Este
año le di clase al alumno S. Ha sido una de las alegrías, en este recién
acabado curso, de un tipo triste como es quién esto escribe. Después de una
trayectoria que podríamos calificar, en términos bondadosos, de errática, S al
cumplir los 16 años que le permitían abandonar de motu propio esas aulas que
para él eran un territorio de hostilidad, salió a darse un paseo por el mundo
laboral sin un escuálido título de secundaria que llevarse a la boca. Y lo que
vio no le gustó y tal vez le aterró un poco, y entonces, para mi suerte, se
matriculó en 3º de la ESO en mi instituto con ganas de saber y quizás, perdónenseme
los resabios de comunistón antiguo, ser un hombre nuevo. Un hombre entre
notables y sobresalientes finales que, allá por octubre, tras su primer examen
conmigo, me dijo: “profe, es la primera vez en mi vida que apruebo un examen de
Sociales”. Le maticé: “no lo has
aprobado, has sacado un sobresaliente”. Pretendía que percibiera que su salto
era de calidad y responsabilidad exclusiva suya, fruto, y esto es lo más
importante, de su propio convencimiento. Un convencimiento que le hace soñar,
aún con cierto temor, con el bachillerato y la Universidad. Un convencimiento
que intenta cuidar su equipo educativo y que, por supuesto, tiene a su madre
llena de satisfacción.
Quien
en alguna ocasión me haya leído sabe que me gusta relacionar temas, mi mente busca
quizás conexiones inverosímiles, o retorcidas, de universos que ni se tocan. Y
es que debo de ser honesto: yo estaba pensando en el ciudadano F (Garzón dixit)
cuando se me cruzó por la mente esa pequeña caída del caballo, ese
convencimiento (¿aún frágil?) del alumno S.
Y es
que el ciudadano F en un discurso que leyó la semana pasada nombró,
refiriéndose al periodo en que gobernó su abuelo político, la palabra
dictadura. “Ha hecho lo que nunca hizo su padre”, clama el supremo equipo
educativo de los grandes medios de educación, perdón, de comunicación, alabando
la heroica superación del ciudadano F, “ha llamado dictadura a la dictadura”.
Bravos, olés y premio fin de carrera para un alumno talludito pero “excepcionalmente
preparado”.
Cuarenta
y dos años le ha costado a la monarquía borbónica, para nuestra infamia,
confesar, aunque sea metiendo por medio la bazofia embaucadora para débiles
mentales de las dos Españas, que el poder le fue otorgado por un jefe
terrorista llamado Francisco Franco que a día de hoy tiene a decenas de miles
de sus víctimas yaciendo en fosas comunes mientras a él le ponen, a costa del
erario público, cada día, flores frescas en su tumba.
El
ciudadano o rey F, si ya llegó al convencimiento de que la fuente de su poder
es una dictadura fascista y sanguinaria debería, en consecuencia, plantearse, someter
su cargo a referéndum, aunque sea con cuarenta años de retraso y animándose no
solo a atisbar, sino a transitar el camino de la dignidad.
El
mismo día, poco antes del discurso del rey, Unidos Podemos homenajeó, con una
representación testimonial, a los anónimos luchadores y luchadoras contra la
dictadura, esas personas que nunca darán nombre a un aeropuerto, ni a una calle
de su pueblo o ciudad, esas personas cuyas medallas son las palizas de los
impunes Billy el Niño (que no es uno solo) que en España viven protegidos,
contra el criterio de la propia ONU, por la judicatura. Pero me atrevo a decir
que el principal homenaje que Unidos Podemos puede hacer a los luchadores
antifascistas y a los cuneteados, para los que este mísero estado no tiene ni
un euro de presupuesto, es introducir como punto esencial de su programa la
lucha por el advenimiento de la Tercera República. Ya está bien, en el caso de
Podemos, que no de IU, de cobardía, de hacer referencias tangenciales a los
valores del republicanismo, de ligeras collejas dialécticas al cogote real.
Para “colmeneras almas republicanas pajareando” (perdone el pequeño destrozo a
su Elegía, don Miguel), nos basta el PSOE, que en su recién celebrado Congreso
azotó el culete de sus díscolas juventudes que iban a poner en solfa, con una
moción republicana, al neorojo Sánchez, más allá de que me supusiera una enorme
satisfacción la derrota del ego de una Susana Díaz aupada entre la cal viva,
Filesa y un discurso simplón construido a base de latiguillos. Pero ¿quizás ha
sido la victoria de Sánchez lo mejor para apuntalar al régimen? En el fondo
sospecho que el propósito de ambos era el mismo. Es otro tema. Lo único que
tengo claro es que hay que poner la república, esa para la que tanto
republicano de pacotilla nunca encuentra el momento adecuado, en la agenda
cotidiana ya. El 14 de abril es hermoso, pero necesita descansar, necesita que
seamos capaces de darle el relevo. Y quien tiene que definirse sin ambigüedades
en este asunto es Podemos empezando a hablar sin tapujos de la inmoralidad que
implica en sí el sistema óvuloespermatozoideo, también llamado, por disimular,
monárquico, y ofreciendo de frente, sin titubeo ni carraspeo alguno, con
convencimiento, la alternativa republicana. Yo no sé si lo veré, pero deseo que
el alumno S sea un digno hijo de la República.
Muy buen artículo José. ¡Enhorabuena!
ResponderEliminarPara el dubitativo pertinaz que habita en mí es un estímulo. Muchas gracias.
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