miércoles, 28 de mayo de 2014

¡Qué viene la extrema izquierda!

Las elecciones europeas recientemente celebradas en el estado español han puesto de manifiesto (nuevamente) el enorme poder de la televisión. PODEMOS o, lo que al menos de momento es casi lo mismo, su líder Pablo Iglesias, están en el primer plano. En cuatro meses han pasado de la inexistencia a obtener cinco diputados en el parlamento europeo, ubicándose como cuarta fuerza política del estado español.
Pablo Iglesias no es nuevo en las lides comunicativas. Antes de sus apariciones en "la cuatro" o "la sexta" ha sido (y creo que sigue siendo) director de programas de televisión en internet como La Tuerka o Fort Apache. En él se unen imagen y contenido. Transmite una seriedad adobada con un punto de informalidad juvenil. Para un importante segmento de la ciudadanía harto del señor o señora mayor (político profesional, con la enorme carga negativa, no siempre justa, que eso conlleva hoy), representa el espíritu transgresor del 15M. Pablo es un hombre de una dialéctica clara y poderosa. Desgrana los argumentos con una mezcla de suavidad y contundencia alejada del retoricismo. Estoy convencido de que mucha gente se ha emocionado, lo han sentido su paladín, cuando le han visto machacar a Marhuenda o a Alfonso Rojo. Resignados muchos ciudadanos, cuya vía de información sigue siendo la tele, a los debates televisivos donde impera el tongo del PPSOE y sus adláteres, aparece este individuo y empieza a plantear posturas de izquierda (antidesahucios, denuncias a la banca, defensa de la escuela y la sanidad públicas) con un lenguaje muy claro, que pueden haber atraído a desencantados del PSOE, de la propia IU e incluso a descreídos que iban camino de la abstención.
Sobre el nacimiento de PODEMOS circula una teoría conspiratoria que plantea la existencia de una "mano negra" socialista para frenar, vía división, el ascenso de Izquierda Unida. En base al discurso que hasta ahora han mostrado Pablo Iglesias o Juan Carlos Monedero (otro de sus impulsores), me resulta difícil creer esta versión que la práctica, en aproximadamente un año o poco más, se encargará de verificar o desmentir. Me refiero, por supuesto, a las elecciones autonómicas y municipales de mayo de 2015 y a las generales de finales de ese mismo año. Si IU y PODEMOS, que tienen un programa muy similar, se presentan separados en los siguientes comicios, empezaré a pensar que quizás tienen algo de razón los que plantean que puede ser un elemento tapón para el crecimiento de IU (aunque el planteamiento también puede hacerse a la inversa). Cierto es que IU tiene un problema: parte del electorado la asocia con los partidos tradicionales hacia los que muestra su descontento. IU participa en las instituciones (el objetivo es que mucha más gente de la izquierda transformadora llegue a ellas), pero no es una de las patas del rígido sistema monárquico nacido de la transición que afianzan el PP y el PSOE. Además, muchos ven tras las siglas de Izquierda Unida al maravilloso (para mí al menos) "coco comunista". Estas circunstancias me hacen preguntarme, sin respuesta, si la confluencia IU-PODEMOS supondría la suma de sus votos, si tendría un efecto multiplicador, o si al contrario, aunque no creo que mucho, podría restar.
Más de un optimista plantea que las pasadas elecciones del 25M son (poniéndonos solemnes), el inicio del fin del bipartidismo. Hay que tener un cuidado exquisito con vender pieles de osos que, aunque den síntomas de cierto desfallecimiento, están muy lejos de ser cazados. Leo en internet comentarios desmedidamente entusiastas que hablan de que la izquierda transformadora está en disposición de destruir el bipartito y de asaltar (¡ah, nuestra vieja alma bolchevique!) el poder. Pienso que es perder la perspectiva por completo. Lo ocurrido, que el PPSOE haya bajado del 80 al 50% de los votos, es una quiebra en el fortín, pero seríamos necios si dudáramos de su capacidad para restañar, al menos en buena parte, la hemorragia que les supone esa herida. Ya algunos dirigentes del PP, e incluso de manera indirecta ese bonsái del pensamiento político llamado Felipe González, hablan de la entrada de la extrema izquierda en el parlamento europeo. Una izquierda que, coco entre los cocos, tiene como modelos a la Venezuela de Maduro y a la Cuba de los Castro. Van a intentar (ya han empezado) masacrar mediáticamente al bicho no sea que el animalito crezca.
Vamos a estar muy presente a partir de ahora una palabra, ampliamente usada al hablar de los gobiernos de izquierda de América Latina, fetiche para el descredito: populismo. El amigo Iglesias (él es el oscuro objeto del deseo mediático) empieza a dejar de ser un jovenzuelo coletero, una anécdota simpática e idealista, para convertirse en una preocupación. Ya no van a ir a por él y lo que representa los anteriormente citados (entre otros) Rojo y Marhuenda, cansinos y desgastados fachas oficiales. Empezará, si sus posiciones rupturistas se confirman y la confluencia de la izquierda se acerca, el ataque de los pesos pesados del progresismo oficial. No olvidemos que ningún medio ha sido y es tan virulento con el gobierno venezolano como el diario El País. Al igual que en su momento lo fue con Julio Anguita cuando lideraba IU. Y estos, los que aún hay personas que piensan que están de nuestro lado de la barricada, son, por inteligentes, mucho más peligrosos.
Acabo (desde la tremenda importancia mediática de este blog) con un requerimiento final, casi una humillante súplica: que la posible confluencia de fuerzas populares, rupturistas, no se pierda por uno de los elementos más nocivos que han lastrado históricamente a la izquierda: el personalismo que deriva en cainismo.

2 comentarios:

  1. José Juan: Buen trabajo. Me he permitido ponerlo en la web de UCR. Saludos, Félix

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    1. Lo que son las percepciones. No lo había enviado a la web de ustedes, algo que he hecho en muchas ocasiones, porque me parece un texto flojo, que no mantiene un cierto nivel. Como este es mi pequeño callejón, donde trasteo con mis "neuras" político-poéticas, me permito una cierta condescendencia conmigo mismo. Un saludo

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