lunes, 20 de enero de 2020

De la escéptica esperanza

En una gradación de literato mediocre y filósofo peor, categorizando de lo optimista a lo pesimista, hablaría de que la asunción del gobierno por parte de la coalición PSOE-UP, entre la fauna que se autodenomina de izquierdas, interpela, al menos en la primera sílaba de la primera y la tercera palabras, curiosamente las no dubitativas, al verbo ser, que se supone es la esencia. Así, nos preguntamos: ¿qué será (cómo actuará) el gobierno de coalición? Y desde el turbulento e impreciso campo de la izquierda surgen, a grandes rasgos, tres posiciones: esperanza, a la expectativa y escepticismo.
Yo viví el triunfo arrollador de Felipe González en 1982, hace casi 40 años (el tango Volver, aquél que dice “que veinte años no es nada” es un mentiroso que se queda corto, muy corto). Votante de la coalición nacionalista y de izquierdas (sí, indocumentados repetidores de mantras, se puede ser ambas cosas) Unión del Pueblo Canario, que perdió el escaño que ostentaba Fernando Sagaseta, yo era la cara enfurruñada de mi casa. La cara alegre, emocionada hasta el brillo en los ojos, aunque su voto había sido para UPC, era la de mi padre. Siempre votó a formaciones a la izquierda del PSOE, pero tengo claro que, habiendo nacido en el 29 y recordando el sancocho que comían en el patio de su casa del barrio de La Isleta en Las Palmas de Gran Canaria el 18 de julio del 36, cuando empezaron a sonar los tiros que anunciaban una dictadura fascista que se prolongaría 40 años, o recordando sus conversaciones nocturnas, en la dura posguerra de los años 40, con Don Joaquín, un socialista represaliado cuya biblioteca fue quemada por su aterrorizada familia, que se ganaba el sustento dando clases particulares a las que acudía mi padre a aprender algo de inglés… sí, imaginando los recuerdos que mi padre  pudo tener esa noche, tengo la certeza de que para él y para otros muchos de su generación o mayores (pienso también en mi tío Domingo, cuya casa sentía como mi casa, y esa guardia civil que durante años lo visitó para atestiguar su “buen” comportamiento) la victoria del PSOE tuvo la dimensión de un resarcimiento histórico y también estaba preñada de esperanza porque parecía que se enjaulaba a la bestia que había campado a sus anchas durante tantos años. 
La esperanza que hoy siente buena parte de la población tiene, en ese aspecto, alguna similitud con la del 82. La bestia, tras años en los sótanos (o tal vez igual que tenía caja b, también poseía casa b) del PP, puesta a buen recaudo, emitiendo algún rugidito que otro de vez en cuando, se ha escapado. Y está grandita, y parece que sigue creciendo. Sí, para mucha gente el gobierno progresista (así se denominan ellos) cierra el acceso al poder de VOX y un PP que, compitiendo con su criatura, se bestializa a pasos agigantados. Ésta que describo sería una esperanza a la contra, una esperanza que quiere, desde su perspectiva, al menos no retroceder más y si se puede (aquí el sí es condicional) dar tímidos pasos. También observo otra esperanza: la de Unidas Podemos. Una esperanza puramente terrenal y muy alejada de los cielos, que sabe que su influencia está en el ámbito social y con las limitaciones que marca la UE en el tema del déficit, asumiendo que en otros asuntos no podrá ir más allá de atemperar o matizar posiciones. “Es un programa muy moderado”, aseveró Pablo Iglesias en una entrevista mientras una prensa desquiciada habla de Venezuela y de Cuba como próximos horizontes patrios a los que Google, con la visión de futuro de algún cachondo mental, se adelantó situando a España como un país comunista. 
Podemos no ignora que el pacto es una píldora que no ha tenido más remedio que tragarse el PSOE ante el temor, de ambos, a una nueva convocatoria electoral. Pero lo cierto es que si el PSOE se ha tragado una píldora, Podemos debe tener bastante asumido, las palabras de Pablo Iglesias lo demuestran, que quizás ellos van a tragarse una caja entera en temas como Política Exterior, Defensa, Cataluña, etc. Ocurre, salvando las distancias, algo similar a lo que planteaba Vázquez Montalbán con respecto a la situación de la Oposición y el Régimen a la muerte de Franco y que devino en lo que llamamos Transición: estamos ante un pacto donde predominan las debilidades sobre las fortalezas. La repetición electoral que Sánchez provocó para crecer y limpiar el terreno a su izquierda, intentando hundir a UP en la irrelevancia, fue un fracaso absoluto, pues UP, con dificultades, mantuvo el tipo, el propio PSOE bajó y encima consiguió eliminar a su posible aliado de centro (Ciudadanos parece que va camino de la desaparición) acrecentando a la ultraderecha. 
A la expectativa están básicamente los de ERC y, en segundo plano, EH Bildu. Sin ellos, como le dijo Rufián, no hay legislatura. Será interesante ver lo que ocurre cuando se constituya la mesa de los gobiernos español y catalán con la que el PSOE logró la abstención de ERC. Vienen curvas bastante cerradas. El ataque de la derecha fascistizada, con todas sus potentísimas baterías mediáticas, va a ser aún más brutal de lo que vimos en las fechas anteriores a la investidura. La unidad de España es un banderín de enganche muy eficaz. Y será un ataque que se trasladará a la calle. Ya sabemos que los heroicos jóvenes que luchan en Venezuela por la libertad quemando, si se tercia, a gente en la calle, cuando prenden contenedores en la noche barcelonesa transmutan en una patulea terrorista. Saldrán a la calle con dureza y debería UP, no sé si estará el PSOE por la labor, movilizar a la izquierda para defender los posibles avances sociales que se planteen y, quizás, la propia supervivencia del gobierno de coalición. 
