sábado, 30 de abril de 2016

Josito y Pedro

El martes por la mañana, en clase de Cultura Clásica, Josito, de 3º de la ESO, que ha tenido el empeño y la osadía de hacer, motu proprio, con una querencia irresistible, un  trabajo sobre la mejor delantera filosófica de la Antigüedad: Sócrates, Platón y Aristóteles (estando Sócrates ya tiene un cierto aroma brasileño de “jogo bonito”), me preguntó que era, en la Antigua Grecia, la aristocracia, y si este concepto tenía algo que ver con Aristóteles. Le explique que el término aristocracia se componía de la unión de dos palabras: aristoi, que significaba “los mejores”, y cracia, que hace referencia al gobierno. O sea, la aristocracia era el “gobierno de los mejores” que, ¡oh casualidad!, coincidía con los poderosos económicamente: los grandes propietarios de tierra y de ganado. La segunda parte de la cuestión, desde mi limitado saber, le tuve que reconocer que la desconocía. Pero picado en la curiosidad de saber si a la hora de nombrar a su hijo la madre o el padre intuían que tenían un “cerebrito” busqué el asunto. Y sí. Significando el término “teles” propósito, Aristóteles vendría a ser “el que busca el mejor fin o propósito”. La curiosidad de Jose, junto a otros de sus compañeros y compañeras un estupendo preguntón, me produjo una sonrisa y el sentimiento de que quizás es posible torcer algunos caminos cuyo fin es el embrutecimiento diseñado.
Y en eso llegó la tarde. Y, para producir el efecto contrario, borrarme la sonrisa, volvió a surgir la aristocracia. Esta vez, no de la mano de un alumno de secundaria de un barrio obrero, sino de Pedro, adulto de porte distinguido que podría haber sido, en siglos de antaño, un noble calavera enredado en lances amorosos entre caza y caza por sus latifundios. Pero no. Pedro es un líder político actual que, después de acudir al encuentro con el ciudadano Borbón (abro un paréntesis amplio y te hago una pregunta Alberto: si es el simple ciudadano Borbón ¿por qué vas a entrevistarte con él? El asunto, desde mi óptica, no es denominarlo rey -aunque nos disguste lo es- o ciudadano Borbón. La esencia es denunciar lo irregular de su existencia con el ninguneo consciente en cada ocasión posible) planteó, tras recibir una propuesta de pacto de izquierdas hecha por Compromís, que el proponía un gobierno, bajo su presidencia, compuesto por independientes de amplio espectro. En palabras oídas por mí lo aclaró mucho más: por los mejores. Así, acorde a su prestancia, Pedro nos reveló su intención de ser presidente de un gobierno aristocrático. El mejor entre los mejores. Y hoy los gobiernos de los mejores, más allá de las vacas, las fanegadas de tierra o las acciones que tenga la familia, se visten con la asepsia de la tecnocracia. Un gobierno que, como el dios romano Jano, debe tener una cabeza bifronte, que mire a derecha e izquierda. Aunque al final esta cara queda mirando al cuarto oscuro.
Para poner mi modesto granito de arena y contribuir a la mejor gobernanza de la nación, ya que de poner al mando de la nave a los mejores se trata, planteo que se convoquen, no elecciones, sino oposiciones (quizás el 26 de junio es un plazo excesivamente apresurado) al gobierno de la nación. Y que cada cuál, si cumple los requisitos, opte a la plaza ministerial que más le apetezca. Nos ahorramos un Congreso y un Senado. Y, extendiendo la medida, diecisiete parlamentos autonómicos. Ustedes sonreirán, pero seguro que más de uno lo vería con la simpatía del furor ahorrador que considera cualquier gasto político un dispendio inaceptable (ya se recogen firmas para eliminar la próxima campaña electoral). Y añado una última cuestión: es infinitamente más racional que unir un macho y una hembra humanos para engendrar un jefe del estado o un ciudadano Borbón.


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