domingo, 28 de junio de 2015

Elige, pero no decidas

Syriza ha decidido convocar para el 5 de julio una consulta sobre la última propuesta económica hecha por la Unión Europea a la nación griega.
Y un grito subió al cielo. 
En el Olimpo los viejos dioses helenos, tan pendencieramente humanos como hedonistas, se remueven inquietos en su confinamiento. Desde hace casi dos mil años Europa, incluida su patria, cuya enseña integra una cruz, es territorio espiritualmente gobernado por los diferentes nombres de Yavé. Desde hace casi dos mil años el pequeño territorio griego es sinónimo de apacibles filósofos y, tras las revoluciones burguesas del siglo XIX, de, en frase tan rimbombante como manoseada, "cuna de la democracia". 
Extraña democracia ateniense del siglo V a. C., trufada de esclavismo y exclusión de las mujeres, donde 40.000 varones mayores de edad decidían por 300.000 habitantes. Pero en su honor hay que reseñar que aunque existía la Boulé o Consejo de los Quinientos, especie de parlamento elegido mediante sorteo por un periodo de un año, las grandes decisiones que afectaban a la polis, a la ciudad-estado que se autogobernaba, eran tomadas por esa imperfecta asamblea.
Hoy, los que gritan al cielo monoteísta amenazando con convertir, no la triste morada de los dioses periclitados, sino toda Grecia en una copia del derruido y expoliado Partenón, están airados porque un gobierno convoca a un pueblo a pronunciarse sobre unas medidas que pueden tener un impacto social brutal sobre la brutalidad ya preexistente. El gobierno griego es acusado de "dejación de funciones" por consultar a la población sobre la que se aplicaría ese programa económico basado en recortes a los pensionistas y el incremento de los impuestos más injustos, los que gravan el consumo. 
Funciona en muchas mentes la política del cheque en blanco. Quién vota otorga. Y ahí se acaba nuestro papel en la función democrático-representativa. No deja de causarme cierto estupor la cantidad de demócratas con una grave patología de alergia a las consultas populares que pululan por el estado español. De hecho, en la constitución española el referéndum, en el colmo del absurdo (te pregunto y después hago lo que me da la gana), es meramente consultivo. Lógicamente hay derechos básicos incuestionables. Pero fuera de ese territorio la población tiene el derecho y, sobretodo, asumiendo sus decisiones, acertadas o erróneas, el deber de pronunciarse sobre asuntos de gran calado que afectan de manera incuestionable al devenir de sus vidas.

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