martes, 28 de octubre de 2014

188 a 2: la vergüenza del Imperio

Hoy, 28 de octubre, en la 69 asamblea general de la ONU, se ha llevado acabo una votación significativa, una votación que se repite desde hace más de 20 años con resultados similares. He tenido la oportunidad de verla, junto a la intervención del Ministro de Asuntos Exteriores de Cuba y del representante de EEUU, a través de TeleSur. Sí, un año tras otro, la delegación cubana presenta al pleno una resolución  que solicita que el país más poderoso del planeta levante el bloqueo económico al que somete a una isla de 11 millones de habitantes desde hace más de 50 años. Este año el resultado ha sido el siguiente: a favor 188 estados; en contra 2 (EEUU y su satélite israelí); se abstuvieron 3 microestados del Pacífico.
Un auténtico clamor mundial. Dudo que alguna otra resolución de tipo político alcanzara tanta unanimidad si se llevara a ese foro. En su justificación al rechazo a esa solicitud, Estados Unidos aludió a la falta de libertad del pueblo de Cuba. Curiosamente, o mejor, reveladoramente, su representante hizo especial hincapié en la falta de libertad para la actividad empresarial. Casi me da vergüenza repetir un argumento que, para cualquiera que no sea un ágrafo político, es de una evidencia meridiana: los Estados Unidos de América tienen, no solo relaciones, sino un trato preferencial económico con países donde las poblaciones carecen de libertades que si posee la población cubana. Un ejemplo: la monarquía petrolera de Arabia Saudi es una teocracia de corte medieval donde no existe libertad política o social alguna. Eso sí, la libertad económica empresarial está garantizada. Estos mismos Estados Unidos, garantes de la libertad, firmaron en 1953 un acuerdo bilateral con el régimen fascista de Franco por el cuál establecieron 4 bases militares en España. Son dos pequeños ejemplos de que su amor por la libertad, así, en abstracto (que por cierto, no existe), al menos en territorio ajeno, deja bastante que desear. Otro cantar es la libertad para hacer negocios o para situar bases militares que le permitan consolidar su domino en el planeta.
Cuando en el principal foro político mundial, aquél que reúne a casi todos los estados, te quedas en la más absoluta soledad, con la única, triste compañía, no del perrito faldero, sino del pitbull de Oriente Medio (2000 muertos palestinos en Gaza este verano avalan mi apelativo), ese sentimiento humano, que a veces nos dignifica, llamado vergüenza, debería hacerte comprender que tu política ha fracasado, que ese pequeño país no lo vas a doblegar ni con 50 años más de bloqueo, que esa isla situada a 90 millas de tu costa no podría mantener su forma de gobierno si no tuviera un apoyo popular importante que además tu imperialismo cimenta. Encima, ese país chiquito, rebosante de dignidad, es el que, ONGs privadas como Médicos sin Fronteras aparte, ha enviado mayor número de médicos a combatir el ébola a la zona donde esa enfermedad es una verdadera amenaza y no una anécdota numérica, como lo es por ahora en el mundo desarrollado, el África Occidental. Ese grano en tu patio trasero, con su "socialismo perfectible y que cuida a su gente", en palabras que hace unos años le escuche a Silvio Rodríguez, oh gran potencia mundial, es cada día más, dentro de sus muy limitadas posibilidades, un referente ético de preocupación por la salud de la gente que no tiene nada y de la que sólo obtendrá la única gloria que quizás, contradiciendo a Martí, no quepa en un grano de maíz: el reconocimiento. 

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