sábado, 25 de noviembre de 2023

La tragedia y la farsa (1)

En este texto quiero, al contrario de lo que planteaba Marx cuando dijo que “la historia primero ocurre como una gran tragedia y después como una miserable farsa”, hablar de dos hechos coetáneos, en pleno desarrollo y en ámbitos espaciales diferentes, que son desde mi prisma una representación de la esencia de lo criminal y de lo grotesco.

La tragedia, acompañada de la impunidad y la impotencia, se representa en el ámbito internacional, en el culmen de su crudeza e inhumanidad, a través del feroz ataque terrorista del gobierno de Israel que ha costado la vida en Gaza a cerca de 15.000 personas a las que se añaden varios miles desaparecidas bajo los escombros producidos por los inclementes bombardeos. La cifra podría aproximarse, por ahora, a los 20.000 asesinados por Israel en mes y medio.

Esta masacre supone, desde mi perspectiva, la desintegración de cualquier línea moral que quiera ser esgrimida a partir de ahora ante la agresión, no importa en que lugar del planeta, de un territorio a otro, sea éste un país independiente, una colonia o un espacio en disputa. Rusia está expulsada de los ámbitos deportivos e incluso culturales que hegemoniza el bloque liderado por EEUU, sin mencionar la catarata de sanciones económicas. La Federación Rusa, personalizada en Vladimir Putin, a partir de febrero de 2022 se convirtió, grandes altavoces mediáticos mediante, en la esencia del mal por entrar en territorio ucraniano en defensa de las Repúblicas Populares de Donetsk y de Lugansk, territorios que también se conocen como el Dombás. Recordemos que en 2014, a través de la revuelta del Euromaidán, apoyada por USA y la UE, en Ucrania se derrocó a un presidente elegido democráticamente y ante esto las zonas prorrusas del este del país desconocieron ese acto que consideraron ilegítimo y se constituyeron en repúblicas independientes. Desde ese momento sufrieron ataques militares constantes del gobierno prooccidental bendecido por ese fragmento de la humanidad que, sin llegar al 20% de la población mundial, se autodenomina como Comunidad Internacional y está compuesto por EEUU, Canadá, Europa, Japón y Australia, conjunto que no supera los 1.500 millones de personas sobre los 8.000 millones que habitamos el planeta. Rusia, ante el desprecio de la OTAN, con su agresiva política de expansión hacia el Este, de cercarla desconociendo los pactos verbales establecidos por EEUU con ese pésimo dirigente soviético que se llamaba Gorbachov, decidió atacar Ucrania para incorporar, tras un referéndum, las Repúblicas Populares a su territorio. A los escandalizados les invito a contextualizar pensando en una alianza militar liderada por Rusia que incluyera a México, Cuba, Nicaragua o Venezuela entre sus miembros y las contundentes medidas que tomaría EEUU incluso antes de que llegara a constituirse. 

Como expresé antes, las sanciones económicas, los vetos culturales, la expulsión de cualquier selección deportiva rusa, e incluso el infame cierre de canales informativos como RT o Sputnik, fueron medidas fulminantes. Me pregunto por qué ante las invasiones de Afganistán e Iraq por EEUU en 2001 y 2003 no fueron expulsados de los Juegos Olímpicos de Atenas en 2004, ni de otras muchas competiciones, los atletas estadounidenses. Ni siquiera estuvo sobre la mesa tal posibilidad porque la difuminación de las líneas morales de lo admisible se relaciona estrechamente con tu poderío y la entidad de tus aliados. Rusia lleva año y medio combatiendo contra el ejército de otro país abastecido y asesorado por la OTAN. Sospecho que podría haber atacado Kiev u otras ciudades ucranianas con bombardeos mucho más contundentes. Una acometida devastadora en las primeras semanas tal vez le habría allanado mucho la consecución de sus objetivos. Pero la realidad es que no ha estado en la tradición rusa, ni en la época soviética, el bombardeo masivo de grandes núcleos urbanos. Esa mísera costumbre, el "bombardeo en alfombra", corresponde a Occidente, en concreto a esos gemelos, Schzwarzenegger EEUU y DeVito Reino Unido, acostumbrados a golpear mucho más de dos veces, donde el más jovencito superó bastante en tamaño al mayor y en la capacidad de ser un estado gamberro o canalla. Las ciudades alemanas, con el símbolo emblemático de Dresde, fueron devastadas en los primeros meses de 1945, cuando Hitler estaba ya absolutamente derrotado. Tokio fue arrasada desde el aire el 10 de marzo de 1945 matando a 105.000 personas con bombas de napalm que incendiaron la ciudad. Hiroshima y Nagasaki fueron la cumbre estética del genocidio aéreo con ese hongo rutilante que cuando cada agosto se conmemora parece que a parte del democrático Occidente se le olvida el nombre de su tronante padre.

