miércoles, 6 de septiembre de 2023

A 50 años del golpe de estado en Chile: una reflexión comparativa

Fungiendo este callejón desde el que escribo de pequeño territorio donde el pensamiento circula por la izquierda y cuyo único habitante, siguiendo el verso de La Internacional, piensa que el mundo debe cambiar de base, es casi un deber mirar al 11 de septiembre, no por el aniversario de los aviones que enfilaron las Torres Gemelas o, en clave del estado español, por la agitación que se produce en torno a la Diada Nacional de Cataluña. No, este año con la fuerza del número redondo, con el cincuenta aniversario de la infamia, toca poner un foco especial en el golpe de estado que los militares fascistas de Chile dieron, el 11 de septiembre de 1973, contra el Presidente Salvador Allende y el gobierno izquierdista de la Unidad Popular, que esto último a veces se olvida o quizás se orilla con aviesas intenciones descontextualizadoras. Me refiero a que la figura de Allende, con su sacrificio vital, parece que opaca el porqué de la barbarie, que aunque los hechos nos emocionen e indignen no son fruto de la sinrazón. El análisis de los antecedentes del golpe, el ataque económico feroz por parte de la oligarquía chilena y el Departamento de Estado que sufrió el gobierno de la Unidad Popular en sus 3 años de gestión, generando escasez de determinados productos, es lo que nos da la comprensión cabal de los trágicos hechos y de una dinámica histórica, el intervencionismo estadounidense, que se repite con harta frecuencia, sea por la vía del ahogamiento económico o por la expeditiva acción militar.

Allende, al frente de la Unidad Popular (coalición electoral de izquierdas en la que destacaban como principales fuerzas el Partido Socialista y el Partido Comunista), pretendía algo que generó un gran debate en la izquierda de ese tiempo: la posibilidad de una transición pacífica al socialismo. Llegar a una sociedad socialista, en el sentido de gobierno de la clase obrera y eliminación, sin el uso de la violencia, de las enormes diferencias económicas que supone la división en clases sociales del capitalismo (desigualdades, aclaro, ya existentes en las estructuras sociales precedentes salvo en el comunismo primitivo de los tiempos prehistóricos). Generó debate porque los precedentes en los que se habían instaurado regímenes abiertamente socialistas y anticapitalistas siempre habían venido con el sello de insurrecciones donde la violencia había jugado un papel esencial. Tampoco era, o es, nada novedoso. Incluso obviando cuándo Marx, en una de sus frases icónicas (casi a la par de la religión como opio del pueblo), fue descriptivo expresando que “la violencia es la partera de la historia”, nadie que se acerque al conocimiento de la historia de la humanidad puede ignorar la certeza de ese aserto. Toda la historiografía ubica el inicio de la contemporaneidad en la Revolución Francesa, periodo histórico que teatralizó, en el sentido de puesta en escena ante el mundo, el asalto violento de la burguesía, con el apoyo de las clases populares urbanas, al poder político de la nobleza. Ya en la segunda mitad del siglo XIX las lanzas se tornaron cañas pues ambos, burgueses y nobles, se dieron cuenta de que eran aliados necesarios contra el cada vez más organizado proletariado fruto de la Revolución Industrial. La clase dominante nunca cede sus privilegios, el mando, de manera voluntaria y pacífica. Se defiende y utiliza todos los medios a su alcance, siendo la fuerza policial o, cuando está ya no llega, la militar, los últimos resortes que acciona. No olvidemos que, por ejemplo, tras la Revolución Rusa vinieron casi 6 años de guerra civil en la que, a  pesar de la ayuda internacional de los países capitalistas a los llamados “rusos blancos”, venció el Ejército Rojo de Obreros y Campesinos formado por los bolcheviques. En China, con un parón producto de la ocupación japonesa de por medio, el conflicto civil fue previo, terminando con la victoria del Partido Comunista Chino el 1 de octubre de 1949 y el refugio de los miembros del Kuomintang o Partido Nacionalista Chino en la isla de Taiwán.

