viernes, 10 de abril de 2015

El último vuelo (criminal) de Narciso

El accidente del avión alemán de la compañía Germanwings que, según las investigaciones hechas públicas, estrelló su copiloto contra Los Alpes, ha hecho correr (en una tendencia imparable de exprimir, quizás hasta el exceso, las catástrofes) ríos de tinta, de palabras y de imágenes televisivas. No voy a entrar en el consabido tema de que este mismo suceso en Birmania (país quizás conocido principalmente por dar nombre a una película bélica de la 2ª Guerra Mundial), no dura más de un día en la primera plana de los noticiarios europeos, salvo en los españoles y alemanes debido a la cantidad de fallecidos de esas nacionalidades. Todos sabemos que aunque el mundo es cada vez más, en el ámbito informativo, una aldea global, la cercanía física y política (en el sentido de pertenencia una misma comunidad estatal) sigue siendo básica, salvo acontecimientos de enorme magnitud, para dimensionar un suceso. No obstante, hay que reconocer que el accidente de un avión de pasajeros casi siempre es noticia relevante, pues su consecuencia, en la mayoría de los casos, es una cantidad elevada de fallecidos en un instante. No existe el goteo, poco noticioso, salvo en el ámbito local, de los accidentes de tráfico. Hace 15 años en España fallecían anualmente alrededor de 6.000 personas en accidentes de carretera. Hagan ustedes las cuentas, dividiendo entre 12,  y verán que es el equivalente a un avión grande estrellado cada quince días. En 2014 afortunadamente (entre muchas comillas) esa cifra había descendido a pocos más de 1.100. Cuando salen estos datos anuales creo que casi ningún informativo los pone en su cabecera ya que, salvo para sus familiares, estas personas pasaron al mundo gélido de la estadística.
Siempre que se produce un accidente de este tipo, como prevención de la congoja, se nos insiste en que el avión es el medio de transporte más seguro, "mucho más que el automóvil" suele ser el remache. Nos quieren transmitir que si tenemos la "osadía" de ponernos cotidianamente al volante de un coche no debemos tener miedo alguno de elevarnos en un artilugio miles de metros. Este argumento me genera alguna pregunta. Quizás estoy planteando una barbaridad, pero creo que habría que cuantificar cuantos desplazamientos anuales hay en cada medio de transporte y hacer (si son posibles) las equivalencias de siniestralidad pertinentes. Siguiendo con las equivalencias, aunque ahora sea para cuestionarlas, me pregunto si es comparable un medio de transporte casi totalmente profesionalizado con otro en el que ocurre justo lo contrario. Por último, parece lógica la exhaustividad en el control técnico de un aparato cuyo soportes físicos no son ni el estado sólido ni el líquido.
Antes de entrar en el objetivo inicial de este texto (más que irme por los cerros de Úbeda, vivo en ellos), el copiloto, me gustaría reflejar la paradoja de que un dispositivo ideado para evitar la entrada de enemigos, el bloqueo de la puerta desde dentro, no haya previsto la remota, pero real (5 casos conocidos en los últimos 20 años), posibilidad de que ese enemigo ya estuviera dentro. En la carretera, siguiendo con la paradoja y reconociendo que los cinturones de seguridad han salvado muchas vidas, no podemos perder de vista la gente que ha fallecido en interior de un vehículo que se incendia, atrapada por el dispositivo que debería protegerla.
Lento, pero llego a Andreas Lubitz. Pueden inspeccionar su vida al derecho y al revés, y publicar entrevistas con gente que lo conocía íntimamente o con una vecina que ya percibía ciertas turbiedades en su proceder o en su mirada. Sé que los hechos no suceden sin causa, pero estoy convencido de que por el mundo pululamos millones de seres humanos que nos movemos en parámetros psicológicos similares a Andreas, y que en una entrevista en la que nos jugáramos ser aptos para un determinado trabajo, mentiríamos, mostraríamos un yo adecuado a lo que el otro quiere ver. La aptitud física es mensurable, la psíquica, cuesta mucho más establecerla con precisión.
Una exnovia ha declarado que Andreas quería pasar a la posteridad, que tenía ataques de ansiedad y pesadillas, que sabía esconder a los demás lo que le pasaba dentro y que tenía una crisis existencial. Como guinda para describirlo me ha llamado la atención el juicio emitido por el psiquiatra español Francisco Toledo: "no era un enfermo mental, sino un narcisista maligno".
Posteridad: ¿ninguno de ustedes se ha preguntado alguna vez quién los recordará? ¿por qué la inmensa mayoría de los seres humanos sólo somos historia colectiva? ¿en el concepto alma, en su creación, siendo diferente, no anida ese deseo de trascendencia?
Ataques de ansiedad y pesadillas: quizás vivir sea básicamente eso para una enorme cantidad de personas, un control continuo de nuestras ansiedades, entendiendo éstas como el fruto de diferentes tipos de miedos.
Esconder el interior: ¿es concebible o tolerable una vida a pecho descubierto, sin refugios inaccesibles, sin santuarios inviolables? ¿se imaginan la tragedia que supondría que tras nuestra sonrisa agradable y mesurada el interlocutor leyera en nuestra mente la realidad, fangosa, que en no pocas ocasiones esconden nuestras bellas palabras?
Crisis existencial: probablemente esta sea, en su sensación de paisaje desolado, tan feroz y dañina como la crisis económica, bastante más conocida. No obstante, me cuestiono si cuando ésta última entra por la puerta su prima existencial, tan difusa ella, salta por la ventana.
El final.
Narcisista maligno: esta definición de Andreas, por lo novedoso (al menos para mí) del concepto, me ha impactado. Narciso, prendado de sí mismo y malvado, sacrifica su parte hedonista, asume el imposible disfrute de la obra cumbre de su malignidad, y ante el escaso reconocimiento del mundo, suicidándose asesina, por vía vicaria, en ese pequeño mundo aislado que era el avión, a toda la humanidad.

6 comentarios:

  1. ¿Realmente hay pruebas que podamos comprobar que el piloto alemán hizo eso? En caso de ser cierto tiene que haber muchos audios y vídeos de llamadas de la tripulación que conocía lo que ocurría a la central, a la policía, a los amigos y familia.... Porque creo que no fue instantáneo el choque, sino que pasaron minutos.

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    1. Por eso al principio digo que "a la luz de las investigaciones hechas públicas estrelló el piloto".
      En cualquier caso caso ¿crees que el copiloto puede ser una especie de chivo expiatorio? ¿qué interés existiría en tal cosa?o ¿qué se podría querer ocultar?
      En cualquier caso agradezco tu comentario, pues aparte de los interrogantes, me ha hecho pensar que quizás he errado al titular este texto. Un saludo.

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    2. Pido disculpas por comenzar el segundo y tercer párrafo con la misma fórmula

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    3. Solo comento que yo al menos no veo ninguna prueba y si no veo pruebas no se puede aceptar una hipótesis, como de momento es esa dicha, más siendo tan extraña.

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  2. Benos días, don Pepe Juan, me encuentro con el encantador e inteligente alumnado de 2ºbachillerato-D del Pérez Galdós al que animo a participar, voluntariamente, en su blog...no saben que he cerrado la puerta por dentro.
    Un abrazo

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  3. Muy agradecido don Manuel, pero no promocione callejones cochambrosos, empeños de viejo.
    Un abrazo sincero.

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