lunes, 14 de marzo de 2016

Facha-da: un mundo ideológico entre Leopoldo y los presos saharauis en huelga de hambre

En el último texto que escribí, “El reino de la derecha”, defiendo la idea de que la derecha triunfa sin apenas oposición y que gran parte de la hipotética izquierda no es tal, pues no cuestiona el sistema capitalista y, además, esto lo añado ahora, tiene un enorme complejo ideológico. Me atreví a pedirle al PSOE que, por pura coherencia, renunciara a la S de socialista. Con todo derecho, y con el respaldo de esa realeza que se burla de nosotros (nos lo tenemos merecido, es repugnante ver a tanto idiota hablando sobre el error de los regios comentarios sobre López Madrid, eludiendo, por un lado, la lógica del desprecio que merece ese súbdito colectivo que, nos guste o no, es ese ente llamado pueblo español, y por otro, la idea esencial y única, que es la ilegitimidad de la monarquía, más allá de que en un desliz nos muestren su patita peluda de ente voraz. Perdón por lo extenso del paréntesis), el PSOE puede mandarme a la “merde”. Y admiro a la derecha porque sabe, sin complejos, y a veces con la colaboración de la hipotética izquierda, imponer su agenda. Ubicarla en el centro y agrandar su hegemonía ideológica.
Y justo en el centro, en el kilómetro cero, en la fachada de la Comunidad de Madrid, el gobierno del PP y Ciudadanos acaban de colocar una doble pancarta con el rostro del preso político con más fama en el estado español: el venezolano Leopoldo López. Una persona condenada en Venezuela como instigadora de las guarimbas, que hace dos años ocasionaron 44 muertos y grandes destrozos de bienes públicos. Me permito recordar que, hasta no hace mucho, la quema de un contenedor en Euskadi te podía llevar unos cuantos años a la cárcel. O que en esta bendita democracia dos titiriteros, por inaudita violencia con muñecos de trapo, padecieron prisión  durante cinco días  y están pendientes de un juicio donde podría pedírseles hasta siete añitos de trullo. O que en estos momentos, con el clamoroso y nada inocente silencio de los grandes medios informativos españoles, hay, en una prisión de Rabat, trece prisioneros políticos saharauis en huelga de hambre desde el uno de marzo. Aunque sea por vergüenza, por el cruel abandono hace ya cuarenta años de la población saharaui a su suerte, por la potencia administradora de su territorio que era España, el rostro de esos hombres debería ser difundido y objeto de toda la solidaridad institucional, aparte de la popular, en este país. También somos incapaces de ponerle rostro, aunque sea en una cuartilla del tamaño de la que daba vivas a alkaeta, al poeta palestino Ashraf Fayadh, condenado en Arabia Saudí, cuya familia real tanto se quiere con la nuestra, a ochos años de cárcel y ochocientos latigazos por renegar del Islam en unos poemas.

El rostro de Leopoldo en los muros de la antigua Dirección General de Seguridad de la policía fascista, no es la reivindicación inocente de un hombre encarcelado por sus ideas (y yo no niego su condición de preso político, pues puede haber un preso político con delitos de sangre). Es la condena, la demonización permanente de un proceso político de horizonte anticapitalista, que habla de construir el socialismo, que incomoda profundamente a la dominante derecha mundial. Un proceso político que, extraña dictadura, vio la victoria de la oposición en unas elecciones que, por primera vez en muchos años, oh casualidad, no sufrieron el baldón acusatorio del amaño. La derecha tiene clara su agenda y, con al aplauso de la pseudoizquierda del PSOE, o el silencio vergonzoso, sin lucha, para no perder votos, de Podemos, nos impone sus símbolos y nos planta con descaro, en formato gigante, el rostro de un mártir de la oligarquía, mientras ignoramos la existencia un grupo de humildes, olvidados, presos saharauis encarcelados por la dictatorial monarquía marroquí.

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