sábado, 28 de diciembre de 2013

Alegría

Una pareja, que vive de la venta de chatarra y de una pensión de invalidez de la mujer de 350 euros, se pasó un día entero sin comer para comprar un décimo de lotería y les tocó el tercer premio: 50.000 euros. No, la justicia divina, esa a la que nos arrimamos cuando no existe la terrenal, no ha sido completa. La historia habría sido mucho más impactante si hubieran sido agraciados con al menos un millón de euros: de la pobreza a bordear la riqueza, con un día de ayuno por medio. Fíjense que incluso, puestos a sacarle punta, tiene algo de expiador. Tras la penitencia de un día sin comer llega la recompensa. La lotería, en un país donde se ponen tantas esperanzas en los juegos de azar, es la puerta de entrada a la gran avenida navideña. Esa puerta que nos permite sacar alguna conclusión ejemplar y sedante: dios aprieta, pero no ahoga. Y al que ahoga, porque la omnipotencia es tarea ardua, no se le publicita en los medios. Según la noticia de La Vanguardia, aunque no abandonen las estrecheces, la pareja de chatarreros podrá tener un vehículo que les facilite el oficio y tapar ese colador que serán sus agujeros económicos. Por supuesto, todos estamos más contentos de que el capote cubra a los humildes y no a los Fabras que arrasan la tierra que pisan. Pero lo siento, el triste que habita en mí está hasta las narices de las historias conmovedoras que tras la lagrimita entronizan la sumisión, el mantener ordenaditas las filas mientras esperamos el toque de la varita mágica. El triste está harto de que día tras día emitan en la televisión anuncios desgarradores donde, archimillonarios, nos dicen que para que se salve un niño en el Tercer Mundo es necesario nuestro aporte pecuniario. Para que seguir... Alegría.
Mientras tanto, el gobierno congela el salario de la ignominia: 645 euros al mes. Quizás nuestros alegres corazones navideños, sin la sangre de la rebeldía, también lo estén.

1 comentario:

  1. Cierto es, que hoy en día con la crisis económica nos sentimos desanimados y cansados y más sabiendo que los cambios para mejorar esta situación no llegan.
    Estamos mentalizados de conseguir grandes objetivos y de situarnos siempre mejor que los demás, lo que nos lleva a sentirnos mas frustrados. Solemos comparamos con los demás y esto nos hace sentir peor.
    El paro, la falta de ayudas, la falta de futuro nos hacen sentir pocos esperanzados, incluso, hay gente que pierde el rumbo y el sentido de sus vidas.
    Pero es cansado oír siempre hablar de crisis, del desempleo y el empobrecimiento. No se trata de ignorar los problemas, si no de no recaer siempre en el mismo tema, ya que eso no ayudará si no que lo empeorará.
    No debemos esperar las soluciones, se trata de buscarlas nosotros.
    La crisis que está sufriendo nuestra sociedad no es solo económica, también está la crisis de valores y de sentido.
    Hoy en día si hablas de esperanza, de conseguir mejorar o de que las cosas cambiaran a mejor, la gente se lo toma a risa, lo ven algo imposible y una forma ridículamente positiva de vivir. La gente pierde la fe, resignándose a lo que les vienen y quejándose todos los días de lo mismo.
    Hay muchas cosas que no funcionan en la sociedad, ni en el mundo, como son: el hambre, la desigualdad, los cambios climáticos… pero lamentarnos y no buscar ideas o no cambiar nuestra mentalidad no hará que nada cambie.
    Esta sociedad tiene que cambiar y para ello hace falta la esperanza.
    Para muchas personas (como en el caso de esta pareja de chatarreros) la esperanza esta en la lotería, para ver si terminan de pagar la hipoteca o conseguir esas falsas ilusiones para seguir viviendo. Otros creen en Dios, y así, todos creemos pero nada hacemos.
    La verdadera esperanza esta en vivir con lo que creemos. Hay que intentarlo. Y aunque en el peor de los casos no consigamos todas nuestras metas, será mejor que pasarnos la vida lamentándonos.

    María Quintana Melián, alumna de 2º de bachiller del IES Pérez Galdós

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