Allende hablaba explícitamente de transitar hacia una sociedad socialista por vía electoral, aunque Fidel Castro, hombre previsor y gran analista, conociendo las amargas enseñanzas de la historia, simbólicamente, le había regalado, en una visita que realizó a Chile en 1972, un fusil. Dicen, no sé si es cierto, o si recorre el aliento del mito, que es el que porta en su última e icónica foto donde se le ve, rodeado de colaboradores y casco calado, mirando a su izquierda a lo alto, se supone que a los aviones militares que bombardearon el Palacio de la Moneda y acabaron, con una violencia extrema, con el sueño de esa transición pacífica a una sociedad más igualitaria, con oportunidades para los desposeídos de siempre. 




Cuando los pueblos quieren cambiar de manera apreciable sus condiciones de vida los detentadores de grandes riquezas, no me cansaré nunca de repetirlo, se ponen en guardia, y si perciben que sus privilegios están en peligro actúan con extrema contundencia. Ni siquiera tiene que ser ante un gobierno que exprese explícitamente que quiere llegar al socialismo. En febrero de 1936 en el estado español ganó una coalición de izquierdas, el Frente Popular, que pretendía realizar reformas progresistas sin llevar en su programa común un horizonte revolucionario, incluso el gobierno que se constituyó carecía de ministros socialistas y estaba conformado en exclusiva por republicanos reformistas. A los cinco meses y dos días de su victoria, el 16 de febrero, se produce un golpe de estado fascista, con el apoyo de Hitler y Mussolini, que deriva, por su fracaso en parte del territorio, en una guerra civil. 

Aquí quiero hacer un inciso, una comparativa, porque estamos hablando del cincuenta aniversario de la infamia de Chile y se me ha venido a la mente el cincuenta aniversario del golpe de estado del 18 de julio del 36. Me explico. El gobierno de Chile va a implementar, coincidiendo con la efeméride, el denominado Plan Nacional de Búsqueda. Hablamos de algo más de 1.100 desaparecidos de los que sus familias no saben nada y a los que el gobierno chileno se compromete a buscar de manera oficial y a dar una respuesta. Un dato: en el estado español los cálculos estiman más de 100.000 desaparecidos, enterrados en cunetas y fosas comunes, que han sido buscados a cuentagotas por el impulso de las familias y las asociaciones memorialísticas. Búsqueda tan ninguneada que, por ejemplo, durante la presidencia de Rajoy no recibió ni un euro del gobierno central. Aparte, quería establecer otra comparación. En un vídeo de algo más de un minuto el gobierno de Chile muestra la tragedia de los desaparecidos y lo termina con la mención expresa a los  50 años del golpe de estado. Aquí está.




No lo pude evitar, desde que vi este vídeo me rumiaba algo en la memoria, pero han transcurrido 37 años y quería saber si mi recuerdo era cierto o me equivocaba. Me refiero al comunicado que el gobierno del PSOE sacó el 18 de julio de 1986, en el cincuentenario del golpe de estado fascista del general terrorista Franco. Lo busco en la red y me lleva a una página sobre el Valle de los Caídos, de orientación ultraderechista, que lo reproduce de manera íntegra.

Pidiéndoles comprensión con mi escasa pericia informática, aquí lo tienen:


DECLARACION DEL GOBIERNO DE LA NACIÓN CON OCASION DEL 50 ANIVERSARIO DEL COMIENZO DE LA GUERRA CIVIL . 18 DE JULIO DE 1986


El gobierno quiere recordar que hoy se cumplen 50 años de un acontecimiento trágicamente decisivo en la historia española: el comienzo de la guerra civil, un guerra que conmocionó la conciencia de sus contemporáneos y aún de las generaciones posteriores , y que desembocó en una dictadura que dirigió la vida del país por espacio de casi cuatro décadas.


Una declaración gubernamental no es el lugar para analizar las causas de un acontecimiento de la magnitud de la guerra civil, ni para valorar las consecuencias que de ella se derivaron. El gobierno quiere, sin embargo, llevar al ánimo de todos una doble convicción. Primero, que por su carácter fratricida, una guerra civil no es un acontecimiento a conmemorar , por más que para quienes la vivieron y sufrieron constituyera un episodio determinante en su propia trayectoria biográfica. Segundo, que la guerra civil española es definitivamente historia , parte de la memoria de los españoles y de su experiencia colectiva . Pero no tiene ya – ni debe tenerla- presencia viva en la realidad de un país cuya conciencia moral última se basa en los principios de la libertad y la tolerancia.


