Me comprometo a no tener pensamientos
emboscados.
A odiar,
digno hijo de estos tiempos de falacias,
las masacres de los bárbaros designados.
A marchar al paso alegre de la paz,
falangistamente,
entre montañas de cadáveres civilizatorios,
ignorando las sendas sinuosas.
Me comprometo a desterrar de mi mente
los estremecimientos
y el pasado que me acosa,
a ser, triste secuela,
el maestro sin ceremonias
que embelesa y miente,
que vislumbra y sirve
la forma perfecta, aterradora,
de aquellos que portan,
implacable traductora del futuro,
la risa vana.
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