Abundan las personas que condenan la acción militar de Rusia en Ucrania y en cambio, después de ver durante más de 40 días un desfile de cadáveres de niños destrozados de manera inmisericorde, mantienen silencio o se acogen al manido mantra del “derecho a defenderse de Israel”, ese estado supremacista y racista que se retrata cuando Netanyahu dice en un discurso que “nosotros somos el pueblo de la luz y ellos el de las tinieblas”. Hace mención a la Biblia para expresar que Dios les dijo que destruyeran a Amalec. En concreto, Netanyahu citó al profeta Samuel cuando, portavoz de Yahvé, ordena: “Ahora ve y hiere a Amalec, y destruye por completo todo lo que tiene y no los perdones sino mata al hombre y a la mujer, al niño y al lactante, al buey y la oveja, al camello y al asno”. Este dios, aunque airado, es bastante analítico pues la mención al ganado no es un adorno gratuito de sangre extra, debe pensar que si algunos escapan, siendo pueblos dedicados al pastoreo, si eliminas los animales matas de hambre a los hipotéticos supervivientes. Por supuesto, los amalacitas son los palestinos para Netanyahu y todos los sionistas, sean de religión judía o no pues hay muchos más sionistas no judíos que judíos sionistas, por ejemplo los evangélicos de EEUU. Sí, el Dios de Israel, también llamado Jehovah, no se anda con contemplaciones: si un pueblo incomoda a sus protegidos les conmina a desechar conversaciones, pactos o monsergas parecidas. Ser el elegido de Dios tiene, no ventajas, va más allá de eso, de tener cuña o estar en un escalafón preferencial en el reino celestial. Otorga derechos sobre los no elegidos que, por deducción de su no elección, son pueblos inferiores. Y esta ideología de pueblos superiores por derecho divino, el aval más incuestionable para cualquier beneficiario de esos derechos, es algo que tienen en común los israelíes y sus protectores estadounidenses que, no lo olvidemos, en el siglo XIX vieron surgir una doctrina que caló en sus clases dominantes y en el imaginario de parte del pueblo, la del Destino Manifiesto, expuesta por John L. O’Sullivan en 1845: “el cumplimiento de nuestro Destino Manifiesto es extendernos por todo el continente que nos ha sido asignado por la Providencia para el desarrollo del gran experimento de libertad y autogobierno. Es un derecho como el que tiene el árbol de obtener el aire y la tierra necesarios para el desarrollo pleno de sus capacidades y el crecimiento que tiene como destino”. Acotación: pronto el continente se les quedó pequeño y en el siglo XX, sobretodo tras la Segunda Guerra Mundial, el Destino Manifiesto amplió fronteras y la Providencia les encargó dirigir el mundo entero.

