan buen recuerdo de él y sienten, quizás aupados por la euforia
alcohólica, que el destino les ha servido, calentita, muy calentita, la
venganza. De resultas de la paliza, aderezada con algunos gritos de “muerte a
los hijos de puta de los profes”, el
pobre maestrito acaba con algunas magulladuras y un tobillo fracturado que lo
postra un par de días en una clínica. Como el gobierno del PP hacía muy poco
tiempo había reconocido al gremio de los enseñantes la categoría de autoridad
pública, los sindicatos amarillos solicitaron todo el peso de la ley. “Es
terrorismo”, bramaban (en verdad el profesorcito se sumió en una depresión y le aterrorizaban las madrugadas, las
fiestas populares y soñar con mochilas). “Incitación al maestricidio”. En
resumen: Audiencia Nacional al canto por acto terrorista, prisión provisional
sin fianza para los hostiadores más sañudos y petición fiscal de 50 añitos de
nada para cada participante en la somanta etílica. Alguno de los encausados, ese
que dormitaba, parece que lo estoy viendo, en las clases de Ética o Ciudadanía,
se atrevió a musitar: “por ese precio nos lo habríamos cargado”.
En la
situación ficticia planteada usted cambia al pobre maestro por un par de
guardias civiles, traslada la acción de la villa canaria de Agaete a la
localidad navarra de Altsasu, y tiene el dislate hecho realidad: 375 años de
cárcel solicita el fiscal para 8 personas por tres contusionados y un
fracturado de tobillo en una gresca o agresión, eso habría que dilucidarlo, en
las fiestas del pueblo a las 4 de la mañana.
No soy
ningún candoroso creyente en la dama ciega con la balanza, pero me asusta
cuando un fiscal establece en papel oficial una petición tan alejada de lo que
yo llamaría un mínimo equilibrio (no sé si mental o procesal), y la mayoría de
los medios y buena parte de la sociedad siguen, contándonos unos y tragándose
otros, el cuento de la independencia de la justicia. También me aterroriza que
tengamos leyes que permiten, aunque sea alambicándolas, convertir una hipotética
paliza, muy reprochable pero sin consecuencias graves, en una petición de medio
siglo de cárcel para cada persona encausada.
La
infamia viene cebándose de atrás:
Por una
justicia que absuelve a infantas que, arrojadas al mundanal ruido y ¡oh! transidas
de amor, no saben lo que firman, que condena a penas de prisión a tuiteros que
hacen chistes con jerifaltes fascistas ejecutados o encarcela, con la
connivencia de la cobardía moral inicial de no pocos políticos supuestamente
progresistas, a titiriteros alkaetarras. También se alimenta la infamia porque
existe en el Código Penal un delito de ofensa a los sentimientos religiosos que
permite procesar a tres mujeres que un Primero de Mayo de 2014 procesionaron
portando al Coño Insumiso en lo que para la Audiencia de Sevilla fue “un
escarnio al dogma de la santidad y virginidad de la Virgen María”, o porque la
fiscalía de la Audiencia de Las Palmas perdió tiempo, dinero y dignidad
investigando el hipotético delito de una drag que, ¡en Carnavales!, y fuera de
cualquier ámbito religioso parodió a la Virgen del Pino.
Sí, todo
lo anterior alimenta al siempre impune bicho fascista español y su repugnante
doble vara de medir, que pone en el altar a todas las víctimas de ETA, incluso
las que, como Carrero Blanco, sirvieron a la Dictadura. La desvergüenza de los
herederos del fascismo es tal que el 7 de junio el ministro Zoido puso un tuit
que dice, textualmente, lo siguiente: “Hoy hace 49 años que ETA asesinó por primera vez. Recordamos
al agente de @guardiacivil José Pardines, mártir de nuestra democracia #memoria.”
Es muy revelador que esta gente considere que en 1968 había democracia en
España. Encima el mártir es una persona que pertenecía a una institución que
fue una fiel escudera del fascismo, luchando con saña contra cualquier atisbo de
rebeldía democrática. Y el recochineo final, por parte de quienes llevan años
sin dar un euro para la recuperación de la memoria histórica, es el hashtag “memoria”.
Pero ojo, Zoido no se equivoca, el PP nace y se alimenta del pudridero de la
dictadura. Por eso recordar los muertos de la guerra y la larguísima posguerra
es revanchismo y poner en solfa la convivencia, porque para la derecha española
esos asesinados siguen siendo el enemigo y las cunetas su lugar.
Mientras
tanto, y es lo más desalentador, enflaquece la dignidad social, pues de otra
manera es inconcebible que la petición del fiscal de Altsasu, que es un paso
más en el uso del terrorismo como medio para controlar la protesta social, no
genere una oleada de movilizaciones contra esa ignominia por todo el estado
español.
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