ahíto de estos tiempos finados
(donde si los imbéciles volaran,
aun cuando los aviones reposan en tierra,
habría que duplicar las torres de control),
salgo para siempre, sin júbilo,
de la oficina neblinosa,
del sótano con ventanuco
donde exploré vertiginosos tacones
e indecentes sandalias
y, secundariamente, por supuesto,
soñé, día tras día,
con empeño de burócrata narcotizado,
que era profesor
y que con leonfelipiano afán
pateaba los mecedores cuentos
para que tras el llanto, la angustia y el miedo
brotara,
imberbe y titubeante,
el extraño sueño del entendimiento.
En casa,
grasa, tristeza y pellejo,
sin tránsito,
doy con mis huesos
en la sala de los confinamientos.
Cautivo y desarmado,
ejército rojo transmutado en desvaído,
entre aplausos horarios,
se entrega mi pensamiento.
Hombres lánguidos, casi muertos,
y mujeres hechas de relatos y retazos,
se turnan
por orden de sapiencia,
susurrándome a gritos palabras
que desconocerán el futuro,
que me matarán tantas veces,
benditas entre todas las infames,
que ebrio de soledades y azúcares,
acabaré, en imposible coyunda,
celebrando la vida con ellas.
Sobre la coherencia en la paradoja
ResponderEliminarEx profesor ex profeso
de la cima a la sima de Jinámar
inconfortable zona de confort
de la histórica memoria de su efímero alumnado
Armado de cautiverio
verso suelto en el calabozo
Diestro lector, siniestro escritor
14 de abril en otoño
conversador conservador, radicalidad y cordialidad
Habana club, cola…Hasta la Victoria siempre.
Simples nombres, nombres compuestos
León Felipe, Luis Eduardo, Pepe Juan…
Amigo, “en el buen sentido de la palabra” , bueno
Prohombre y anti poeta.