sábado, 10 de octubre de 2020

De vejeces, medios y ojos de cyborg

Me gustaría poder disfrutar de noticias aparentemente hermosas, que son un canto a la bondad humana, sin hacerme preguntas, sin que se me cuelgue de la oreja un pepitogrillo cabrón que me lleva a arrugar la nariz o a torcer ligeramente el gesto.

Pero no sé, debe ser algo superior a mí. O tal vez es el puto socialismo-comunismo, con el que uno se dio de bruces en la adolescencia, que dejó en mi mente, ciertos desencantos aparte (surgidos de la idiotez de encantarse), una huella indeleble. Parece que como en esas películas de cyborgs, esos individuos mitad robots, mitad humanos, a muchos de los que pasamos, aunque haga muchísimo tiempo ya, por las filas de alguna de las múltiples organizaciones revolucionarias de los 70, nos instalaron un “visor” latoso que te hace buscar, casi como un acto natural, la podredumbre que puede ocultar una pared bellamente decorada con ositos, globos y hasta con el unicornio azul que un día se le extravió a Silvio Rodríguez.

La noticia hermosa, echada a perder por mi alma robótica, la publicó el periódico El Mundo, en su edición digital, hace unas semanas. 

Resumiendo, dice así: Derlin Newey, un repartidor de pizzas del 89 años, con apuros económicos, recibe 12.000 dólares de propina.

Esa es la esencia de la noticia. 

Me atrevo a discrepar de uso del concepto propina porque ésta hace referencia a la cantidad que se da voluntariamente por un servicio concreto. Este caso es algo diferente: un TikToker (imagino que será una especie de pope de la red Tik Tok), Carlos Valdez, según palabras de El Mundo “subió en su cuenta varios vídeos del entrañable repartidor y las redes se enamoraron de él. Los fans le sugirieron hacer una colecta para ayudar al anciano”. De ahí, de la colecta, surgen los 12.000 euros. Por esa razón cuestiono el término propina. 

En cualquier caso no es esa la idea principal que me sugiere este texto. Dos palabras de la noticia me estomagan: entrañable y enamoraron. El periódico nos sirve la buena acción, que esconde la vileza, con su dosis de merengue, para que no veamos el corazón podrido de la fruta tan bellamente presentada.

Repito, no cuestiono la acción colectiva (aunque habría que ver la cuenta corriente que tiene el TikToker y la que poseen sus seguidores, pero ese es otro vericueto) que ayuda a ese anciano en concreto, aunque no puedo evitar (¡maldito cyborg!) que me recuerde a una genial escena de la película Viridiana de Luís Buñuel, que desnuda la esencia injusta de la caridad. Sé que la he reflejado en algún otro texto pero, por si hay nuevos lectores, o no la recuerdan, la repito.

Un perro va atado a la parte trasera de un carro y vemos al animalito sufrir para seguir el paso del tiro. El protagonista, Paco Rabal, le pregunta al dueño si no le da pena. Como éste quita importancia al hecho, le dice que se lo compra. El dueño accede y el perrito se salva recibiendo los mimos de su benefactor, del cual se desvía la cámara justo para mostrarnos que en sentido contrario, a espaldas de las carantoñas y la buena obra del día, transita otro carro con otro chucho con la lengua fuera y un amo desaprensivo. 

Creo que la metáfora es tan bella, y a la vez tan clara, en mi opinión, que cada cual debe tirar del hilo hasta donde le apetezca o pueda.

Utilicé más arriba la palabra vileza porque me parece el término más ajustado para definir que en el país más prospero del planeta, ese que tiene un presupuesto militar mayor que el de sus diez seguidores conjuntamente, un señor de 89 años tenga, por problemas económicos, que repartir pizzas. Por eso hablaba del corazón podrido de la fruta bellamente presentada.

Y es que la realidad siempre nos es presentada.

Veamos otra presentación.

Hace un mes, el 12 de septiembre El Diario publicaba, en su sección internacional, una información cuyo titular decía: 

Ser viejo en Cuba en tiempos del Covid: “Muchas veces me quedo sin almorzar”.

En el subtítulo, Laura Rodríguez Fuentes completa la esencia del texto. Reza así: 

Los adultos mayores son el grupo más vulnerable en la pandemia. Pero en la isla, además, sufren la ineficiencia de un sistema que, aunque se ocupa de ellos, no alcanza a cubrir sus necesidades básicas en el ocaso de sus vidas.

El texto, además, viene aderezado, dato curioso, con fotos en blanco y negro. Para una realidad gris, plomiza, unas imágenes acordes.

Presentaciones absolutamente opuestas. En Derlin Newey hay un canto a la esperanza y no se dice si el sistema (ni se nombra sistema alguno) es eficiente o no con el repartidor de pizzas. Los viejos cubanos, en cambio, son víctimas de un sistema (en los países capitalistas nunca hay sistema o régimen) bienintencionado pero ineficiente. La autora, por supuesto, se olvida de que existe el bloqueo de EEUU. Para quiénes dicen que el bloqueo es la excusa que usa el gobierno cubano, que no dudo que tenga importantes deficiencias, planteo una sencilla pregunta: ¿si no sirve para nada, ni tiene incidencia alguna, porqué lo mantiene el gobierno de EEUU?

Ahora voy al titular, recuerden: Ser viejo en Cuba en tiempos del Covid.

Da la impresión de que el Covid aprieta especialmente a los ancianos cubanos.

Veamos cifras y quién quiera que compare.

Datos del 8 de octubre del Covid en Cuba de la  revista española Expansión: 5.917 casos confirmados y 123 fallecidos. Han muerto casi 11 personas por cada millón de habitantes.

Datos de esa misma revista y esa misma fecha referidos a EEUU: 7.605.873 casos confirmados y 212.762 fallecidos. Han muerto 650 personas por cada millón de habitantes.

Ahora los mismos datos, en la misma fuente y fecha, referidos a España: 861.112 casos confirmados y 32.929 fallecidos. Han muerto 695 personas por cada millón de habitantes.

Sé que son cifras totales, donde no se especifican las edades, pero está claro, cualquier estadística lo dice, que más del 80% de la mortalidad se centra en la gente que mayor de 70 años. Aplicando una simple regla de tres, suponiendo que fuera el 80%, tendríamos que en Cuba por cada millón de habitantes han muerto 9 ancianos, en EEUU 520 y en España 556.

Viendo las cifras ¿realmente Cuba es de los peores lugares del planeta para ser viejo en tiempos de Covid? ¿es necesario poner sobre ella el foco que no se pone sobre muchos países pobres de la propia Latinoamérica?

El pensamiento dominante necesita los envoltorios, en color o en blanco y negro, para velar o sobreexponer realidades complejas. Para combatirlo,  con alguna posibilidad de éxito, son necesarios muchos más ojos de cyborg.


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