Ataque.
Esa es la palabra clave. Por todas las implicaciones negativas que
contiene. Por ese mecanismo, carente de análisis, que hace que muchas personas
al hipotético atacante, por ser tal, lo asocien automáticamente con el
victimario, y al igualmente hipotético atacado con la víctima.
La semana pasada contempló el enésimo revuelo alrededor de la figura
de Pablo Iglesias. En esta oportunidad el cogollo fue la libertad de expresión
o, para ser más exactos, información, que para múltiples almas cándidas fue
puesta en entredicho al referirse el líder de Podemos en un acto universitario, con tono crítico y jocoso,
al modo en que un periodista de El Mundo, Álvaro Carvajal, enfoca sus crónicas
(contenido y, casi tan importante, titulares) sobre la formación morada. Al día
siguiente, el supuesto medio menos de derechas del arco periodístico en papel,
El País, editorializó sobre el asunto introduciendo la agresiva palabra en el
titular: “Iglesias ataca a la prensa”.
El domingo, con mucha menor relevancia, ocurrió otro capítulo en esta
lucha de las huestes bolivarianas por sojuzgar a nuestros atribulados “tribuletes”
(aclaración para quién no llegue a la cincuentena: el repórter tribulete fue un
personaje de cómic hasta los años 70). El periódico digital “El Confidencial”
publicaba un texto del subdirector, Carlos Sánchez, que se titulaba “La
inevitable marcha de Errejón al PSOE”. En el mitin de primavera Iglesias y Echenique
mostraron su radical discrepancia con tan absoluta afirmación, haciendo incluso
éste último un chiste futbolístico sobre el asunto. La reacción de El
Confidencial fue utilizar, también en un editorial, la palabra garrotera de
marras (si fuera prudente hablar de titiriteros diría cachiporrera) que,
sospecho, ante lo que parece una inminente campaña electoral, va a estar muy en
boga en los próximos meses para definir, desde la derecha mediática, la relación
de Podemos y los medios informativos: ataque.
A mí todo esto me asquea. ¿A partir de que momento el derecho de
replicar o criticar, sin ejercer ningún tipo de presión colateral, una
información u opinión periodística es un ataque a la libertad de expresión? Aún
recuerdo el clamor interesado que se montó cuando el ayuntamiento de Madrid anunció la
creación de una página web para corregir o matizar informaciones erróneas. Yo
no salía de mi asombro. Si no quieres que el ayuntamiento utilice su legítimo
derecho a salir al paso de una información incorrecta, cerciórate de que es
veraz. Y si estás en desacuerdo con lo que la réplica del ayuntamiento, tienes
tu espacio mediático, circunstancia de la que la que no disponemos la gran
mayoría, para contrarrestar sus explicaciones. La misma libertad de expresión
que tiene el periodista (probablemente escasa, por cierto, pero para dilucidar
ese asunto que mire “al dueño de la imprenta” que dice el presidente
ecuatoriano Rafael Correa), la tiene el dirigente político o la persona de
cualquier otro ámbito para replicar una información o una línea informativa que
le parezca incorrecta, por carecer de mala fe, o tendenciosa, por supurarla.
El enemigo de la libertad de Álvaro Carvajal no es PI, es su empresa, Unidad
Editorial, que el mismo día del acto en la universidad anunció un expediente de
regulación de empleo que tal vez deje muchas voces sumidas en la mudez
La pregunta que le haría a cualquier trabajador de un medio de comunicación
es la siguiente: ¿su empresa condiciona sus textos informativos? Si la
respuesta es sí, si es el eslabón débil, no se haga el ofendido cuando alguien
sitúe en el centro del debate esa circunstancia. Si la respuesta es no, usted
es enteramente responsable de lo que firma, asuma las respuestas a sus escritos
y, desde su tribuna, contéstelas y desmóntelas, pero no acuda al ataque a la
libertad de prensa como patético recurso defensivo, que sólo demuestra su
incapacidad para aceptar públicamente, cuando le afecta, la actividad que usted
realiza cada día.
Una última reflexión. Todos sabemos que la información en estado puro
es casi inexistente. De un mismo acto dos crónicas pueden dar visiones
diametralmente opuestas. Casi siempre se filtra la opinión en la información,
la ideología del periodista o del medio al que pertenece. Y en el caso del
estado español, salvo algunos digitales, el peso de la opinión es
abrumadoramente derechista. Combatirla dialécticamente, no sólo es un derecho,
un uso lógico de la libertad de expresión, diría que es un deber por el que jamás,
para mí es el principal error de Iglesias en este tema, hay que pedir disculpas.
Desde la " aparición " en tertulias de Pablo Iglesias hasta el día de hoy ( y lo que vendrá aun )pasando por la formación de Podemos como partido no ha habido día en que ELLOS no hayan atacado , insultado , descalificado , ofendido o mentido de Podemos y en particular de sus dirigentes mas destacados , populistas , bolivarianos , amigos de Syriza y de Alexis Tsipras , comunistas 2.0 , leninistas , financiados ilegalmente por Venezuela , por Irak , por Rusia hasta por Marte y Saturno etc etc , pero la pregunta es ¿ todo esto porque ? la respuesta es fácil ELLOS tan perfectos , tan correctos siempre , tan limpios, tan transparentes siempre , NO pueden consentir que SU España sea dirigida por alcaldesas que deberían de ser pescaderas , que la portavoz del ayuntamiento de SU Madrid sea una chica que debería de estar limpiando escaleras , y que ademas demuestren que se pueden hacer las cosas de otra manera y que ademas salgan bien . Respecto a lo reciente del periodista Álvaro Carbajal , es una muestra mas del ataque a Pablo Iglesias , pero NADIE dice el ataque que esta recibiendo recientemente el periodista Ernesto Ekaizer de parte de nada mas y nada menos que de Jose Mª Aznar , por un articulo publicado por Ekaizer en el Pais . Esos corporativistas periodistas también tienen dos varas de medir , lo que ocurre en este país es que hay mas periodistas que noticias y para mantenerse hay que hacer lo que sea necesario , ¿ desde cuando un político no puede expresar su opinión sobre los que están opinando torticeramente de el día y noche ?
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