lunes, 21 de agosto de 2023

Daniel Sancho y Javier Milei: realidad y metáfora


Hay dos noticias recientes que, siendo de ámbitos muy diferentes, no he podido dejar de relacionar en el plano de lo metafórico. Quizás alguien tras leer este texto piense que he ido algo más lejos de lo debido en mi afán de establecer, aunque sea simbólico, un nexo entre elementos diferentes. No lo discutiré, son ideas que se presentan, ceñudas y malvadas, en mi callejón, y empiezan a cosquillearme e intranquilizarme. 

Una de las noticias es el crimen, pasto de horas y horas de televisión, llegando a abrir portadas de informativos de hora punta como el de A3, perpetrado en Tailandia por Daniel Sancho, nieto e hijo de actores famosos, más el abuelo, guerrillero rudo pero honesto contra las tropas napoleónicas en el personaje de Curro Jiménez, que el padre. Un hecho de este tipo, con la andanada de informaciones que le sigue, es un cursillo acelerado de mala praxis periodística donde el morbo y la miseria moral son estandartes. Cierto es que aquí se plantea un poco el dilema del huevo y la gallina en términos de si es primero la carroña mediática o el carroñero consumidor que da altos índices de audiencia. Una  vez escuché al antropólogo Manuel Delgado, persona que siempre te remueve el pensamiento y tiende a descolocarte, expresar que la causa principal de la basura televisiva era la demanda de la gente. Pienso que establecer el punto de fractura entre una cosa y otra no es matemático y sí altamente opinable. No obstante, lo que está claro es la retroalimentación entre el emisor y el receptor. Por cierto, este último con las redes sociales también forma parte de la cadena de emisión y de la formación de opinión. Los medios venden (¿y crean la necesidad?) lo que millones de personas están prestas a consumir. El llamado mundo del corazón hace que seres humanos sin oficio ni beneficio, auténticos mendrugos sociales, vivan a costa de pertenecer a determinadas familias, ya no aristocráticas (cualquiera de más de 60 años recuerda la sempiterna presencia en el papel couché de los 70 y 80 de la repudiada Soraya sustituida por Farah Diba), sino segundas y terceras generaciones mayormente de cantantes y toreros, que, cuando se unen generan auténticas joyas humanas que han crecido a golpe de exclusiva. Son una especie de realeza plebeya que hereda las portadas de las revistas y las parrillas televisivas dedicadas al famoseo parasitario. El crimen de Daniel Sancho muestra una modalidad de delito que no es novedosa pero que tiene un epílogo especialmente tremebundo y malsano. En Lanzarote acaba de ser condenado un individuo por lo mismo que según confesión propia ha hecho Daniel Sancho: descuartizar, siendo aún más crudo en la expresión, destazar a una persona como si de una res se tratara. Hace muchos años ya ocurrió en Gran Canaria el sórdido crimen del contenedor donde varios individuos de familias adineradas asesinaron y desmembraron a una prostituta tirando sus restos a un contenedor en la zona del puerto de Las Palmas de G. C. El caso de Lanzarote fue escandaloso porque de la víctima solo se recuperó un trozo de pulmón, circunstancia que, por uno de esos vericuetos legales, acabó beneficiando al asesino pues al no haber más restos no se podían demostrar otros elementos que podían coadyuvar en una condena mayor, saldándose crimen y descuartizamiento con poco más de 15 años de prisión. También fue escandaloso que pasados 4 años, el máximo de prisión preventiva, quedara libre en enero de este año por lentitud e ineficiencia judicial hasta que se celebró el juicio a inicios de junio.