Así que tenemos por un lado a Israel, pueblo elegido de Dios y siempre rodeado de acechantes amalacitas malvados (días atrás el ministro de Defensa israelí expresó que "lo que estamos haciendo en Gaza sabemos hacerlo en Beirut") a los que exterminar con el beneplácito divino. Por otra parte, como padrino de tropelías, con garantía de la Divina Providencia, está EEUU, el estado gánster que se expande por el mundo sustituyendo el poco presentable, por supremacista y antidemocrático, Destino Manifiesto, por un lote llamado “libertad y democracia” que es mucho más útil para la estafa ideológica y para lograr el fin principal que es el dominio y el expolio económico. Y falta una pata para este sólido taburete de pueblos que miran al resto desde las alturas: Alemania y su teoría del "espacio vital", que surge a fines del siglo XIX y culmina con la la llegada al poder de Hitler. Esa Alemania que en 1933 firmó el “Acuerdo de Haavara” que tuvo como signantes a la Federación Sionista de Alemania, al Banco Leumi (representando la Agencia Judía para Israel) y a las autoridades económicas nacionalsocialistas. El objetivo era facilitar la emigración de los judíos alemanes a Palestina siguiendo los postulados sionistas de recuperar y expandirse en los territorios cuya pertenencia basan en ese compendio de textos conocido como la Biblia. Las SA, milicias de asalto del Partido Nazi, organizaron campos de entrenamiento para preparar para la lucha a las juventudes sionistas. Claro, eran previsores, cuando llegas a una tierra en la que ya vive otro pueblo con el objetivo de adueñarte y con la conciencia de ser el hijo predilecto de Dios sabes que el conflicto, la resistencia, que es como yo llamo a todas las organizaciones que luchan contra la ocupación sionista, está servida aunque pasen 70 u 80 años. Alguien me dirá que la tercera pata del taburete no existe pues es la Alemania de hace 80 años. Lo dudo. Estoy convencido, sé que es una hipótesis arriesgada, de que se produce una curiosa confluencia de ideas en la Alemania actual. Por un lado, los que viven con la mala conciencia de los campos de exterminio donde sus ancestros asesinaron a millones de judíos, lugares en los que también eliminaron a multitud de personas que no profesaban esa religión, y piensan que Israel tiene derecho, ante el agravio y el horror padecidos, a ser víctima perpetua y convertirse en otro estado gamberro que muchas veces traspasa los límites de la legalidad internacional incumpliendo las resoluciones de la ONU, pero al que, en nombre del Holocausto padecido, hay que entender y disculpar. Por otra vertiente, pienso que los supremacistas alemanes (¿seremos tan ingenuos como para pensar que esa idea de “Alemania por encima de todos” que viniendo del siglo XIX alcanzó su culmen en el nazismo desapareció por completo?) tienen que emocionarse apreciando en su otrora enemigo al más aventajado de sus discípulos. He introducido a Alemania en la ecuación porque se han negado con rotundidad a pedir un alto el fuego en Gaza, cosa que sí han hecho por ejemplo, aunque sea a remolque de las movilizaciones, Macron, Pedro Sánchez y otros dirigentes occidentales. Sé que le falta la pata británica al taburete, pero creo que EEUU representa hoy en día muy bien la mentalidad colonial británica que en 1917, mediante la Declaración Balfour, dándole alas al sionismo, expresó que el pueblo judío tenía derecho a un “hogar nacional” en Palestina. No se plantearon ceder un terruño en sus británicas islas pues era mejor disponer, ahítos de mentalidad colonialista, de la tierra de otro pueblo.

Aparte de la insoportable masacre que traspasa las fronteras de la ignominia con sus cercos y ataques a hospitales y a escuelas convertidas en refugios de la ONU, este genocidio tiene algunos datos que lo sitúan en el podio de la infamia. El primero y más contundente son, sin contar los desaparecidos, los casi 6.000 niños asesinados en mes y medio por estos, siguiendo las enseñanzas bíblicas, émulos de Herodes. O sea, cerca de 150 al día. También han asesinado a más de 100 trabajadores de la ONU. Cifra inédita en cualquier conflicto anterior, y los ha habido crueles y largos, en los casi 80 años de existencia de esa organización. El asunto de la escasa relevancia tiene que ver con que todos los muertos son trabajadores palestinos. Además, han establecido otro récord mundial: 60 periodistas asesinados en ese mes y medio. Imagínense que en el conflicto entre Rusia y Ucrania, que lleva alrededor de 20 meses, hubiesen muerto, es la equivalencia aproximada, más de 700 informadores. Tremenda escandalera tendrían montada todas las asociaciones de prensa del planeta. El silencio o el murmullo tenue es porque todos los periodistas asesinados también son palestinos, salvo dos que eliminaron intencionadamente en el sur del Líbano con un dron momentos después de realizar una información. Israel prohibió desde el inicio de su masacre la presencia de periodistas extranjeros en Gaza, circunstancia ante la que he escuchado pocas protestas de los adalides de la libertad informativa. Piensen ustedes en el latazo de justificarse y aguantar la tabarra si el periodista menganito de tal país con pedigrí democrático es asesinado. Si eres palestino, aunque trabajes para Reuters, France Press u otra agencia de postín, el tema se olvidará pronto. Además, inteligentemente, los masacradores cuentan también con el factor del desbordamiento por  acumulación. Cuando llevas tantos reporteros asesinados, a su palestinidad se añade el amontonamiento que casi todo lo diluye, pues cuando te escandalizas por una muerte ya está servida la siguiente.

