lunes, 1 de junio de 2015

El pito, ese arma de irritación masiva (de monárquicos y lacayos)

Llegó el día que tenía previsto hace cierto tiempo, el de escribir sobre la pitada, al himno monárquico español y al rey, programada para el 30 de mayo desde que se conoció que los finalistas de la Copa de fútbol eran el Bilbao y el Barcelona. Mala suerte para los monárquicos y los defensores de la sacrosanta unidad de la patria hispana y su perdurabilidad más allá del fin de los tiempos. 
El joven Borbón, impertérrito, tieso como una estaca, mirada al frente, perdida en los vaivenes del insonorizado himno. Como un hombrecito, carajo. Casi me resultó enternecedor verlo a usted aguantando la ira, la cachetada que su cerebro le dictaba a su mano, mientras a su lado Artur Mas paseaba ufano la miradita por el estadio con una sonrisa más estruendosa que la acogotada musiquilla. Le diré a Pablo Iglesias, el rojo disfrazado que va a llenar Madrid de soviets y el estado español de capotes bolcheviques, que para la próxima cita que tenga con usted le lleve de regalo "Así se templó el acero" de Nikolai Ostrovski, obra culmen del realismo socialista, al que según esa maestra, que no aprendiz de bruja, llamada Esperanza Aguirre, nos llevará Pablo. Pero tranquilo, siempre le quedará el pelota de la clase: Pedro Sánchez. Llamándole a palacio, con su almita republicana postrada a sus pies, para expresarle "todo su apoyo y el del partido".
En la grada del Camp Nou pitos, esteladas, ikurriñas y al menos una rojigualda ondeada por dos aficionados bilbaínos (lo he visto hoy en la tele, no me lo invento). En territorio hostil, y como si nada oiga. Ellos expresando en medio de la pitada, con todo su derecho, su amor a la bicolor. Rodeados de diabólicos separatistas y republicanos (en este caso catalanes y vascos). O sea, fiesta y una protesta tan ruidosa como leve y pacífica. Una catarsis colectiva, políticamente inocua, que el gobierno patriota de las cajas b, los tesoreros procesados y los recortes sociales criminaliza, antes de que acabe el partido, con un comunicado en el que convoca una reunión de la comisión antiviolencia en el deporte para que estudie si es pertinente establecer algún tipo de sanciones, alegando que "la intolerancia de algunos no debe poner en riesgo la convivencia de todos". 
Hace 90 años, en 1925, durante la dictadura de Primo de Rivera, el campo de Les Corts fue cerrado durante tres meses por pitar el himno español. Imagino que la comisión antiviolencia (¿qué violencia y por parte de que personas se ejerció ayer?) será más benevolente en su hipotética sanción. Pienso que tecnológicamente es factible la identificación de cada espectador asistente. Sancionar a los clubes es convertir a las dos hinchadas asistentes en menores de edad. Si el gobierno cree que en el estadio había decenas de miles de instigadores a la violencia que actúe contra ellos y autorretrate con más claridad su faz represiva y doblerraserista. Sí, el mismo día de la pitada que insonorizó el himno, en una plaza madrileña se celebró una concentración convocada mediante mensajes de móvil, sin comunicación a autoridad gubernativa alguna, bajo el lema: "Madrid no es comunista". Fueron amenazados y zarandeados varios periodistas a los que un ultra, con añoranza de su amada Inquisición, advirtió: "¡Os vamos a quemar vivos!". Otra más civilizada espetó: "¡Así os pegaran un tiro!". La policía estaba allí. Por supuesto, ni han olido el calabozo. Pero ya se sabe, los violentos en el estado español siempre anidan en los territorios desafectos. Sean estos físicos o ideológicos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario