jueves, 10 de septiembre de 2015

Cataluña o el sueño envenenado del estado español

En este blog ya he escrito algún otro texto sobre ese tema que, parafraseando el título de una novela del expresidente madrileño Joaquín Leguina, envenena los sueños del estado español: la posibilidad de que Cataluña inicie el camino hacia la consecución de un estado independiente.
El PP, que sabe que el centro-derecha no nacionalista allí lo representa Ciutadans, es consciente de que su reducido caladero electoral catalán es la ultraderecha españolista de aromas rancios. Tal vez por eso se plantea la campaña catalana en clave de fidelización, vía leña al mono separatista, del voto nacionalista español que necesita para tres meses después.
La falta de sutileza o para ser más exactos, el desparpajo más demagógico, es la carta que pone boca arriba casi a diario.
"Guardiola (candidato simbólico de Junts pel si) jugó en la selección por interés crematístico" dijo, con esa voz que le da gravedad a cualquier declaración que realice, el ministro de la Ley Mordaza, menos para la boca del facha, como la del individuo que lleva un programa en una tele local de Tenerife y del que voy a poner una muestra al final de este texto como ejemplo del fascismo rampante y repugnante del siglo XXI. Que Fernández Díaz me presente al futbolista altruista que va a la selección española henchido de amor a la patria y renunciando a sueldos, primas y demás familia. En 2010, estando en la fase más cruda de la crisis, cuando España fue campeona del mundo, Izquierda Unida les planteo a los jugadores que renunciarán en favor de determinadas obras sociales a la prima por ser campeones. El éxito de tan patriótica (dicho sin ironía) solicitud fue clamoroso. 
"Los catalanes que no creen en la independencia y tantísimos andaluces que tuvieron que salir de Andalucía por culpa de un nazi, un fascista que fue Franco, ahora que no tengan que volver a ver las tumbas de sus familiares con un pasaporte extranjero. Creo que hay mucho andaluz en Cataluña que tiene mucho que decir" son las palabras textuales de ese dechado de exquisitez que responde al nombre de Celia Villalobos. No me digan que no se añulgan pensando en legiones de andaluces suplicando un visado para entrar en esa "Albania del siglo XXI" que, demostrando un nivel político ineludible en el consejero de una gran empresa, pronostica Felipe González, quién en su escrito "A los Catalanes" publicado en el diario El País, refiriéndose a la lucha política de los independentistas, dice que "es lo más parecido a la aventura alemana o italiana de los años 30 del siglo pasado". No utiliza la palabra, pero saca de paseo al espantajo anatemizador por excelencia del siglo XX: el nazismo. El fenómeno expansionista más brutal del siglo XX es comparado, sin vergüenza alguna, con un pequeño territorio de siete millones y medio de habitantes sin ejército. Fenómeno expansionista vencido en gran medida por la Unión Soviética, ese gigante a cuya desmembración en múltiples repúblicas seguro que asistió feliz desde su presidencia, al igual que sus colegas de la Unión Europea, don Felipe. Sin pensar en la viabilidad, en la endeblez económica de los pequeños territorios que surgían, como por ejemplo Letonia, con dos millones de habitantes o Estonia con un millón y cuarto. Aún recuerdo los llantos lastimeros de Helmut Kohl cuando con el estímulo alemán a la secesión croata, Yugoslavia saltaba por los aires en seis estados inviables económicamente (según los criterios que ahora se utilizan para criticar el flanco económico del proyecto independentista). Sí, no lo duden, si Cataluña se independiza le sucederá lo que a nivel de la Peninsula Ibérica fantaseaba José Saramago en su novela "La balsa de piedra": se desgajará del territorio peninsular y quedará a la deriva sumida en una neblina eterna mares tenebrosos.
"Las fuerzas armadas no tendrán que intervenir si todo el mundo cumple con su deber" declaró Pedro Morenés. Y lo hizo, nos guste o no, ateniéndose a la constitución, que le da al ejército la potestad de velar por la integridad territorial del estado español. A mi me parecería una barbaridad esa intervención y no creo que aunque Cataluña culminara, en rebeldía (no le quedaría otra) su independencia, viéramos tropas por las calles de Barcelona, pero ese desafuero político estaría en la letra antidemocrática del artículo octavo de la constitución.  Óscar López, portavoz del PSOE en el Senado fue diáfano: "la independencia no es ni legal ni posible, ni con el 51% ni con un 80%". Imaginemos, por ejemplo, que el 28 de septiembre unos enloquecidos catalanes dieran 100 diputados de 135 a las dos fuerzas claramente independentistas (Junts pel si y la CUP). Para el PP y el PSOE no pasaría nada, pues según ambos partidos el sujeto que decide la independencia de un territorio, sea Euskadi, Canarias o Cataluña es el conjunto de lo que ahora constituye el estado español. 
O sea, como se constató el año pasado, imposibilidad absoluta de utilizar legalmente la única herramienta que permitiría saber, soslayando mil encuestas esgrimidas para repartir mandobles, mediante una pregunta clara, el número exacto, de personas que están a favor y en contra de la independencia. Pero claro, abrir la puerta del derecho de autodeterminación o derecho a decidir, no lo van a hacer jamás ni PP ni PSOE ni Ciudadanos. Podemos o Cataluña si que es pot sí defienden la posibilidad de realizar una consulta legal. Por lo tanto, quienes ubican a esta última fuerza en el campo del voto estrictamente españolista saben que tergiversan la realidad. Por eso, tras las elecciones seguirá el debate sobre que campo es mayoritario. Muchos defienden que una mayoría absoluta de escaños sin mayoría absoluta de votos es tramposa. Y tienen razón. Y no resuelve el problema. Pero recordemos que muchos han defendido la legitimidad de todos los recortes del PP aduciendo que tienen la mayoría absoluta en escaños (186) aunque en votos tengan un 45% minoritario frente al 55 que no les votó.  
También es otro argumento habitual referirse a la división de la sociedad catalana. Cierto, pero ¿cómo dirimimos esa división? Debate libre con exposición de todas las ideas y como culminación la posibilidad de votar en un referéndum consensuado. Y la opción que pierda, perdóneseme que lo diga crudamente, se aguanta y asume lo votado mayoritariamente. 
Debo parecerles un "pensador" algo naif, un bienintencionado simple. Quizás. Pero me parece la única solución realista y, lo que es más importante, honesta.
Por último, procederé a mojarme. Si viviera en Cataluña creo que votaría a la CUP. Patriotas anticapitalistas e internacionalistas. Una fuerza germinada en el ámbito municipal con la sana voluntad de disolver muchas realidades que nos presentan como  indisolubles.