Un Gobierno democrático no puede menos que felicitarse porque España haya recobrado, con los años, las libertades que quedaron bruscamente interrumpidas en 1936. Al hacerlo quiere honrar y enaltecer la memoria de los que, en todo tiempo, contribuyeron con su esfuerzo, y muchos de ellos con su vida, a la defensa de la libertad y la democracia en España.

Pero un Gobierno ecuánime no puede renunciar a la historia de su pueblo, aunque no le guste, ni mucho menos asumirla de manera mezquina y rencorosa. Este Gobierno , por tanto, recuerda asimismo, con respeto a quienes, desde posiciones distintas a las de la España democrática, lucharon por una sociedad diferente a la que también muchos sacrificaron su propia existencia .


El Gobierna expresa su convicción de que España ha demostrado reiteradamente su voluntad de olvidar la heridas abiertas en el cuerpo nacional por la guerra civil , su voluntad de vivir en un orden político basado en la tolerancia y la convivencia, en el que la memoria de la guerra sea , en todo caso, un estimulo a la Paz y el entendimiento entre todos los españoles.


Para que nunca más, por ninguna razón, por ninguna causa vuelva el espectro de la guerra civil y el odio a recorrer nuestro país, a ensombrecer nuestra conciencia y a destruir nuestra libertad.

Por todo ello el Gobierno expresa también su deseo de que el 50 aniversario de la guerra civil selle definitivamente la reconciliación de los españoles y su integración irreversible y permanente en el proyecto esperanzado que se inició a raíz del establecimiento de la democracia en la Monarquía encabezada por el Rey Don Juan Carlos , proyecto que fue recogido en la Constitución de 1978 y fue refrendado por el pueblo español para el que consagra definitivamente la Paz.


VOX, con un par de matizaciones, lo puede suscribir (no olvidemos que siempre hablan de Felipe y Guerra, como buenos patriotas españoles). Para mí lo más extraordinario y descorazonador es que no utiliza en ningún momento el término golpe de estado o, en su defecto golpe militar. Se refiere a la Guerra Civil sin citar en ningún momento que su origen es la felonía de unos militares al servicio de la oligarquía agraria e industrial y de una Iglesia Católica que perdía su posición, secular, de privilegio y centralidad. El gobierno del PSOE en 1986 compra la visión del PP de la guerra entre hermanos, hace un tibio reconocimiento a los demócratas y expresa su respeto a los facciosos franquistas que también eran españoles bienintencionados. No hay ni una referencia explícita al dolor y sacrificio de tantas personas que sufrieron cárcel y perdieron la vida por combatir a una dictadura fascista que pervivió decenios y fue hasta sus horas finales fuertemente represiva. Sí, me gusta ser objetivo, hay una honra y enaltecimiento de “la memoria de los que en todo tiempo contribuyeron con su esfuerzo y muchos con su vida a la defensa de la libertad y la democracia en España”. Y es que el “en todo tiempo” sobra, la lucha antifascista no se merecía ver diluida su memoria en una generalización cobarde. Y como broche, ni una mención a los desaparecidos. A personas como los 27 del Valle de Agaete, que debiendo, con otros centenares de asesinados en Canarias, ser estandarte recordado año tras año, salvo en pequeños círculos, cada vez más minúsculos, solo son olvido. Eso sí, no falta la referencia servil a la monarquía, en cuyo seno se establece la democracia (y el inicio del latrocinio borbónico) obviando que según estudios de Ángel Viñas en la conspiración previa al golpe de estado la colaboración de los monárquicos partidarios de Alfonso XIII, bisabuelo de Felipe VI, fue esencial. No olvidemos que ya en 1932, un año y pocos meses después del advenimiento de la Segunda República, se había producido la sublevación del general Sanjurjo. Y ojo, tiene razón el gobierno del PSOE cuando dice que una declaración gubernamental no es un análisis histórico, y yo no lo pretendo, pero un comunicado del gobierno debe ser digno y reconocer, más allá de una referencia genérica y atemporal, la figura de los luchadores antifascistas y condenar la sublevación militar que cobardemente esconden. Antifascismo, fascismo o franquismo son otras palabras que, tristemente, no se encuentran en el comunicado. En el fondo es lógico que el gobierno presidido por una persona que dijo que la dictadura de Maduro es peor que la de Pinochet, adoptara esa postura de injusta equidistancia y fomento de la desmemoria.

