domingo, 23 de febrero de 2014

Ucrania nos ilumina: ¡a por Rajoy!

Hago, en un intento de ser honesto, una advertencia de entrada: rompo con mi deseo de análisis y me lanzo por el tobogán de la ira y el adoctrinamiento. Traigo mi desbocada alma poética a la parte racional de este blog bifronte.

Yo, José Juan Hernández Lemes, mayor de edad (demasiado para mi gusto), residente en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, hago un llamamiento público a todos aquellos que están en contra de la política restrictiva de derechos sociales del gobierno de Rajoy a salir a las calles y formar grupos paramilitarizados que, haciendo acopio de armas, tomen las plazas y ocupen los edificios oficiales. A los compañeros madrileños les pido que no cedan hasta que Rajoy se refugie en ese territorio de nadie que es la mítica isla de San Borondón y el Borbón se vaya a esquiar (prótesis incluida) a Suiza con su querida hija. Cuando estén en la Moncloa, compañeros, disputen un hermoso partido de pádel. En la Zarzuela aprovechen para (en la mejor tradición borbónica) cazar alguna pieza. Si es caza mayor (a buen entendedor pocas palabras bastan) mejor. A los compañeros catalanes les animo a tomar las instituciones  del opresor poder español y los cuarteles. El parlamento procederá, empujado por las milicias armadas catalanas, a proclamar la independencia. No es necesario que sean demasiados. Lo más importante es la organización y el padrinazgo adecuado. Basta ya de agitar manitas volanderas al aire, de insulsas y festivas mareas que en el mejor de los casos otorgan victorias pírricas. Ucrania (y Venezuela) es el camino. Aquí tenemos incluso  más legitimidad para asaltar violentamente el poder que en esos países. En 2010 Yanukóvich venció en las elecciones a Timoshenko por 49 a 45 por ciento (900.000 votos de diferencia). En abril de 2013 Maduro ganó con el 50,7% frente al 49,1 de Capriles (poco más de 200.000 votos) . En las municipales venezolanas de diciembre, planteadas como un plebiscito sobre la gestión gubernamental por la oposición, la diferencia se amplió a un 6,5% y 700.000 votos. En España, en noviembre de 2011, el recortador Rajoy sacó el 44,5% de los votos. Es obvio que un 55,5 no le votó. O sea, en Ucrania y en Venezuela es lícito cargarse, con acciones violentas,  a gobernantes con mayor apoyo popular que el nuestro. Un inciso. Idea para la lucha armada recogida del manual de los "estudiantes" venezolanos: coger un cable de metal, atarlo a media altura a un poste, y estirarlo hasta el otro lado de la calle. Resultado: un trabajador de 29 años que iba en moto degollado. A nivel internacional podemos estar tranquilos, tenemos asegurado el reconocimiento de los Estados Unidos de Norteamérica (la de los también norteamericanos Estados Unidos Mexicanos nos importa menos) y de la Unión Europea que se han apresurado a celebrar la caída del dictador ucraniano. Como entendemos que estos vigías democráticos del mundo son gente coherente y racional, no dudamos que nos apoyarán en nuestra justa, y violenta, sublevación. ¿A qué estamos esperando carajo?

