Eres un cabrón Maduro.
Tienes la desfachatez de no morirte, de no sufrir un puñetero rasguño y encima
quieres hacernos creer que has sido víctima de un atentado, de esa palabra que
les querían aplicar (50 años de cárcel pedía el fiscal, los 12 resultantes tampoco
son moco de pavo) a los jóvenes de Altsasu por una pelea de bar con dos
guardias civiles de paisano.
Esa palabra, terrorismo, que
la gentuza que controla la línea editorial de los grandes medios españoles,
usan a su espuria conveniencia. Palabra que también quería aplicarle a Tamara
Carrasco, militante de los Comités de Defensa de la República, una fiscalía
enloquecida que, no obstante, obtuvo del juez su confinamiento en Viladecans,
la ciudad donde reside (algo hemos avanzado con respecto a la dictadura de
Franco, cuando a los opositores de élite, como los del Contubernio de Munich de
1962, los desterraban a las islas menos pobladas de este archipiélago
africano).
Palabra que también ha
utilizado un senador del PP, Joaquín L. Ramírez, para ensuciar el nombre de
trece mujeres que en un estado decente,
consecuente y honorablemente antifascista, serían heroínas nacionales.
El infame, que al menos tiene la virtud reveladora de decir lo que la mayoría
de su partido piensa, puso el siguiente tuit referido a las 13 jóvenes asesinadas
en agosto de 1939, en la cresta de la represión fascista: “¿inocentes o
terroristas?”
Saben: los militantes de la
resistencia francesa contra el nazismo, que realizaban legítimamente acciones
armadas contra el ocupante nazi y los colaboracionistas, eran tachados por los
nazis (la esencia del terror), siguiendo la máxima de Goebbels, de terroristas.
Hoy es impensable que nadie en Francia cuestione el sacrificio heroico de
aquellas personas. Al sur de Los Pirineos, donde paradójicamente se resistió
con más virulencia al fascismo, el cuestionamiento y el desprecio a los
luchadores antifascistas es moneda de cambio habitual.
Usan, los acorazados
mediáticos, la palabra terrorismo como un arma de alienación política, pues a
través de ella crean una visión estricta del mundo y trancan, con barricadas de
prejuicios, vías al pensamiento.
Por esta razón no me cansaré
jamás de repetir que, aunque 600 militares fascistas en la reserva (la cifra va
subiendo) lo reivindiquen, el principal líder terrorista del siglo XX español
se llama Francisco Franco, no Santi Potros, ese que provoca escándalo que haya
estado “sólo” 31 años en la cárcel. Y aquí surgen los matemáticos del delito
expresando su malestar porque haya cumplido menos de un año por cada uno de sus
40 crímenes. Hagamos matemáticas. A lo largo de toda la historia de ETA sus
militantes suman, con toda seguridad más de 1.000 años efectivos de cárcel.
¿Cuántos años encerrados suman los fascistas (sólo en Canarias, sin Guerra
Civil alguna, murieron más de los 800 asesinados por ETA en 50 años) que
asolaron el país con más de 100.000 asesinatos a partir de 1936?
Cero años. Suman cero años.
Hipócritas y miserables a
tiempo perpetuo. El programa de Antena 3 “Espejo Público” abrió su edición del
8 de agosto con la “tremenda” noticia del acercamiento de dos ex militantes de
ETA (ya todos lo son al disolverse la organización) a una prisión de Euzkadi. Estos
desinformantes profesionales, que viven con la sacralizada Constitución revoloteándoles,
presentan, con alarmismo, como un beneficio penitenciario aquello que está
recogido en su bienamada carta magna: los condenados tienen derecho a cumplir
sus penas lo más cerca posible de su lugar de residencia. Sean honestos y
explicítenlo: queremos que, a base de kilometraje, paguen también sus
familiares. Yo voy a serlo también: quiero que no entreguen los restos de
Franco a sus familiares, ni siquiera deseo que los depositen en el contenedor
de residuos orgánicos más próximo. A una cuneta anónima en un radio de 500 kilómetros
alrededor de Cuelgamuros. Y que la familia, con la fortuna acumulada (han
puesto a la venta el Pazo de Meirás por 8 millones de euros) y la colaboración
de los 600 militares fascistas en la reserva, se busque la vida.
Lo siento Maduro, preso de
otra dispersión, la mental, me he olvidado de ti, de que tú, aunque te manden
drones cargados de explosivos, que hirieron a varias personas, no eres objetivo
del terrorismo. Ante ti sí actúa, con el pecadillo venial de las acciones
violentas, la resistencia. Nada importa que este año se hayan celebrado unas
elecciones presidenciales a las que no concurrió parte de la oposición debido a
que tienen otros planes más radicales (muerto el perro se acabó la rabia) para
sacarte del poder. Contra ti tampoco existen los golpes de estado como el
ocurrido en agosto de 2017. Contra ti operan los levantamientos heroicos contra
la tiranía. El golpe de estado, la rebelión preñada de violencia merecedora de
los 30 años que sí cumplió Santi Potros, se produjo en Cataluña cuando un
parlamento, por mayoría absoluta, decidió poner las urnas el 1 de octubre.
Acabo con la letra,
traducida al castellano, de la canción “Els jorn dels miserables” de Lluis
Llach.
Qué pocas palabras
tengo
y las que os digo son tan gastadas
será necesario buscar nuevos caminos
en donde no sean preciso palabras.
Qué poca fuerza tengo
tantas veces la he mal encaminado
la quiero toda para mañana
cuando la gesta lleve el alba.
Cuánta rabia que tengo
tal vez es necesario ser perro desde ahora.
Cuanta rabia que tengo
y no quiero olvidarla.
Qué poca esperanza tengo
y tal vez será necesario dejarla
que no sea que esperar
nos aleje más de los actos.
Cuánta miseria que tengo
bajo los pies, encima de la espalda,
y la quiero guardar conmigo
hasta el día de los miserables.
y las que os digo son tan gastadas
será necesario buscar nuevos caminos
en donde no sean preciso palabras.
Qué poca fuerza tengo
tantas veces la he mal encaminado
la quiero toda para mañana
cuando la gesta lleve el alba.
Cuánta rabia que tengo
tal vez es necesario ser perro desde ahora.
Cuanta rabia que tengo
y no quiero olvidarla.
Qué poca esperanza tengo
y tal vez será necesario dejarla
que no sea que esperar
nos aleje más de los actos.
Cuánta miseria que tengo
bajo los pies, encima de la espalda,
y la quiero guardar conmigo
hasta el día de los miserables.
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