sábado, 21 de marzo de 2015

Lugares para la heroicidad o la villanía (de la guarimba al asedio)

El Tribunal Supremo acaba de condenar a ocho personas a tres años de cárcel por "atentado contra las altas instituciones del estado". La sentencia hace referencia al llamado "asedio" (el término, sin ser incorrecto, lo reconozco, me parece excesivo y nada inocente, pues en el imaginario de casi todo el mundo un asedio es una acción de cerco prolongado en el tiempo y realizado con armamento) al parlamento catalán ocurrido en 2011. La acción, en un alarde de violencia, acabó con graves daños, en forma de manchas, al abrigo de una diputada, y con alguna mojadura que desconozco si derivó en resfriado.
A los ahora condenados les faltó estar en el lugar adecuado para ser loados, por esa "fiel infantería" que son nuestros creadores de opinión, como "luchadores por la libertad" (denominación que se daba en "Rambo III" a los yihadistas que luchaban contra el civilizador ejército soviético en Afganistán durante los años 80). Ese lugar, que lograría tan milagrosa mutación, ustedes lo intuyen, se llama Venezuela. 
Si los condenados llegan a entrar en prisión, propongo a sus familias que se trasladen a la otra orilla del Atlántico y denuncien el carácter represivo del régimen monárquico español. Seguro que Nicolás Maduro estará encantado de recibirlos con gesto contrito, al mejor estilo fariseo, (Aznar con cara apenada llevando del brazo a la esposa de Antonio Ledezma), de uno de los perpetradores del crimen de lesa humanidad que se fraguó en el macaronésico archipiélago de Las Azores.
La vida a veces, según el momento y lugar, y sobre todo según los intereses y servidumbres de quién cuenta la historia, te transmuta de héroe a villano o viceversa. Los guarimberos venezolanos enmascarados, que hace un año incendiaron  edificios oficiales y cerraron vías durante días y tendieron cables que asesinaron a motoristas, son mártires de la dictadura chavista, dignos de entrar al templo de la democracia bajo palio de tertulianos. Igualito que Leopoldo López, ese "jefe" opositor que (yo lo vi en Tele Sur) llamaba a derrocar al gobierno electo de Maduro usando cualquier medio. El guarimbero violento de Venezuela (donde desde 1998 se han celebrado 19 procesos electorales) es héroe democrático, mientras el "asediante" catalán, armado de pintura y agua, es villano liberticida.
Lo que sí son, sigo erre que erre, los de Venezuela presos en la actualidad, y serán, si ingresan en prisión, los de Cataluña, es presos políticos. Concepto que, en otro juego mediático tramposo, se les aplica a los opositores venezolanos y se les hurta a los que realizaron esa acción de oposición política que fue el intento de bloquear el parlamento catalán. Desde mi punto de vista el concepto de preso político supera ampliamente el marco de preso de conciencia u opinión. Me parece absurdo dudar que la hipotética implicación en una acción golpista violenta del alcalde de Caracas obedece a motivaciones políticas (aunque nos disgusten a quiénes somos de izquierdas) en defensa de los intereses de la oligarquía. Políticas también, aunque diferentes (y sin duda a mí me gustan más), eran las motivaciones de los centenares de personas que rodearon el parlamento catalán.
La violencia (sobre cuyo concepto y formas que adopta habría que establecer un difícil consenso), la historia lo demuestra, es uno de los ingredientes, aunque repulsivo, más habituales de esa salsa imprescindible, salpicona y picona, llamada política.

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