Husmeando, rumiando este texto que ahora empiezo, he
encontrado una palabra que me parece que retrata los tiempos que vivimos: clicktivismo.
Condensaría en un único término lo que llamamos el “activismo virtual”. Las
tropecientas mil campañas que se realizan a través de la red en pos de múltiples
causas nobles que siempre son pura sintomatología y que, ¡oh casualidad!, nunca
merodean las raíces (perdonen los lectores, pero por mor del libro que actualmente
leo estoy bastante asilvestrado y lobuno) que nutren los males que rechazamos a
golpe de click. Quién hoy en día no recibe en su correo varias cartas semanales
con petición de firma para “desfacer algún entuerto” cometido entre la puerta
de su casa y las antípodas es un don nadie.
Estás misivas circulan habitualmente por Facebook. Yo,
remolón y descreído, no dejo de asombrarme del énfasis guerrero de no pocas
personas. Es habitual leer un vigoroso “¡firmado!”. Y yo imagino en vez de un
marcial taconazo un contundente clickazo seguido de un “Señor, si, señor, las
huestes de cibernautas prestas a atacar”. A golpe de click podemos combatir en
mil frentes y salir indemnes aunque no ganemos ni una batalla.
Como profesor no puedo resistirme a poner un ejemplo
que me resulta especialmente lacerante. En 2010 ó 2011, creo, no recuerdo la
fecha con precisión, se incrementó el número de horas lectivas (aquellas que
estamos dentro del aula dando clase) del profesorado de Secundaria de 18 a 20 semanales. En su
momento, descontando algún clickazo que otro, no hubo resistencia alguna a una
medida que suponía un empeoramiento de las condiciones de trabajo y, además,
una pérdida de plazas del profesorado. Aprovecharon magistralmente la crisis,
con la consabida “doctrina del shock”, en un colectivo, el mío, que me parece
cada vez más propenso a estar en shock, para someternos aún más. Ni un atisbo
de respuesta contundente. Salvo en determinados colectivos a los que puedan
planteársele luchas concretas de supervivencia, la huelga tenderá a ser,
sospecho, un vestigio arqueológico. Ahora, en estos meses, ha circulado un
escrito que solicita la firma del profesorado para recuperar las 18 horas
lectivas. No con mi click desde luego. Lo que se perdió con el deshonor de no
luchar sólo debe recuperarse con el honor de la lucha. Salvo que, cuando impera
la sumisión es lo que toca, de la misma forma graciosa que nos despojaron, nos
lo devuelvan.
Quién tenga la costumbre de darse alguna vuelta que
otra por este callejón ya conoce mi tendencia un tanto errática, pero, no
obstante, lo que acabo de comentar me parece un buen ejemplo de lo que nos puede
esperar si lo fiamos todo a un golpe de click.
Pero mi intención primigenia, la que me ha hecho revolverme
como un lobito enfurecido contra los clickazos, ha sido comentar la siguiente carta
de la organización Avaaz.org, tras la cuál parece hallarse la mano del “filántropo
multimillonario” (¿será un oxímoron?) George
Soros, que me ha llegado por correo electrónico y también ha circulado por Facebook
con los consiguientes firmes (la e es adrede) de rigor de todo aquél que se
siente “progresista”. Sí. Ningún concepto tan vacuo, tan poco definido y que
tan poco implique como el término progresismo. Es un bálsamo para todo tipo de
rozaduras, al que en mayor o menor medida casi nadie renuncia. La carta hace
referencia al ogro del momento y dice:
Estimado Sr. Trump:
No hay nada de grandeza en esto.
El mundo rechaza su incitación al miedo, al odio y a la intolerancia.
Rechazamos su apoyo a la tortura, su llamamiento al asesinato de civiles y su
fomento a la violencia en general. Rechazamos su menosprecio a las mujeres, a
los musulmanes, a los mexicanos y a los millones de personas que no se parecen
a usted, que no hablan como usted o que no le rezan al mismo dios que
usted.
