“En este día de
1.936, oficialmente, se inicia en toda España un alzamiento cívico-militar, en
el que participa la mayoría del Ejército. Es un día importante en la historia
de nuestra patria que merece ser recordado, para que las generaciones futuras
eviten el que se produzcan las circunstancias que propiciaron el enfrentamiento
bélico. Los pueblos que olvidan su historia están irremisiblemente condenados a
repetirla”.
Bajo el epígrafe
“efemérides” el Ejército de Tierra sacó, en una circular interna, el texto
arriba reproducido. A pesar de su brevedad creo que tiene enjundia.
En la primera línea
destaca el concepto “alzamiento cívico-militar”. Quienes ya transitamos
largamente la cincuentena, con el añadido de una temprana politización en una
época donde enormes cantidades de futuros demócratas tenían a gala su
apoliticismo, tenemos memoria de que el régimen fascista se refería a su
efeméride fundacional como “alzamiento nacional”, generalmente antecedido por
un, de rigor, “glorioso”. La nación, postrada, casi inerme, se alzaba ante el
peligro rojo-separatista. Hoy, 81 años después, han cambiado el “nacional” por
el “cívico-militar”. Un cambio que, piénsenlo detenidamente, viene a significar
lo mismo pero, lo que a mí me parece un agravante, suavizando las aristas. Unas
aristas que, por cierto, chorrean sangre. Nos hurtan las palabras precisas: golpe
de estado. O, en su defecto, golpe militar. Claro que había, aunque fuera como
adláteres (la Falange, un grupo paramilitar, como fuerza de choque para el
trabajo sucio) o financiadores, civiles en la trama conspiratoria que se urdía
desde meses antes, desde casi el minuto siguiente del triunfo de febrero del
Frente Popular. Civismo, desde luego, no. En otro texto ya recogí la directriz enviada
por Mola el 25 de mayo en la que negro sobre blanco, sorprendente por hacer un
llamamiento tan descarnado a la matanza, establecía como metodología del golpe
la violencia extrema. No pretendo, aunque hayan pasado más de 80 años, que el
ejército español, tampoco lo hacen el PP o su epígono Ciudadanos, lo catalogue
como una sublevación fascista sostenida por Alemania e Italia, aunque esto último resulte paradójico en gente que
llevaba (y lleva) todo el día colgando la palabra España de la boca. Pero que
tengan la honorabilidad de utilizar la expresión “golpe de estado” en lugar de
un eufemismo embellecedor. El problema radica en que el ejército actual,
milongas para incautos de una OTAN en misión de democratización mundial
permanente aparte, es el continuador del ejército vencedor en la Guerra Civil. Y
prueba de esto es que, por ejemplo, en marzo de este año el exhumado general
Sanjurjo, un bigolpista que se sublevó contra la Segunda República en 1932 y 1936,
en ambos casos como jefe de la rebelión, fue trasladado en avión militar desde
Pamplona a Melilla y enterrado con honores en el Panteón Militar con la
asistencia del Comandante General de la citada ciudad africana, además del
presidente (PP) Juan José Imbroda. ¿Con este acto no se incumplió la Ley de
Memoria Histórica?
La última parte del
comunicado es justificadora del golpe y, lo que tiene tintes más alarmantes,
admonitoria: “que las generaciones futuras eviten el que se produzcan las
circunstancias que propiciaron el enfrentamiento bélico”, con el añadido de la
archiconocida y tenebrosa muletilla: “los pueblos que olvidan su historia están
irremisiblemente condenados a repetirla”. Las “circunstancias que propiciaron”
la rebelión militar y, fruto de su fracaso en buena parte del estado, el
posterior enfrentamiento bélico tienen un nombre concreto: triunfo del Frente
Popular en las elecciones del 16 de febrero del 36. Al conglomerado formado por
una oligarquía extremadamente reaccionaria, que temía especialmente la
reanudación de la reforma agraria, por una Iglesia aliada de las clases
dominantes y con privilegios seculares, entre ellos un pastoreo de las
conciencias que no estaba dispuesta a perder, y por un ejército reaccionario y baqueteado en la
crueldad de las guerras coloniales, empezó a sonarle la alarma y a encendérsele
todas las luces (rojas, por supuesto) que significaban el establecimiento de un
gobierno reformista (compuesto solo por republicanos) pero que, se supone,
estaba dispuesto a alterar el intocable e injusto status social existente.
Hagamos un ejercicio imaginativo, bastante imaginativo. ¿Si en una “generación
futura” alcanzara el poder una coalición de izquierdas que tuviera el propósito
de realizar profundos cambios económicos y sociales que afectaran a la
oligarquía española, consideraría nuestro ejército retornadas las
“circunstancias que propiciaron” la sublevación militar del 36? ¿Nos considerarían
un pueblo “irremisiblemente condenado” a repetir su historia? Yendo por la
deriva del humor negro me atrevería a decir que espero que, al menos para
cuando toque repetir la historia, la vieja generación de desaparecidos haya
sido recuperada de pozos o cunetas… por si “irremisiblemente” hace falta hueco. No olvidemos que aunque un pueblo, por su mala cabeza, sea repetidor (aserto harto discutible), los repetidores, "así tomados de uno en uno", casi nunca son los mismos.
Una última pregunta
desde la suspicacia: siendo el ejército español garante de la integridad
territorial, ¿tendrá este comunicado interno alguna relación con que en una
nación del estado español se haya planteado para el 1 de octubre un referéndum
donde se votaría la posibilidad de constituir un estado propio y, lo que a
menudo se obvia, republicano?
No hay comentarios:
Publicar un comentario