Tengo claro que el fascismo sembró el miedo con una eficacia que pervivió durante decenios tras la muerte de Franco. Mirar hacia adelante y olvidar el pasado es la filosofía de un comunicado que es la antítesis del lema que defiende la verdad, la justicia y la reparación. Acabo de leer en un libro que compendia los artículos en Página 12 del argentino Juan Forn, interesante y erudito, que Kierkegaard planteaba que el problema de la vida es que “se vive hacia delante y se explica hacia atrás”. Y lo mismo sucede, sin duda, con la vida colectiva de los pueblos. 

Aquí operó el borrón y cuenta nueva, todo el mundo, hasta el represor, se levantó demócrata. Además, volviendo a América del Sur, se vendió la Transición Española como un exportable modelo de éxito. Afortunadamente, aunque ha costado mucho, ese modelo de olvido e impunidad ha sido desechado en Argentina donde han condenado a más de 600 militares por criminales y también en Chile, lugar desde el que nos llegó el 28 de agosto la noticia, si no feliz al menos relativamente balsámica, de que 6 militares eran condenados a 25 años de cárcel por el asesinato del cantautor Víctor Jara y del director de prisiones Littre Quiroga. Mucha gente expresaba en las redes, en Chile y en el propio estado español, que la justicia tardía queda degradada. Y tienen razón. Pero mucho peor es aquella que, como en el estado español, solución biológica mediante, ya sabes con certeza que nunca va a llegar. 

Un apunte personal, cuando se produjo el golpe de estado de Chile a quien escribe le faltaban unos pocos meses para cumplir 14 años. O sea, conciencia poca. Pero tenía primos mayores ya enredados en la lucha contra Franco y era espectador de las conversaciones políticas entre mi padre y uno de mis primos, con mi temerosa abuela siempre a la expectativa para que las voces no se elevaran más de lo debido, pues ya sabemos que las paredes oyen. Quizás por esos precedentes recuerdo la desazón y la tristeza de mi padre la noche del 11 de septiembre de 1973, en el salón de entrada de los Apartamentos Buenos Aires de Playa del Inglés, viendo en televisión las imágenes del ataque de la fuerza aérea chilena al Palacio de la Moneda. Siento, quizás es una construcción posterior de mi mente, quiero ser honesto, que ese es el elemento fundacional de mi decantación por una visión política y una ideología que, así lo siento, me ha permitido, tomando partido, no me pretendo neutral, tener una visión crítica del devenir de los seres humanos sobre nuestro planeta. Y sospecho que ese impacto emocional que yo sentí iluminó la conciencia de muchísima gente joven que se incorporó a la lucha contra la dictadura de Franco en sus años finales. 

Muchas de esas personas jóvenes que conocimos la existencia de Víctor Jara cuando ya era, torturado y con más de 40 impactos de bala en su cuerpo, un símbolo de la tragedia de su pueblo, siendo ya viejos, nos seguimos emocionando con esta hermosa canción que, sin altisonantes consignas, se convirtió en un himno íntimo que expresa el amor de una manera tan concisa como nueva y ajena a lo convencional.





Unas horas después de publicado el texto sentía que algo faltaba. 
Por supuesto, las últimas palabras, cuando era consciente de la derrota, de Salvador Allende a su pueblo. Son seis minutos, apenas uno más de los  cinco en que se le eternizaba la vida a Amanda. Vale mucho la pena escucharlo y emocionarse con la templanza, la bondad y la esperanza que desprende el Presidente Allende en su hora final.






 

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