La befa, ese es otro aspecto que denota el supremacismo colonialista. Abundan los vídeos donde los soldados israelíes se burlan de los palestinos y sus penalidades. Sé que esto en comparación con las miles de toneladas de bombas parecerá cosa baladí, pero para mí es una cuestión que los acerca bastante a los nazis cuando aquellos hablaban del untermensch, el infrahombre o subhumano (la deshumanización lleva aparejada la burla, el escarnio) en el que la retórica hitleriana englobaba a los eslavos del este, que de amenaza pasaron a ser una oportunidad de incorporar tierras, de colonizar fértiles llanuras con arios puros tras su conquista. En el sueño paralelo del sionismo con el nazismo está el Gran Israel, ese territorio que, según el Génesis, iría "desde el río de Egipto al Eufrates". Por lo pronto parte de los palestinos del norte de Gaza han huido, siguiendo indicaciones israelíes, de los bombardeos del norte hacia el sur del territorio, donde los israelíes han seguido bombardeándolos. 

El asunto que más me subleva es la inacción, o acción muy comedida, de los teóricos amigos del pueblo palestino. He leído con enfado creciente bastantes declaraciones condenatorias de estados árabes y musulmanes u otros países que no están, al menos férreamente, bajo el dominio imperial. Los hechos en cambio propenden a lo mínimo. Y no estoy pidiendo que se haga lo que ya estaría sobre la mesa si el atacante fuera un país hostil a EEUU (véase el caso de Libia en 2011, cuya supuesta represión ejercida por Gadafi después se demostró falsa): un ataque militar devastador con la bendición o el silencio cómplice de todos los emporios mediáticos. O sea, lo que hace Israel. No, no pido que Irán o China o Rusia ataquen al peón de EEUU en Oriente Medio, pero sí deberían los países que no están, al menos formalmente, bajo el yugo otánico emprender medidas políticas y económicas que castigarán duramente a Israel. Una acción tan desalmada como la israelí, con tanta impunidad y desprecio a los inocentes, desmonta toda la palabrería vana (eso dentro de la desgracia tiene la virtud de poner las cartas boca arriba) de los derechos humanos y bla bla bla. 

Bla bla bla que también es este texto, lo sé, que en nada alivia y en nada sirve para que el gobierno del estado español, ese denominado gobierno progresista, vaya más allá de la retórica y rompa relaciones con Israel aplicando, por simple dignidad, las sanciones económicas pertinentes, aunque la UE se arrastre en el fango de la ignominia y mantenga a Israel como socio preferente mientras, como parte de las sanciones a Rusia, dejó de comprar gas barato a ese país para adquirírselo a EUUU a un precio mucho más elevado. Iluso de mí, mientras doy vueltas con este texto, Pedro Sánchez visita Israel y la Autoridad Nacional Palestina. Lo siento, pienso que el encuentro con Mahmud Abás, hoy en día atado de pies y manos e incapaz de frenar las tropelías que también realiza Israel en Cisjordania, no neutraliza esa imagen terrible, por el reconocimiento que supone, del encuentro con el asesino de masas Netanyahu. Sin embargo, los hechos a veces, en alguno de sus flecos, cuando aún está en desarrollo la tragedia, viran a la farsa o, para ser más precisos, a lo grotesco. Sí, es grotesco que el gobierno israelí haya acusado tras la visita a Pedro Sánchez de "apoyar el terrorismo" por criticar el asesinato de miles de niños palestinos por los bombardeos. El problema con Israel es que se saben tan impunes y carentes de limitaciones que ante una crítica comedida actúan como matones consentidos que incluso convocan a la embajadora española para “una dura conversación de reprimenda”. Por cierto, llevaron a Pedro Sánchez a visitar uno de los kibutz atacados por Hamas. El presidente español tendría que haber pedido, tras esa etapa, recorrer Gaza para que la macabra tournée fuera mucho más completa. 

