lunes, 27 de enero de 2020

A los Federicos fascistas y anticomunistas, con ánimo de enfrentar

Jiménez Losantos. Para algunos, Federico, o Don Federico.
El hombre que solo tiene dos pasiones: España y, la palabra más malbaratada del mundo, la libertad. 
El hombre que hace unos días recibió en su casa a Bertín Osborne y, como suele, se despacho a gusto. El hombre que sabe que en este extraño país, a veces cómico, otras trágico, por parte de millones de personas, el fascismo y el antifascismo se perciben (y se venden por los grandes medios) como las dos caras de una misma moneda. El gran insultador, el que para sus seguidores es el intelectual más brillante de España, admirados ante su enorme biblioteca. La brillantez intelectual, más allá de lo admirable que nos parezca o el gozo que nos produzca, no añade ni quita nada a la miseria moral y al desprecio de clase que conlleva el fascismo. Él, que estuvo en las entrañas de la bestia (comunista, por supuesto) y salió de ella refulgente, con la camisa novísima de la que aborreció el hilo rojo, a pastorear a esos autodenominados liberales prestos a fascistizarse al primer susto, por muy leve que sea, circunstancia que hemos visto, por ejemplo, con el eurodiputado de VOX Hermann Tertsch llamando a la intervención militar ante el gobierno de coalición UP-PSOE. Él y sus seguidores, todos los bertines (tipología tradicional del campechano facha hispano) que en el estado español son, son fascistas. Igual que en el 36. Lo único que varía es una coyuntura histórica en que la burguesía europea no necesita el fascismo actuante pero le interesa el fascismo acechante. No obstante, si fuera muy necesario para sus intereses no faltarían abundantes plumillas en los medios ni espadones en los cuarteles para llevar a cabo el golpe. Ahí están, como ejemplo, los militares pertenecientes a la bancada de VOX, dispuestos a enveredar (aún más) el país.
Y hay que llamarlos así. Bertold Brecht dijo “que no había nada más parecido a un fascista que un burgués asustado”. Y cuando se dice burgués, yo al menos lo interpreto, en este contexto, como una cuestión ideológica. Federico Engels era un hombre de familia rica, pero nadie duda de su apuesta, teórica y práctica, por los desheredados de la tierra. A la inversa, todos conocemos multitud de personas que perteneciendo a la clase trabajadora, incluso a sus capas mas desfavorecidas, están absolutamente dominados por la ideología burguesa, esa que te dice, desde la más tierna (o dura) infancia, que la aspiración de todo ser humano tiene que ser la acumulación, casi infinita, de unas riquezas a las que nunca se plantea poner límite. Así, casi nadie ve con escándalo de primera página perpetua, el que a mí al menos me produce, que vivamos tiempos en los que un individuo, una sola persona cuyo nombre no voy a citar, tenga una fortuna de 90.000 millones de euros. Según la tabla del FMI sobre el PIB (Producto Interior Bruto) de cada país en 2019, este individuo solito, sobre un total de 189 países reflejados, metería su cabecita entre el puesto 62 y 63. Está claramente en la parte superior de la tabla. Intermón Oxfam en 2017, según sus estudios, estableció que los 8 individuos más ricos del planeta acumulaban la misma riqueza que los 3.600 millones más pobres (BBC Mundo, 16 de enero de 2017). Sobre esto, para no extenderme, pues no era el objeto de este texto (ellos y mi dispersión siempre me llevan por donde quieren), un último dato referente a España que recogí en otro escrito hace años y que siempre me ha parecido demoledor, sirviéndome de ejemplo, a mí, al profe adoctrinador (jódanse fascistas, yo me cago en esa idiotez llamada pin parental), en muchas clases para ilustrar lo inhumano de las clases sociales: chicos y chicas, les digo, las 20 personas más ricas de España, que cabrían en este aula, tienen la misma riqueza que los 14.000.000 de españoles más pobres, lo que, asómbrense, son casi 7 archipiélagos (Canarias) como el que habitamos.