Siempre leo a Julio Anguita con atención y hoy domingo 19 de enero en eldiario.es dice lo siguiente: “la oposición de verdad está en el IBEX, la banca y los poderes económicos”. Además cita también a la Iglesia (la conferencia episcopal quiere mantener prietas las filas de una grey que tiende a lo disoluto, aunque en el programa no hay ninguna medida, como pagar el IBI, que atente contra los intereses de la casta eclesial) y a sectores recalcitrantes del PSOE. Las palabras de Anguita me han hecho formularme, con toda la inocencia del mundo, una pregunta: ¿qué temor tienen el IBEX o los poderes económicos al muy moderado programa del gobierno de coalición? En nada peligra la estructura del poder económico en el estado español. Lo que se plantea en el ámbito económico son tibias medidas que apenas podrían tildarse de socialdemócratas. El PSOE, obligado a lidiar con la coyuntura, no va a dejar de ser de un día para otro uno de los pilares del sistema político español. Incluso, pensando retorcidamente y entrando ya de lleno en el territorio de los escépticos con el pacto, parece que les viene bien que el asalto a los cielos haya sido pospuesto sine die y que UP arrime el hombro para apuntalar lo que hasta hace un rato llamaba el Régimen del 78. Te tengo en casa y puedo, desde mi posición de predominio en el pacto, controlarte mejor. 
El único trasvase de riqueza que se plantea el bipartito gobernante es el incremento de los impuestos a quiénes ingresen más de 130.000 euros (un 0.9% de la población activa). Una medida que contribuirá no a la revolución social, sino a acercarnos un poco a la carga impositiva media de la Unión Europea y a que haya (y es valorable) algunos miles de millones de euros más en las arcas públicas para asuntos sociales. Quiero hacer una mención específica al desparpajo con que la derecha trata como idiotas políticos a buena parte de la población hablando de subida de impuestos a unas clases medias que, por lo que parece, ganan la minucia de unos 11.000 euros mensuales. El problema es que hay sectores de la población, y no pudientes precisamente, profundamente acríticos, que compran ese discurso, que suele ir en el mismo lote que el berreante ¡Viva España!, más allá de sus propias condiciones materiales de vida. Así, me lo contó mi hijo, en uno de esos foros de “guasap” donde el facherío mas memo da rienda suelta a sus simplezas, el que vive de alquiler está preocupado porque el gobierno “comunista” va a empezar a expropiar a los ciudadanos esa vivienda que él, por ejemplo, no tiene.
Anuncié un poco más arriba que entraba ya en el territorio de los escépticos, de los que desde el campo de la izquierda nada esperan del pacto de gobierno. Este punto reconozco que acentúa al dubitativo pertinaz que habita en mí. Podemos no ha pactado un programa de izquierdas con el PSOE. Por una sencilla razón: el PSOE, desde hace bastante tiempo, no es un partido de izquierdas, es, y no siempre, un gestor más amable del sistema capitalista que la derecha montaraz o fascista. El PSOE, aunque se llame socialista, no tiene ya, ni en su horizonte más remoto, la construcción de una sociedad sin explotación. No sé cuantos de los puntos fundacionales de Podemos en 2014 siguen vigentes, pero sospecho que son pocos o están arrumbados en un cuarto oscuro. Sé que un programa pactado para 4 años no puede pretender cambiar el mundo, pero si me parece desazonante que la teórica izquierda haya quedado para defender y lograr, casi exclusivamente, determinados derechos civiles, renunciando casi por completo a su esencia, la lucha por un modelo económico diferente. 
Desde ese punto de vista comprendo que para determinados sectores de la izquierda el entusiasmo sea cero. No obstante, asumiendo que tienen todo el derecho a la crítica consistente y razonada, no tienen ningún derecho a la crítica inconsistente y que baile la música de la derecha. Pongo un ejemplo concreto. Sigo a diario las informaciones del digital insurgente.org que recoge voces variadas dentro de lo que llamaríamos la izquierda transformadora. Me preocupé profundamente cuando vi en ese medio la siguiente y escueta “noticia”: “PSOE y PP la misma mierda es/ pero hay que comé” al pie de una foto del abrazo de Pablo Iglesias y Pedro Sánchez el día de la firma del pacto. Digno de cualquier panfleto de la ultraderecha que considera a los políticos en general, y a los de izquierdas por muertos de hambre en particular, unos tipos que están en el cargo para llevárselo crudo. Es una crítica indigna de un medio serio de izquierdas. Siempre combato el tema demagógico del sueldo de los políticos (en este tema no está exento de culpa Podemos). Y pongo el ejemplo del Presidente del Gobierno, cuyo salario ronda los 80.000 euros brutos anuales. Para su responsabilidad y la disponibilidad absoluta de las 24 horas del día me parece una remuneración bastante comedida. La crítica de la izquierda puede y debe ser contundente, sacando a flote las contradicciones, que no son pocas, y tal vez  tampoco son evitables, pero no puede transitar, bajo ningún concepto, el derrotero fácil y demagógico propio de las mentes perezosas acodadas en la barra de esos modernos bares que son las redes sociales.

Una última consideración, no seria extraño que esperanzados, expectantes o escépticos, ante el que sospecho será durísimo embate de la ultraderecha (en alianza con los jueces) acabemos encontrándonos en la calle, si no para defender al gobierno, quizás para defendernos a nosotros mismos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario