lunes, 30 de noviembre de 2015

La muchacha que amaba (y lo hacía maravillosamente) dibujar a carboncillo

                        
                       Ingrid Bergman (1963)



                    
                     
                        Gregory Peck (1963)


                     
                     

                       Olivia de Havilland (1945)


  
                       

                        Desconocido (1945)


La muchacha, con ese punto jocoso que bastantes veces la caracterizaba, decía que tenía nombre de película mejicana: María Candelaria. Era mi madre. Y creo que no me ciega el amor filial si digo que sus dibujos, entre el blanco y el negro, moviéndose por un mar de grises envueltos en el sepia que pone el tiempo, tenían una técnica perfecta. Hoy, cuando completo otra vuelta, quizás a destiempo porque ella ya no está, me apetece regalarme la posibilidad de compartir, desde este callejón, una pequeña muestra de su arte.

5 comentarios:

  1. Estimado don Pepe Juan:

    No sólo el nombre, también el talento: podrían, estos magníficos retratos, habitar la Casa Azul de Coyoacán.

    Reciba mi abrazo, agradecido por compartir su autoregalo.

    ¡Y qué gire la tuerca muchas vueltas más!

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  2. Don Manuel querido:
    Gracias por permitirme, siempre, aprender algo nuevo, y por su pertinacia en ilustrar con su prosa este callejón.
    Y me alegra muchísimo que le hayan gustado. Por cierto, conociendo al obsesivo que habita en mí, ya se imaginará que tengo la certeza de que en mi texto sobra la palabra quizás.
    Y permítame que aunque en su cultura del NO-DO solo este el recio abrazo masculino, yo acogiéndome a algún resquicio de mi viejo sovietismo, me permita, en esta ocasión, mandarle, sin renunciar al abrazo, un beso.

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  3. Erratas Sólo (diga lo que diga La RAE me gusta poner esta tilde) y esté

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  4. ¡Qué torpe! Faltan los dos dos puntos y el sólo iría en minúsculas.

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  5. Ahora, que el cocinar y guisar se está elevando al arte, el arduo trabajo de las millones de trabajadoras que, como hormiguitas en su hogar, contribuyeron a sacar esta regia patria hacia adelante sigue sin valorarse lo suficiente. Con los guisos, los asados y los fritos ocurre, como con otros muchos productos del trabajo, que desaparecen con su consumo. Así que un hurra por las tortillas de patatas, perdón quise decir "española", creadas por la mencionada y que no estaban a menos altura de los retratos que se nos ofrece al gusto, . Y con ello un ¡hurra! a todas las mujeres trabajadoras que hacen grande la vida.

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