viernes, 13 de diciembre de 2013

Caminando hacia el socialismo. Amén

Hace varias semanas el alcalde socialista y perecedero, al igual que toda su corporación,  pues fueron elegidos por cuatro años, ha nombrado a la virgen alcaldesa perpetua de la Línea de la Concepción.
Curioso este PSOE bipolar.
Casi al mismo tiempo solicitaba al gobierno que denuncie el Concordato con la Santa Sede.
Para mí es un acto de pura vergüenza. Gobiernas de 2004 a 2011 (me olvidaré de los catorce años de Felipe González). Muchos sectores de la izquierda te piden la denuncia de los citados acuerdos, que otorgan prebendas injustificadas a la organización privada Iglesia Católica. No lo haces por temor al enfrentamiento con la Conferencia Episcopal, como reconoce en unas declaraciones la Sra Valenciano, y ahora, sólo dos años después, le pides a los clericales del PP que hagan lo que tu no tuviste ni el valor ni la coherencia de hacer.
Cuando escribo estos textos, desde mi limitación analítica, uno de los principales objetivos que busco es mostrar aspectos contradictorios de la realidad. Y reconozco que muchas veces soy más duro o contundente con los que se supone que están en mi campo o alrededores, que con los que "juegan" en el terreno opositor. La coherencia del PP me importa un pito. Sé perfectamente que su acción, más allá de programas que nadie lee, seguirá la senda de recortar derechos a las clases populares. Es su naturaleza y su función perpetuar la estructura social existente. Sí me importa, y mucho, la coherencia de los que se sitúan (al menos nominalmente)  en el terreno de la izquierda. El campo que precisamente ondea la bandera del cambio de las estructuras sociales. Me interesa mucho más nuestra ética (la de la abigarrada izquierda), que la del enemigo.
En los ya inexistentes países del "socialismo real", en muchas ocasiones, aduciendo un fin superior (la propia pervivencia del socialismo), se ocultaba la realidad que albergaba la ineficiencia, pues esas informaciones se consideraban derrotistas. El socialismo sólo puede existir, como doctrina emancipadora, entre pueblos conscientes y críticos. No me gusta la idea de un socialismo, aunque la riqueza se reparta más justamente, para menores de edad. Un socialismo vertical donde una cúpula dirigente, por muy bienintencionada que sea, adopta las decisiones sin un debate profundo, con libertad de expresión y proposición. Sé que el enemigo capitalista siempre estará actuando, laminando el proyecto liberador (Venezuela es un ejemplo), sé que podemos perder, pero la base de la victoria nunca será el seguidismo, una sociedad acrítica y acomodaticia. Sólo desde el convencimiento, que va unido al conocimiento, no al asentimiento, se construye una sociedad de seres libres. Me parece muy triste que el principal ejemplo de hecatombe del socialismo, la URSS, implosionara tan fácilmente existiendo una organización de 17 millones de militantes (se suponía que revolucionarios) donde, estoy convencido, el marxismo era una entelequia, una "religión" que servía en la mayoría de los casos para medrar. Uso el término religión porque se asumían las directrices cupulares de manera acrítica. Así, cuando hubo que defender la esencia socialista, igualitaria, de la sociedad, esa militancia no movió un dedo, fue incapaz de enfrentarse a los dirigentes que abocaban al país a un capitalismo brutal. Contra lo que en su día dijo Fukuyama la historia no se ha acabado. Las sociedades, con sus vaivenes, siguen bregando. El socialismo, con diversas faces, tendrá nuevas oportunidades (hay experiencias interesantes en América Latina) y no aprender de las experiencias pasadas sería dar carta de naturaleza para mucho tiempo a un régimen capitalista que, inhumano, nos lleva cada día más a la iniquidad.
Pienso que la conciencia de la necesidad de un reparto de la riqueza más igualitario es un camino lento, que todos los que defendemos un mundo sin explotación tenemos que irradiar en nuestros pequeños ámbitos de influencia. Para que llegue una realidad mejor para toda la humanidad tiene que calar, lenta e inexorable, la lucha por la utopía. En alguna otra ocasión ya he hecho la distinción -leída en no recuerdo que lugar a Julio Anguita- entre quimera y utopía. La primera hace referencia a lo imposible. La segunda a lo deseable pero de muy difícil consecución. Es curioso que en un mundo donde tanta gente cree en un ente abstracto indemostrable, muchos consideren irrealizable desterrar el perverso axioma que nos inculcan desde niños: "siempre ha habido y siempre habrá ricos y pobres". A este aserto, por dignidad, nunca digamos amén.

1 comentario:

  1. Nunca digamos amen, por dignidad.... mantengamos nuestra rebeldía en nuestro propio régimen interno, porque ¡qué difícil! es elegir a quien nos represente en este vaivén político dualista que nos confunde y se mimetiza en tantos puntos, moviéndose por meros intereses y ¡qué triste! tener que reconocerlo, pero se hace cada vez más penoso desterrar de nuestras cabezas el axioma perverso, cuando todo lo que vemos son ejemplos que nos lo muestran.

    Saludos

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