Las invocaciones bienintencionadas que todos hacemos en múltiples foros al mundo para que pare la masacre son invocaciones a la nada. El gran teatro del mundo no existe como globalidad actuante con capacidad de decidir o hacer. Existen estados con intereses confluyentes o en conflicto, y la fuerza de cada uno condiciona su centralidad o marginalidad en el escenario. Los protagonistas antiguos cobijan y alientan la barbarie mientras de los actores emergentes dudo si valorar su acción timorata como prudente o cobarde. En cualquier caso 150 niños palestinos asesinados cada día por terroristas aéreos, hasta una cifra superior a los 6.000, les interpelan.

No quiero olvidar un dato que cada vez asoma con más fuerza desde el propio estado de Israel. Sus autoridades disminuyeron el número de fallecidos en el ataque del 7 de octubre de 1.400 a 1.200. Y no fue por un grosero error de contabilidad. El asunto es que entre esos 1.400 cadáveres, tras los análisis forenses, descubrieron a 200 militantes de Hamas que, calcinados, no habían podido distinguir de las víctimas israelíes. El diario Haaretz lo explica con el argumento de que muchos de los muertos que estaban en la fiesta que se celebraba a un par de kilómetros de la frontera con Gaza lo fueron por el “fuego amigo” de los helicópteros del ejército que atacaron disparando a mansalva, sin distinguir entre militantes de Hamas o ciudadanos israelíes. Esto se habría hecho en aplicación de la “Directiva Aníbal”, llamada así en referencia al general cartaginés que prefirió suicidarse a ser entregado a Roma. Es un protocolo secreto, activo desde 1986, que permite al ejército de Israel disparar sobre sus soldados cuando son capturados para que no puedan ser utilizados como moneda de intercambio por prisioneros palestinos. Según el diario La Voz de Galicia en el año 2000, ante el secuestro en el sur del Líbano de tres sargentos israelíes por la milicia Hezbolá, el ejército destruyó 26 vehículos que circulaban por la zona para evitar, cosa que lograron, que se los llevaran vivos. O sea, perpetraron una matanza general para liquidar a sus propios soldados y quitarle al enemigo una posible carta que le diera ventaja. Parece que es el único ejército del mundo que tiene un protocolo de ese tipo. Lógicamente, si actúan así con los suyos comprendemos con más facilidad su desprecio por masacrar a quienes consideran seres inferiores.

Acabo con unas consideraciones sobre la tregua de cuatro días en la que se ha acordado la liberación de 50 capturados por Hamas el 7 de octubre a cambio de 150 mujeres y niños capturados por Israel desde hace años. 

Utilizo la palabra capturados en ambos casos porque la lucha de los palestinos contra la opresión colonial es absolutamente legítima. Y si hablo de rehenes en un caso y de presos en otros parece que unos, los palestinos, son unos malhechores y los otros, los israelíes, unos actuantes en base a unas leyes justas. Y no. La ley siempre es fruto de la correlación de fuerzas en un momento determinado. Aparte de que les recuerdo que Israel tiene una figura muy parecida al secuestro que es la detención administrativa indefinida que permite tener preso a alguien por el tiempo que estimes oportuno sin presentar cargos. Y tengan siempre presente que el terrorista de hoy, sea civil o militar, esté encarcelado o no, es el jefe del estado del mañana. Y puedo ponerles dos ejemplos ideológicamente antagónicos: Franco, militar fascista que dio un golpe de estado que derivó en guerra y aterrorizó a millones de personas desde una cúspide del estado en la que se mantuvo casi 40 años; Nelsón Mandela, que da nombre a muchos lugares por todo el mundo y que algún despistado tiene por una especie de apóstol del pacifismo, estuvo 27 años encarcelado por dirigir “La Lanza de la Nación”, brazo armado, terrorista para algunos, del Congreso Nacional Africano en la lucha contra el apartheid (ese que Israel mantiene en Cisjordania, donde hay calles y carreteras que los palestinos no pueden transitar teniendo que dar penosos rodeos, o checkpoints en los que están retenidos horas los palestinos en su ida o vuelta al trabajo). Mandela pudo salir antes de prisión, pero se negaba a declarar su renuncia a la lucha armada, pues consideraba que contra la opresión y el racismo esa forma de lucha, de rebelión, aunque nunca es grata, es legítima. Ese hombre muchas veces llamado terrorista, a los pocos años de salir de la cárcel era el primer presidente negro de Sudáfrica. Hoy pocas dudas tenemos de que los asesinos terroristas, aunque aplicaran leyes, durante decenios fueron los opresores blancos (no todos, hubo blancos luchadores contra el apartheid).