El caso de Daniel Sancho es especial porque en no pocos medios ha asomado un tufillo, llamémoslo patriótico, que a veces torna en olor pútrido cuando un columnista de ABC, Salvador Sostres, escribe en un artículo llamado Dani en Tailandia (fíjense en el diminutivo amistoso) que Sancho puede haber sido víctima de lo que mi abuela llamaba “la mala leche del maricón” que es retorcida, perversa, desesperante, y puede llevarte a la enajenación. Perciban la estulticia: eres víctima de un individuo que se pertrechó con aparejos de carnicero para liquidarte y tratarte como una pieza de vacuno, para que de ti no quedara rastro en la faz de la tierra, y encima un escritor miserable, por el simple hecho de la nacionalidad común, defiende al que quitó la vida y desmembró, denigrándote, convirtiéndote a ti, víctima, en culpable, y, lo más grave, lo hace sin conocimiento de causa, sin tener elementos sólidos para argumentar esa defensa. Si las nacionalidades estuvieran invertidas, el español fuera el descuartizado y el colombiano el descuartizador, Sostres y todos esos programas que casi quieren transmitir el día a día de la estancia en prisión de Sancho, esos que obvian que hay más de 900 españoles en prisiones foráneas cuyas condiciones les importa un bledo a los medios, pedirían el más ejemplar castigo. Pero no, al toque de la patria se han erigido, con sutileza, en abogados defensores que cuestionan si está en sus cabales y las probabilidades de extradición de ese paraíso de playas maravillosas tornado en territorio pérfido y subdesarrollado que incluso tiene un rey estrafalario con tropecientas concubinas, al contrario que España que durante treinta y pico años tuvo como jefe del estado, por la misma vía del coito que el tailandés y el añadido oneroso del nombramiento de un dictador fascista, a un dechado de virtudes que, oh casualidad, era bastante ladrón y, autopista que aún pervive para su hijo reinante y su nieta por reinar, absolutamente irresponsable ante la ley. Sus latrocinios y tropecientas amantes son dignas de un país desarrollado con una justicia de alto nivel que nunca pudo llegar a averiguar en la contabilidad del PP si M. Rajoy era Manuel Rajoy, Miguel Rajoy o, improbabilidad extrema, Mariano Rajoy. Más lacerante aún es cuando comparas el mimo, la atención a un asesino y descuartizador confeso (a mí esto, esas horas de arduo trabajo de despiece de una persona a la que se supone que querías me deja anonadado y perplejo, debo ser un tipo poco dúctil) con el caso, infinitamente menos conocido y muy poco tratado por los medios españoles, del periodista Pablo González que lleva un año y medio preso preventivamente en Polonia por supuesto espionaje a favor de Rusia sin que se le hayan formulado cargos. Imagínense, haciendo otro ejercicio inverso, al mismo Pablo González preso por espionaje en Rusia, todo serían ríos de tinta y mil asociaciones de prensa plañendo por su libertad con tenacidad de martillo pilón. El desequilibrio mediático y la inequidad y liviandad moral no tienen límites. Entiendo que Sancho tiene derecho a una defensa competente como cualquier otro ser humano, pero no hay derecho a hacer bandera patria, hablando incluso sin ser juzgado aún de extradición, con una situación que desvela una podredumbre humana espeluznante.

Ahora voy con Javier Milei, el otro nombre propio de este texto. En las elecciones primarias de Argentina, conocidas por el acrónimo PASO (Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias), triunfó con el 30% de los votos emitidos, algo más de 7 millones de sufragios. El individuo se define, con ánimo engatusador, como anarcocapitalista cuando su denominación correcta sería ultracapitalista. Plantea la eliminación de todos los ministerios que podríamos llamar sociales, los que no ejercen el poder coercitivo del estado. Defiende que la justicia social es una aberración (adjunto al final vídeo de 40 segundos) que hay que eliminar, cuando lo que sí sabemos es que la justicia social casi siempre es, como la utopía, un horizonte al que acercarse pero bastante complicado de lograr. Quiere que el estado quede reducido a los pilares esenciales que otorgan el dominio de clase: policía, ejército y jueces. Esa trinidad ya les digo que es intocable. Todo lo demás es prescindible. A la organización con la que lucha por conseguir sus propósitos le ha llamado La Libertad Avanza. 

Así surge una de las palabras más peligrosas de los tiempos actuales. Una palabra con muy buena prensa pero que, aunque parezca paradójico, está haciendo un gran servicio a los elementos más fascistizantes de la derecha. Milei y Díaz Ayuso, la que dejó sin asistencia a los ancianos en las residencias madrileñas durante la pandemia, son hermanos ideológicos, aunque también tiene plena sintonía con VOX, fascistas políticos y ultraliberales económicos. Ayuso, quien quizás en un futuro menos lejano de lo que pensamos sea líder estatal del PP, ya ganó en 2021 unas elecciones usando arteramente la libertad como sinónimo simplón de tomarte unas cervezas en una terraza. Si ese es el listón entonces el franquismo era el crisol de las libertades: en la tele chistes para escarnio de maricas, gangosos y los que entonces llamaban subnormales, en los bares libertad total de fumar y trasegar cerveza y otras bebidas más contundentes sin límites, la posibilidad de los padres de no enviar a sus hijos, y principalmente hijas, al colegio, o de los maestros de aplicar, palo mediante, en mi colegio lo había, castigos físicos. También, esto ya en democracia, podíamos ver a Martes y Trece haciendo un sketch protagonizado por una mujer con un ojo morado por los malos tratos (no es mal tipo pero tiene el pronto) del marido. Por eso, unos cuantos artículos atrás expresé que la defensa de la libertad en abstracto es cosa perversa y de gente económicamente poderosa que puede edificar su vida casi construyéndose un estado propio. La utilización del término anarcocapitalismo, que le interesa a los conservadores, pues ese anarco ahí pegado casi te da una vitola progresista, imagino que es altamente ofensivo para las personas que profesan la doctrina anarquista o libertaria pues esta no defiende, en ningún caso, una libertad individual carente de todo límite salvo el que te imponga tu capacidad económica y los fusiles cuando la cosa se pone complicada y la gente sale a protestar. Los anarquistas, que como los comunistas saben que el estado y sus herramientas represivas (la tríada antes citada) están en poder de la oligarquía, se plantean principalmente la destrucción de esa parte represiva en un marco donde impere la igualdad social y existan herramientas para que ningún ser humano se sienta desvalido. La diferencia, grosso modo, con los comunistas, siendo el objetivo final esencialmente el mismo, es que estos plantean que como tránsito a la sociedad sin clases a la que ambos aspiran debe existir el dominio de la clase trabajadora lo que se llama dictadura del proletariado pues la oligarquía nunca renunciará pacíficamente al poder.