Y entre esos 14.000.000 más pobres seguro que hay votantes de VOX y seguidores desclasados de Federico, el gran insultador fascista. El que odia al comunismo, el que dice, con la sonrisa aquiescente del granujilla andaluz (que fácil es ser faltón) que “para ser comunista hay que ser millonario y si quieres ser millonario hay que ser comunista”. Amancio Ortega, Ana Botín y Florentino Pérez están a punto de constituir el soviet más reducido y más rico de la historia. Pero es comprensible, la maquina del desprestigio no puede parar. Por ahí le duele a Federico y le horroriza a la burguesía. Ni un minuto han dejado, los Federicos del mundo, de combatir una ideología que plantea que el fin de cada ser humano no es la acumulación de riquezas (circunstancia que ya choca con la propia supervivencia del planeta, aunque como siempre nos quieren hacer ahorrar a los curritos mientras los ricos llevan sus vidas de disipación sin cortapisas, hace unas semanas me asombró la noticia de un tipo que tenía aparte de su yate otro yate exclusivamente para transportar sus “juguetes” acuáticos), circunstancia que siempre se hace a lomos de otros, sino una vida digna en la que desarrollar honestamente las diferentes potencialidades de todas las personas.
Es ya casi legendaria su mención a la lupara que dispararía si algún líder de Podemos se le pusiera, nunca mejor dicho, a tiro. Esta amenaza pública, con amplia difusión, no tuvo ninguna consecuencia jurídica para el individuo. Siempre el desequilibrio judicial, la balanza inclinada hacia el fascismo. Si usted dice algo inapropiado de los sacralizados cuerpos de seguridad del estado y fuerzas armadas escorados hacia la ultraderecha (vean la geografía del sufragio y como en las zonas de cuarteleras de toda laya el voto a VOX se dispara) tiene muchos boletos para recibir una cita judicial. Los Ongi etorri, los recibimientos a presos de ETA que han cumplido largas condenas (casi siempre más de 20 años) por sus atentados, llevan a que 4 miembros de la izquierda abertzale sean acusados de apología del terrorismo, casi el mismo día en que se supo que el gobierno pagará 10.000 euros al mes de seguridad privada para la tumba de Franco que nos costó a todos 70.000 euros o que la mesa del Senado rechazó una pregunta de un senador porque en la misma se faltaba al respeto al tipo que nos regaló un rey, el mayor asesino terrorista español del siglo XX, llamándole lo que fue: genocida. Me pregunto cuándo citarán, siguiendo la lógica de perseguir al terrorismo y a cualquier sujeto o entidad que lo ponga en valor, a todos los presidentes del gobierno de España que reconocieron de facto a ETA, y su raíz política, sentándose con ella a negociar.
Curiosamente, quién sí estuvo a tiro fue él, Federico. A tiro de Terra Lluire en el año 1980. Le dispararon en una rodilla  y lo dejaron atado a un árbol. En la entrevista con el tipo con nombre de coñac, entre las risotadas de éste, habla de “los cabritos de Cataluña, que son antiespañoles satánicos” (yo, por esta afirmación, ya le bajaría unos cuantos puestos en el podio intelectual en el que sus acólitos lo ubican). 

Federico, contente un poco, que contigo los satánicos terroristas catalanes fueron, te guste o no, algo piadosos. Piensa que hay otros lugares del cuerpo, un poco más cabroncetes, a los que disparar. Desconozco, cuando citabas esa lupara que si tenías a mano utilizabas, donde ponías tu mira mental, pero, con ese alma legionaria que tienes (juntándote al excomando Ortega Smith serían un redivivo duo sacapuntas facha), dudo que fuera en las rodillas. Siendo bien pensado imagino que donde siempre, para alguien que escapó del infierno catalán: en la defensa de los cielos hispanos y su deífica libertad.

1 comentario: