jueves, 25 de septiembre de 2014

"La guarida del depredador"

Titular: "Cazado".
Frases al azar: "la guarida del depredador", "persona muy parca en palabras", "es español, aficionado al culturismo y a las artes marciales", "estoy tranquila relativamente, gente como esa hay mucha suelta".

El titular y las frases arriba reproducidas y cazadas (nunca mejor dicho) al vuelo, las anoté mientras el programa de La Sexta "Más Vale Tarde" hacía un enorme despliegue sobre la captura del presunto abusador de una serie de niñas en el barrio de Ciudad Lineal, en Madrid.
El titular implica bestialización. El individuo no es detenido o capturado, es cazado, alimaña infecta, en su guarida de depredador. Es despojado de sus atributos de ser humano sin esperar siquiera a que un tribunal establezca, si procede, su culpabilidad y aplique, si es pertinente con todo rigor, la sentencia correspondiente. La presunción de inocencia a la que tan recurrentes son las autoridades o los grandes medios cuando se habla de corruptelas, de delitos de cuello blanco que implican el saqueo de las arcas públicas, es sistemáticamente ignorada ante determinados delitos que causan, agitados por los medios, no alarma, sino auténtico pavor social.
Entiendo el temor de los padres y madres de Ciudad Lineal, su vigilancia constante,  me congratulo de sus suspiros de alivio si efectivamente el individuo capturado es el responsable. Pero a los medios de comunicación social no les perdonaré jamás que alimenten, que ceben con alevosía la irracionalidad, la ferocidad, por un plato de lentejas publicitarias. Que para combatir la maldad nos quieran convertir en malvados, que no nos animen a pensar sino a retorcer el colmillo y desconfiar, por ejemplo, del tipo parco en palabras (sea blanco, negro o café con leche), o del individuo que en un gimnasio delira con sus músculos y a nadie daña. Sé que no vivimos en un mundo de colores y amabilidades infinitas, sé que naufragamos en una sociedad que tras el oropel, las fachadas fastuosas, oculta la mugre, como el maquillaje y las pelucas del siglo XVIII tapaban las pústulas. Yo también le aconsejaba a mi hijo cuando era pequeño, que fuera cauto con el desconocido, pero siempre intente evitar ser, (y lo que es más importante, que no lo fuera él) esclavo del miedo. Tal vez porque me pregunto si de verdad queremos educar, en las casas o en las escuelas, en la idea de que el ser humano con el que me cruzo por la calle tiene muchos boletos para ser un demonio. Hace algo más de una semana la policía salvó a un hombre del linchamiento cuando fue confundido, "por su actitud sospechosa", con el individuo ahora detenido. Ser sospechoso, ahora mismo, si por ejemplo haces fotos con un móvil, es una ruleta sencilla. Y para eliminar la inquietante sospecha siempre hay gente con afán teatral y ánimo de turba, y no me refiero a unas familias heridas en lo más íntimo, que probablemente tienen bastante con intentar reparar el desaguisado que ha entrado en sus vidas, gente dispuesta, me pregunto si con tanto regocijo como encono, a aplicar la "ley de Lynch".

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