Les voy a contar un chiste cruel que, como lo leí ayer en el digital Eldiario.es, pongo en entrecomillado no por miedo, sino por seriedad y respeto a la fuente: "Israel acusa a Hamas de crímenes de guerra en un informe elaborado sobre el conflicto de Gaza".
La gracia, o la crueldad (en el chiste negro son lo mismo), radican en que el victimario, el poseedor de la fuerza aérea más poderosa de Oriente Medio, el practicante en 2014, durante más de un mes del tiro al palestino sobre una población acorralada, generando más de 2100 muertos, acusa a la principal fuerza política de ese territorio, que intenta responderle en la medida de sus magras fuerzas, de crímenes de guerra.
Y los bienpensantes del planeta no se escandalizan y, además, tienen muchísimo cuidado de condenar a Israel pues, ya sabemos que la crítica al estado hebreo , y no es chiste, casi siempre bordea el espinoso territorio minado del antisemitismo. Ese concepto ligado al holocausto que permite al ente sionista disfrutar de un muro de defensa extra, alimentado por viejas culpas, que parece mitigar el carácter fascista de sus agresiones al pueblo palestino.
Quién de vez en cuando se dé un garbeo por este callejón sabe de sobra que tengo, con toda intención, una manera alambicada de acercarme a la realidad, de buscar relaciones entre hechos o noticias diferentes. Y sabe que si hablo al inicio de este texto de chiste cruel es porque tarde o temprano voy a llegar al ya exconcejal de cultura del Ayuntamiento de Madrid, Guillermo Zapata. Desde el sábado icono, muñeco del pim pam pum, del antisemitismo y del humor negro inaceptable.
Ni un día de tregua, de "cortesía". Que les sirva de enseñanza. Esta es la derecha que existe en nuestro país, la que arrambló a sangre y fuego con la Segunda República. Todo (y todos) lo que se aparte un milímetro del guión transicional establecido, todo lo que huela, aunque sea levemente, a alternativa real en vez de a la estipulada alternancia, va a ser demonizado, atacado sin piedad por tierra, mar y aire (siguiendo el modelo judío en Gaza). Dice Zapata, ingenuo o apesadumbrado, que no cree que haya una conspiración contra Ahora Madrid. Y quizás tenga razón, no pienso que exista una conspiración porque han declarado, sin escarceos previos, la guerra abiertamente, sobretodo pensando en las elecciones generales de fin de año y en la posibilidad de que se formen candidaturas confluyentes de unidad popular. Ninguna persona, salvo que sea irremediablemente ingenua, puede creer que esos tuits de hace 4 años no estaban cuidadosamente guardados para ser "explotados" en el momento más dañino, empañando la investidura de Carmena y provocando una crisis en el grupo de gobierno ya desde el primer día.
Y sé que los chistes son duros y que, aplicándose el refrán que dice: "virtudes publicas, vicios privados", deben quedar para el ámbito de la copa entre amigos o familiares. Y quién diga que nunca ha estado en una reunión donde se cuentan chistes bestias, racistas u homófobos, miente. Confieso que cuando leí el chiste de los 6 millones de judíos introducidos en un 600 vía cenicero, pensé, esbozando una sonrisa (sí, sonreí, lo admito), que era muy bestia.¿Me descalifica esa sonrisa? ¿Hace de mi un filonazi? No, no me convierte en individuo maligno. Diferencio el campo del humor, esa vía de escape, ese territorio vasto por donde a veces se pasea el peor de los hombre que vive en mí, de la acción que mejora o empeora la realidad y la conciencia de los seres humanos con los que interactúo. Sí, la conciencia. Siendo, como ya he dicho en diversas ocasiones, profesor de Ciencias Sociales, uno de los ejes de mi actividad docente, modestamente, es crear gente empática con los oprimidos, un acercamiento a la historia y las realidades sociales que pivote acerca del conflicto entre la mayoría del pueblo y los sectores más poderosos. Y en esa aproximación, nada aséptica, mi crítica al nazifascismo como ente monstruoso es esencial. Y no excluyo al fascismo español, ese al que tantos fariseos siguen sin condenar y mantiene estatuas (como la de Melilla) al asesino, que poco importa las sensibilidades que hieren. ¿O son un chiste más de 100.000 personas en cunetas, pozos o fosas comunes?
Estoy convencido de que Zapata es un hombre radicalmente antifascista que en 2011 no pensaba ser cargo público, ni que en 2015 su vida iba a ser escrutada de arriba a abajo y que si hubiese sido, por ejemplo, un empresario que aplica condiciones de miseria a sus trabajadores (circunstancias de la vida real y no chistes desafortunados) pocos habrían cuestionado su trayectoria. Y lo más frustrante para Zapata, aunque no lo exprese públicamente, tiene que ser el convencimiento de que la mayoría de quiénes lo critican son pergeñadores de las políticas de sufrimiento social aplicadas en los últimos años.
Que Carmena, Ada y otros alcaldes surgidos de candidaturas populares unitarias lo tengan claro: no tendrán un día de paz. Y aunque hayan llegado al poder con el voto del PSOE, cuando el conflicto se torne crudo van a estar solos, teniendo únicamente el apoyo de otras fuerzas de izquierda consecuente.
Con mucha menor trascendencia mediática, de momento, el domingo los alcaldes de las mareas gallegas (Ferrol, Compostela y A Coruña) protagonizaron un hecho cargado de simbolismo y esperanza. Ninguno, marcando con acciones la separación Iglesia-Estado, asistió a la ofrenda de las siete ciudades del Reino de Galicia al Santísimo Señor Sacramentado. Asistieron, acogiéndose al capote de la tradición, dos alcaldes del PP y dos del PSOE. La oferente, Elena Candía, alcaldesa del PP, tras agradecer al Santísmo la protección que ofrece a los gallegos y pedirle ayuda para "ser inflexible con los corruptos", irrespetando a multitud de gallegos agnósticos, de otras confesiones o no creyentes, en un chiste paródico, criticó a las escrupulosos alcaldes no asistentes por intolerantes. Tampoco crean que es un gran avance, es adelantarnos a 80 años atrás, pues en su momento esa inasistencia ya la llevaron a cabo alcaldes de la Segunda República.