martes, 9 de diciembre de 2014

Santi Potros y Plazaola: la polémica

Santi Potros ha cumplido 27 años de cárcel (13 en Francia y 14 en España).
Alberto Plazaola ha estado en prisión 24 años (6 en Francia y 18 en España).
La Audiencia Nacional acordó ponerlos en libertad el 4 de diciembre debido a que decidió computar el tiempo de condena en Francia. La fiscalía va a recurrir la decisión al Tribunal Supremo.
La polvareda mediática ha sido enorme. Enseguida se les ha puesto el altavoz a esos grupos fácticos de presión que son las asociaciones de víctimas del terrorismo. En ningún momento cuestiono el dolor de unas personas cuyo familiar haya sido asesinado en una acción violenta, sea cuál sea la ideología que la sustente. Pero me parece excesivo hablar de burla a la justicia y desprecio a las víctimas y familiares. De todas maneras los dos casos son diferentes. A Santi Potros se le considera inductor de 35 asesinatos (entre ellos los 21 de Hipercor en Barcelona en 1987). Ya más de uno ha sacado cuentas y ha dicho que cada crimen le ha costado menos de un año de prisión. Lo siento, no puedo evitarlo. Lo he dicho en otras ocasiones y lo reitero, incluso con las mismas palabras (me hago viejo y cada vez más empecinado): en España miles de asesinos fascistas no han pasado ni cinco minutos en una dependencia policial o judicial. El gobierno español ni siquiera ha entrado a considerar la orden de la Interpol que pide, en aras de la jurisdicción universal para los delitos de lesa humanidad, la extradicción a Argentina de 20 jerarcas del régimen fascista español. Ese régimen que, por ejemplo el 3 de marzo 1976, en Vitoria, mató a 5 trabajadores e hirió a varias decenas más al ametrallarlos. Aquí, si hacemos esa operación numérica, habitual casi exclusivamente con el finiquitado terrorismo etarra, de asesinados y años de reclusión, el resultado es cero. Santi Potros ha pasado 27 años encerrado. No es una burla o una condena menor. Quién tenga ese criterio que pida la cadena perpetua o que sea aún más audaz y solicite el restablecimiento de la pena de muerte. Soy honesto. Si alguien asesina violentamente a un familiar directo mío desearía, en la negrura de mi ira y mi dolor, arrancarle (es una metáfora, por supuesto) el corazón. O sea, no desearía justicia, anhelaría venganza, al menos al principio, con la herida abierta y fresca. Por eso las leyes, sin entrar en mil particularidades y sabiendo que la balanza suele inclinarse hacia la clase dominante, como ente global, son un gran avance civilizatorio. 
El caso de Plazaola es, bajo mi punto de vista, una injusticia. No su liberación, sino que haya pasado 24 años en prisión. Por una sencilla razón: está condenado por dos asesinatos frustrados y un delito de estragos al colocar una bomba en la puerta del bar. Afortunadamente (nunca mejor dicho, pues era su intención), no ha asesinado a nadie y las penas no son (ni deben serlo) iguales por la intención de un delito que por su consecución. Los casos son disímiles. Sin embargo, bajo el paraguas de ser de ETA, han pagado prácticamente lo mismo teniendo responsabilidades muy diferentes. Un preso común por intento de asesinato no pasa 24 años en la cárcel, muchos ni siquiera por un asesinato consumado. Pero Plazaola y Santi Potros no eran presos comunes, eran, guste o no, presos políticos de una organización que practicaba una violencia indeseable con unos objetivos políticos, como hicieron los fascistas que se adueñaron de las estructuras de un poder que usaron, durante más de 40 años, con extremada y generalizada crueldad, sin ser jamás juzgados.

1 comentario:

  1. Completamente de acuerdo con que la asociación de víctimas del terrorismo se ha convertido en algo más que una simple asociación de consulta por parte de la administración, y no solo eso, sino también una plataforma con muchísima difusión mediática, ojo, que no pretendo mezclar esto con el sufrimiento de estos, que me parece razonable, pero de ahí a haberse convertido prácticamente en un medio de presión de la justicia hay un trecho..., las penas son las que son y que establece la ley, y estas son las normas del juego en un estado de derecho y no podemos convertirnos en un estado que incumple sus propias normas.

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