2 comentarios:

  1. Don Pepe Juan, estimado amigo:

    No perderé el tiempo en zaherir al apolíneo Romeva o a su reverso Junqueras (me daría pavor la analogía con el inefable vecino del vídeo).

    Tan solo confío en que, una vez proclamada la independencia, “Revuelts pel sí” convoque un referéndum en el que el pueblo catalán, entonces ya sí soberano, exprese su voluntad, ahora conculcada, y su derecho a decidir.

    Sería un precioso alarde democrático (esta vez sí, un hombre un voto) que en caso de que se votase una mayoría españolista don Arturo y sus secuaces acudiesen a jurar de nuevo (y a mentir de nuevo) lealtad a la Constitución y al ciutatan Borbón.

    Abrazo cordial y mis deseos de sosiego para este curso escolar, y político, en el que andamos empantanados.


    PS. Imagino que conocerá el bello poema de Cernuda de donde están sacados los versos que dan título a la novela de Leguina y posterior película (floja, muy floja) de Pilar Miró.

    Contiene también estos versos ad hoc:

    “Ellos, los vencedores
    caínes sempiternos…”

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    1. Don Manuel, bon amic, un par de matizaciones.
      En el estado español la bestia fascista, libre de la Ley Mordaza, es un inefable vecino y el separatista catalán un filonazi.
      O sea, usted plantea que hagan la consulta si se independizan. Los alardes democráticos que los realicen otros. Me recuerda aquello de "que inventen ellos".
      Y ya me parece de traca tener que jurar lealtad a una estirpe, aunque la palabra que me pide el cuerpo es ralea, impuesta por un dictador sanguinario. Sí, que me cuenten el cuento sin gracia de que fue refrendada con el paquetazo constitucional. Lástima, podían haber alardeado democráticamente sometiendo la institución a referéndum, como hicieron italianos y griegos tras sus dictaduras fascistas.
      Desconocía que el título de la novela de Leguina provenía de un poema de Cernuda. Bien sabe usted que mis conocimientos literarios y mis lecturas, en otra época quizás me habría dado algo de pudor esta confesión, son deficitarias.
      Un abrazo, y que el desempeño de su nueva responsabilidad este siendo fructifero.

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