jueves, 1 de mayo de 2014

Primero de Mayo

Otra vez es Primero de Mayo. La jornada que conmemora la dura lucha de los trabajadores por sus derechos.

Como cada año, al menos en el estado español y en éstas sus ínsulas africanas, se repetirán las procesiones, ¡perdón, que lapsus!, las manifestaciones, en que se leerán los redundantes manifiestos de rigor, llenos de los noes de rigor y los vivas de rigor, tras las que nos iremos a casita con la sensación del deber cumplido y de que el año siguiente, sin avanzar un milímetro en nuestras posiciones e incidencia social, estaremos haciendo las mismas reivindicaciones entre la indiferencia de los amantes de la playa o de la montaña.

Rutina, pura rutina. Banderitas de plástico de los grandes sindicatos. ¿Se puede hacer una lucha seria al ritmo de las batucadas y al ondear de banderines de plástico que parecen meros logotipos de una marca que nos quiere anunciar algo, y no precisamente un mundo nuevo? Por cierto, más de una vez he visto -amontonadas en la acera- que sobran. Menos militantes que banderines. Imagino que el comercio chino de turno rebajará según volumen.

Este texto está, cualquier lector avezado lo percibe (se que me muevo en el campo del pesimismo, pero estimado lector optimista y necesario, sólo se escribir desde lo que siento), impregnado de desilusión, de hartura de discursos enardecidos que naufragan en prácticas absolutamente entreguistas y desmovilizadoras. El ejemplo claro, por parte de CCOO y UGT, fue que la misma semana en que se manifestaban centenares de miles de personas (movilización que en teoría apoyaban) el 22M, ellos se reunían con Rajoy. Con un gobierno con el que deberían tener rotas las relaciones (¿o tal vez las subvenciones lo impiden?) debido a la guerra que le declaró a las clases populares. Pero no. Su respuesta ha sido el silencio, la sumisión adornada con dos huelguitas generales convocadas a regañadientes. Son puros burócratas, estructuras anquilosadas, maquinarias que funcionan casi por inercia. Un desfile fijo al año: el Primero de Mayo, y un par de extras (manifestaciones) ocasionales.

El ejemplo opuesto, innovador, relativamente pequeño, en guerra de guerrillas constante, buscando vías para atacar y desconcertar al enemigo, es el Sindicato Andaluz de Trabajadores (SAT). Después de UGT y CCOO probablemente sea el más conocido de España por la osadía de sus iniciativas, por desmarcarse de la manifestación que sólo busca cubrir el expediente. Son seguidores de Danton (ya lo he citado en este blog) cuando reclamaba. "Audacia, más audacia, siempre audacia". Máximas que siempre siguieron el Che o Fidel. Este último (ejemplo de revolucionario humanista y antiburócrata) ha hablado en múltiples ocasiones de la batalla de las ideas. Hoy en el estado español el SAT es uno de los principales protagonistas, a pesar (o quizás por eso) de su práctica tan enraizada a lo cotidiano, de la lucha porque germine la conciencia global, aún escasa, de que la injusticia, el sufrimiento de una parte de la sociedad, no es ni connatural al ser humano, ni irremediable.


En realidad, cuando salimos a la calle el Primero de Mayo reivindicamos lo mínimo para todo ser de nuestra especie: una vida digna. Quizás porque quién esto escribe sólo cree en el espíritu trinitario de la pequeña felicidad que conforman el trabajo, el ocio y la cultura.

3 comentarios:

  1. A estas alturas de la vida deberíamos estar mas que convencidos los cincuentones: los grandes cambios sociales llevan generaciones y generaciones. Además deben participar las mayorías de esas generaciones para hacer posible un cambio socio-político -económico radical. Y para ello los sindicatos, en el ámbito de la lucha por unas mejores condiciones de vida para los trabajadores, como los partidos políticos de izquierda, en el ámbito de conquista de mayor poder político de los trabajadores, deberían trabajar por la confluencia y no por la dispersión en la lucha. Y hay consignas o ideas, que aunque no asumidas ni por la minoría, deberíamos poner en circulación una y otra vez hasta que cale en los sectores más avanzados de la sociedad. Una de ellas es el límite a los ingresos y al patrimonio de los individuos. Todo el mundo asume que un jugador de futbol gane mas de diez veces lo que gana el jefe del Gobierno o el Jefe del Estado. Y esto es todo un despropósito, una desmesura, una irracionalidad. Y la única razón que para que las mayorías asuman esta desigualdad en los ingresos no es mas que esta: a los políticos les pagamos todos y lo hacemos con dinero público, mientras que a los futbolistas se les paga con dinero privado. Y con el dinero privado cada cual puede hacer lo que quiera, hasta despilfarrarlo. Esto es legal y es ético. Una concepción más profunda del dinero, y un cambio en las leyes y en la ética se hacen necesarios. saludos.

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  2. Liturgias civiles necesarias para mantener vivo el orgullo de la clase trabajadora, pero que en estos momentos recuerdan más a un funeral que a reivindicación.

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  3. El problema es que un volumen considerable de la clase trabajadora no se siente, o no tiene conciencia de tal. Surgió en Occidente término un término fetiche que ha tenido gran éxito y que la crisis ha hecho tambalearse: clase media.
    La mayoría de los trabajadores no se sienten orgullosos de ser tales, de construir el mundo. Quisieran ser ricos. Cuando les digo a mis alumnos que yo desprecio tal posibilidad y que les deseo a ellos la ventura de un buen trabajo que les permita vivir dignamente se sorprenden, y espero, iluso, que a alguno le haga pensar.
    A pesar de mi texto asistí a una de las dos liturgias celebradas en mi ciudad (Las Palmas), Aunque le había pedido a mi hijo un par de días antes, no recuerdo en cuál de mis enfados ante la tele en el que me prometí no ir a una manifestación nunca más, que si incumplía dicha promesa ejerciera de recordatorio de la poca valía de mis palabras.
    Una triste anécdota: el grupo de edad predominante era el cincuentón. Estaba en mi salsa.

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