El anterior texto que subí a este blog hablaba de “camiones
rigurosamente vigilados” con el objetivo de impedir que esas potenciales armas
mortíferas irrumpan como un Leviatán asesino. El ejemplo parece que cunde. La última
acción de este tipo se ha producido hace pocos días en Jerusalén. Un palestino
lanzó el vehículo que conducía contra un grupo de soldados israelíes que
estaban subiendo a un autobús. Cuatro soldados resultaron muertos y el
conductor del camión fue abatido a balazos.
Primera medida del gobierno israelí (que en los
diferentes informativos, si la citan, lo hacen de pasada): la vivienda de la
familia del terrorista ha sido demolida. Con un par. Ya sé que no es una práctica
aislada, al contrario, es habitual en Israel. Puedo estar equivocado, pero no
me suena que esa medida se lleve a la práctica en otros lugares del planeta,
circunstancia que de producirse tampoco la justificaría. Una familia en pleno a
la calle por el “delito probado” del parentesco sanguíneo, y la hipócrita
comunidad internacional no denuncia ese método digno del nazismo. Por su parte
la UE sigue manteniendo, vergonzosamente, a Israel como socio económico preferente
mientras pone lupas sobre Cuba, Venezuela o Rusia y observa con prismáticos
inversos a un estado gamberro.
Además, las autoridades fascistas israelíes
procedieron a la “detención administrativa” de varios familiares. Detención
administrativa quiere decir que estarás privado de libertad por un periodo de
seis meses, que puede irse renovando, sin que se formule acusación alguna contra ti. Se estima
que actualmente hay 750 palestinos detenidos en Israel en esta situación que no es muy aventurado afirmar que consiste, de facto, en un secuestro
de estado. Cuando el estado, con todo su poder coercitivo, te detiene, lo mínimo
exigible es que, sea justa o injusta (esto se dirimirá posteriormente en los
tribunales), formule una acusación contra tu persona.
Siguiendo con los derribos, me pregunto si las diligentes
autoridades israelíes han derribado la casa de Elor Azaria, sargento de una
unidad ¡médica! que disparó en la cabeza a un palestino que yacía herido e
inmovilizado en el suelo y no suponía amenaza alguna para nadie en ese momento.
Este caso ha tenido que ser juzgado por la grabación de un vídeo que recoge el
hecho. Cabe preguntarse cuantas ejecuciones extrajudiciales, que no han salido a la luz pública, se habrán llevado a
cabo en otras ocasiones por el autodenominado “ejército más moral del mundo”. La
sociedad israelí, mayoritariamente, incluido el primer ministro Netanyahu, pide
que una vez se sepa la sentencia, tras el veredicto de culpabilidad por
homicidio (a mí me parece un asesinato alevoso), el sargento sea indultado. Esto
es una sociedad enferma de miedo y racismo. Los nazis pusieron en boga, desde
su delirante arcadia aria, el término “untermensch” (subhumano) para referirse
a la gente del este: polacos, rusos, serbios, gitanos… y judíos. Pues eso.
Observen atentamente el vídeo y fíjense en un hecho estremecedor: después de que el sargento médico carga su fusil y dispara, ninguna persona a su alrededor se inmuta lo más mínimo. ¿Qué conclusión se puede sacar de esa circunstancia?
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