Netanyahu ha declarado, y tiene razón, celebrando la liberación del primer grupo de capturados por Hamas que “todos y cada uno de los rehenes son un mundo entero”. Por supuesto, él habla exclusivamente de los suyos y desde su óptica de pueblo elegido. Yo lo extiendo a la gran mayoría de los seres humanos, incluidas las mujeres y los niños liberados ayer por Israel, que, efectivamente, con sus complejidades son tanto y tan poco como un mundo en el que casi todas las personas tenemos un mismo propósito: transitarlo con cierta dicha y decencia, variando para cada uno el relleno de esos conceptos por múltiples causas (clase, entorno, cultura en la que naces, etc).

Creo que el alto el fuego temporal revela un hecho esencial: Israel con su enorme maquinaria militar y la gran matanza perpetrada ha sido incapaz hasta ahora de liberar un solo rehén por sus propios medios. Se ha tenido que sentar a negociar con esos que califica de bestias, lo que quiere decir que, atroces matanzas aparte, la resistencia palestina aún sigue manteniendo una estructura potente, por la simple razón de que si estuvieras desarbolado no tendrías capacidad logística de realizar ese intercambio e Israel no perdería la oportunidad de celebrar ante el mundo la enorme victoria que les supondría liberar por mano propia a sus rehenes.

Un toque de humor entre el desastre: cuando se cerraron los medios rusos mucha gente apoyó la medida porque eran propaganda al servicio de Putin. El caricaturista Steve Bell, tras 40 años, fue despedido hace un mes de The Guardian, hipotético periódico británico de izquierdas, por publicar una viñeta crítica sobre Netanyahu. La Europa de las libertades, el jardín borreliano y las líneas, como la de la libertad de expresión, que se difuminan.

Nadie sabe ahora, cuando voy a acabar esta primera parte que se ha extendido tanto que me ha obligado a dejar la farsa del título para una segunda entrega, si el alto el fuego se prolongará en el tiempo o no. La situación, huelga decirlo, es extremadamente volátil. Imagino que ante las tremendas implicaciones que podría tener, un descontrol absoluto no se producirá, pero tampoco es descartable que la soberbia del estado de Israel, al que su mentor estadounidense a veces tiene dificultades para moderar, pueda hacernos otear de manera mucho más cercana ese abismo que lleva decenios enfrentando el pueblo palestino.



Añado, como complemento final a esta parte, tres vídeos extraídos de la cuenta de X (antes twitter) de Daniel Mayakovski. 

El primero hace referencia a la befa deshumanizadora de la que hablo en el texto. 

El segundo establece una comparativa entre el apartheid en Sudáfrica y el que padecen los palestinos. 

El último, muy interesante, son poco más de tres minutos de Miko Peled, activista israelí que defiende los derechos del pueblo palestino.


















martes, 14 de noviembre de 2023

Y, rutina casi diaria,

cansino Penélope 

deshaciendo tejido camino,

me planto ante el océano, 

pequeño acantilado 

que rechaza e invita al paso,

y contemplo en primer plano

el sonoro Atlántico

agitado ante la ayer impávida 

y hoy bulliciosa 

ciudad comercial de Tomás Morales.

Y sé que miles de kilómetros al este

la maravilla de agua 

aire y tierra

que mi visión abarca

es un cielo de fuego impune

sembrando de muerte 

la tierra de Gaza.