Milei es un ultracapitalista que, lo explica muy bien Jonathan Martínez en un texto en Público llamado Antisistema https://blogs.publico.es/dominiopublico/54729/antisistema/, viene a afianzar el sistema con una expresión más voraz, más criminal, más desnuda, sin ropaje alguno que lime las enormes desigualdades que en estado puro genera, el capitalismo. Abajo los impuestos, los dineros para el bolsillo, claman Milei y los de su laya. Así, el pobre infeliz se ahorra la minucia de unas decenas de euros o pesos y el poderoso se ahorra miles o millones que dejan de ir a tantas cosas comunes que son necesarias. No viene a hacer ninguna revolución, viene para acercarse (plasmarlo al cien por cien me parece irrealizable, pero intentan ir ganando terreno) al sueño húmedo de los ultraliberales económicos. Por ejemplo, destruir o debilitar al máximo a los sindicatos. El laburante, que dirían en Argentina, llegará a acuerdos particulares con el patrón. Por eso, más allá de las críticas que puedan hacerse a determinadas maneras sindicales de funcionar, cuando veo a trabajadores denigrar a esas asociaciones que empezaron a constituirse en los primeros decenios del siglo XIX como única posibilidad de los obreros de conseguir mejoras ante una explotación atroz que no respetaba ni a los niños, vuelvo a mi conclusión de siempre: que contundente es la derrota ideológica y que triste la desmemoria y el desconocimiento de que las luchas obreras, trufadas de sangre, lideradas por los sindicatos de clase (el sindicato vertical franquista era un intento fascista de “conciliación” de clases) han sido esenciales para avanzar en múltiples derechos que nunca surgieron de la nada. Otra de sus propuestas polémicas es la libertad de vender órganos. Podrían, adentrándonos en la distopía, hacerse subastas de órganos. Imagínense: mi familia, esos cabrones que aspiran a la justicia social de una existencia digna, está pasando hambre, puede ser desahuciada, oye, me sacrifico y les soluciono la vida. También planteó en una ocasión, creo que no lo repitió más, que madres y padres puedan vender a sus hijos. Fíjense: siempre el hilo conductor es la clase social, la riqueza inexistente para unos y rebosante para otros.

La libertad esta gente no la plantea como un elemento que te haga libre  colectivamente, con los otros, con el cuerpo social, sino como una posibilidad de satisfacción personal casi inmediata. No me he olvidado de que al inicio del texto hice una vinculación metafórica de Sancho y Milei. Acabo de escribir el concepto que me ha hecho emparentarlos: cuerpo social. Y es que cuando arremete contra la justicia social o los zurdos hijos de puta, o lo vemos arrancando simbólicamente de un pizarrón blanco (segundo vídeo, de 59 segundos, que añado) papeles con los nombres de los ministerios sociales, se vislumbra como un descuartizador social. Un tipo que nos quiere desmembradas islas recelosas, armadas como en EEUU, que como bandera ostenten la desconfianza hacia el semejante. Cada cual tendrá derecho a defender, incluso a tiros, su predio, aunque este sea una baldosa mugrienta, como un territorio sagrado en el que cualquiera puede ser un enemigo. Sé que sueno apocalíptico, pero sus ideas transpiran ese disparate que es el capitalismo extremo. No quiero dejar de expresar mi desazón por ver a tantos millones de personas, muchas de ellas de humilde condición, algo similar ocurre en menor medida con VOX en el estado español, afilando el hacha del que sin disimulo, ahí está la diferencia con otras derechas, viene a cortarnos la cabeza y lo que se tercie si limita la libertad del poder del dinero.






1 comentario:

  1. Los chismes sirven en la sociedad mercantil, como tantas otras cortinas de humo en mantener la paz social. La trascendencia de cada una de las interacciones es nula. Solo sirven las noticias.

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