Hemos decidido enfrentar su miedo con compasión. Frente a
su desesperanza, preferimos la confianza. Y en vista de su ignorancia, nosotros
escogemos la comprensión.
Como ciudadanos del mundo, nos oponemos colectivamente a sus esfuerzos por
dividirnos
El buenismo
condensado en unas pocas líneas, dos de ellas en negrita por si somos un
poquito tontos y no captamos la esencia de un texto tan “complejo”.
Yo me pregunto si realmente alguien de izquierdas puede dejarse
engañar por un escrito tan ramplón y “aliviaconciencias” como éste (iba a decir “asustaviejas”,
pero igual se considera políticamente incorrecto).
El incitante nuevo presidente de EEUU, Donald Trump, tiene su
mayor problema es su única virtud, dice, para nuestra extrañeza y conmoción, lo
que piensa, y nos permite atisbar, inmersos en la sociedad de las buenas apariencias,
la fealdad del sistema, de un imperialismo que se muestra bravucón. El mundo,
aunque esos términos así, en abstracto, me parecen absurdos, ya es un lugar, bastante
antes de la llegada de Trump, bien abastecido de múltiples miedos (en términos
bélicos EEUU es desde hace mucho tiempo, con diferentes presidentes, el
contribuyente número uno) y de odios no siempre, lamentablemente, bien
dirigidos. Y la intolerancia es la palabra que menos tolera la abstracción,
pues pienso que en algunos aspectos andamos bastante escasos de ella. Y todos
los presidentes de EEUU han sido tolerantes (e incitantes) de la violencia en
casa ajena e incluso con la violencia dirigida, en casa propia, a minorías
desfavorecidas. ¿Los próximos vídeos que nos lleguen de policías
estadounidenses abatiendo a ciudadanos negros desarmados, como durante los ocho
años de presidencia del negro Obama, serán producto exclusivo del fascista
Trump? ¿Los más de mil kilómetros de vallas que ya separan EEUU y México los construyó
Trump? ¿Los tres millones de expulsados de EEUU en los ocho años de mandato de
Obama fueron deportados por Trump? ¿Todos los ejecutados extrajudicial y extraterritorialmente
con drones u otro tipo de dispositivos en el mandato del premio Nobel de la Paz
Obama fueron asesinados por Trump?¿la destrucción de Libia y la guerra en Siria
la impulsó Trump? ¿El abuso de poder machista del presidente demócrata Bill
Clinton sobre Mónica Levinski lo realizó el rijoso republicano Trump? ¿La
Europa hipócritamente horrorizada por los derechos humanos, y que tiene el
Mediterráneo lleno de cadáveres, no tuvo en la Italia de Berlusconi un
antecesor de Trump? ¿En la España que se comprometió a acoger diecisiete mil
refugiados de los que han llegado menos de mil gobierna Trump o Donald Rajoy?
Trump, señores de Avaaz, no tiene que realizar ningún esfuerzo
para dividir a los ciudadanos de un planeta donde el 1% de la población posee
la mitad de la riqueza. Ese planeta ya está hecho trizas por la injusticia. Lo
siento, pero el monstruo no es el bruto Donald, el monstruo es la clase
dominante (con su ideología dominante, circunstancia fundamental) de un país
que con el 4% de la población mundial se
arroga el derecho de intervenir en cualquier lugar del planeta si considera que
están amenazados sus intereses hegemónicos. Quieren que veamos a Donald como un
pistolero loco que, acariciando sudoroso el gatillo atómico, nos llevará a una
guerra mundial. Puedo pecar de inconsciente y quizás algún día me horrorice,
pero no creo que vaya a haber un conflicto abierto y generalizado entre las
grandes potencias con, al menos, centenares de millones de muertos. No. La
barbarie capitalista, con o sin Trump (si quiere romper la cuerda que le ata),
se seguirá administrando en dosis dolorosas para los humildes, pero sostenibles
para la especie.