sábado, 22 de febrero de 2014

El 23F y los juancarlistas

A nadie se le esconde que la fecha más rutilante en la vida de Juan Carlos I es el 23 de febrero de 1981. Ese día nació un espécimen al que me he referido en alguna ocasión: el juancarlista. Este individuo es un republicano adversativo. Su frase predilecta es (más o menos): "yo no soy monárquico, soy republicano... pero también soy juancarlista". Puestos a elegir, respeto mucho más al monárquico de toda la vida, a la persona que, basándose en la estabilidad institucional, la tradición secular de España o los designios divinos, proclama las bondades de tener un rey. ¿Por qué prefiero un monárquico de convicción a un devoto juancarlista? Porque éste último, haciendo dejación del dictado de su razón , basa su eventual (se supone) filiación regia en el agradecimiento, y en una interpretación errónea de este sentimiento. Hay un dicho popular que dice: "amor no quita conocimiento". Y los juancarlistas que expresan su enorme gratitud y amor al rey, obvian el conocimiento de una institución basada en la discriminación hacia todo un pueblo a la hora de ejercer la jefatura del estado.
La transformación del patito feo franquista en cisne democrático se produjo el mentado 23F. Durante 40 años Franco había sido el salvador de la patria, el parapeto antes las hordas rojas y separatistas. Su ahijado político se convirtió, golpe de estado mediante, en salvador y parapeto de la democracia. Como el juego de la oca. De tutela a tutela y tiro porque me toca. Esta es la versión oficial y edulcorada: el rey salvador providencial para los españolitos inanes. No me son ajenas las diferentes teorías que cuestionan el papel borbónico el día de la asonada. Mucha gente ha escrito sobre el tema, presentándose visiones contrapuestas. Soy pesimista sobre la posibilidad de que lleguemos a conocer gran parte de la verdad. Creo que el conocimiento será siempre fragmentario, que muchos implicados nunca saldrán a la luz. Cito un simple aspecto: nadie puede creerse que la trama civil del golpe se circunscribía a García Carrés, fascista archiconocido y emblemático que se acerco al Congreso a solidarizarse con Tejero. En las conspiraciones se habla mucho y se escribe bastante menos, pues el éxito no está asegurado. Chirría también la participación de Alfonso Armada sin aquiescencia real, pues éste si era monárquico y juancarlista de derecho al haber sido en su momento preceptor del rey. La mayoría de los que aportaron ingredientes a la cocción del guiso se llevarán sus secretos a la tumba. La única afirmación que me siento capaz de hacer con rotundidad es la siguiente: el golpe no fracasó, fue un éxito. Los réditos para la monarquía y para la consolidación, con estabilidad, del bloque dominante, fueron considerables. Se produjo un encauzamiento general. El PSOE abandonó las veleidades izquierdistas y antiotánicas y se consolidó como partido de orden y, consecuentemente, como alternativa fiable y legitimadora de gobierno. Además se le inoculó a la sociedad española, aunque nunca lo había perdido, el miedo al retorno a la dictadura. Cuestionar al rey salvador se convirtió en delito de lesa patria y los gritos transicionales de "España mañana será republicana" se esfumaron. Así, republicanos "de toda la vida" abrazaron, con la fogosidad del converso, la fe juancarlista.
Me asombra que el cumplimiento de su deber por parte de un funcionario público excepcional (no por sus cualidades, sino por el modo sexual de acceder al puesto ¿oposiciones gozosas?) se convierta en algo meritorio, que le otorga una aureola casi heroica. Si eres jefe del estado y se produce un levantamiento militar de una facción del ejército ¿tienes otra opción, salvo que caigas en la felonía, que oponerte a él, aunque sea siete horas más tarde y con Sabino velando tus pasos? El héroe de los juancarlistas cumplió una de las funciones que, mientras no lo botemos y sin votarlo, tiene encomendadas. No hay deuda, compañeros republicanos abducidos. Le debe él al pueblo, sin haberse sometido a ningún referéndum que lo legitimara, una vida regalada a cuenta del erario público y negocios adyacentes. Sin más mérito que ser "hijo de" y "apadrinado por". En el fondo es curioso o paradójico, cumple algo que siempre se ha achacado mucho a la función pública: el acceso mediante cuña. Él la tuvo doble en forma de sangre: la de sus genes paternos y, más importante, la que derramo su padrino para, para tras destruir la 2ª República y aterrorizar durante 40 años, sentarlo a él en el trono.
Los educados en el catolicismo conocemos esa culpa con la que, sin comerlo ni beberlo, todos los seres humanos, crédulos, venimos al mundo. No sé si estabas en el ajo del golpe o no, pero sí tengo claro que el 23F asistimos, testigos atónitos y temerosos, ceremonia limpiadora de impurezas fascistas, a tu bautismo.

jueves, 20 de febrero de 2014

Del este al oeste: sembrando doble moral

La Unión Europea y EE.UU. no cejan en su empeño de debilitar  y acorralar a Rusia, de mantenerla en el status al que descendió tras la dolorosa caída de la Unión Soviética, que tenía muchos aspectos en los que mejorar, pero no menos en los que empeorar, principalmente en el de retornar a una sociedad en la que impera la desigualdad. Siempre he pensado que si las revoluciones no se cuidan, no se mantienen lozanas con el fertilizante del pensamiento crítico, se convierten en árboles secos prestos a caer al primer envite. El veneno del asentimiento, del seguidismo, lento, muy lento, las matará. Inexorablemente. Y el enemigo, los depredadores del mundo, no dará tregua, por supuesto, es su misión. Nada hay que reprocharles. Juegan sus cartas. Y ahora mismo las están jugando en Ucrania (también quieren romper, por motivos diferentes, el espinazo de la revolución venezolana, aunque gane elección tras elección), que, lo saben, es territorio muy sensible para Rusia, un estado que intenta recuperar su autoestima como potencia mundial desde una posición nacionalista que representa Rusia Unida y en alguna medida el Partido Comunista de la Federación Rusa. Junto a Brasil, India, China y Sudáfrica ha creado el BRICS, que busca ser un polo de presión en la búsqueda de un mundo multipolar después de más de 20 años de unipolaridad. La "pieza" ucraniana es codiciada porque supone cercar a Rusia desde el flanco suroeste, "robarle" un importante aliado. Por esa razón todo el conglomerado mediático occidental presenta a Ucrania (al igual que a Venezuela) como una especie de dictadura, obviando, en un cuestionamiento de sus propios esquemas de democracia, que el presidente Yanukóvich fue elegido en las urnas y apoyando a una oposición que utiliza como fuerzas de choque a grupos de inspiración fascista (que por cierto hicieron buena parte del trabajo sucio a los nazis cuando estos invadieron la URSS en la 2ª Guerra Mundial). Para la gran mayoría de medios  españoles, en una doble moral repugnante pero eficaz de cara a muchísimos ciudadanos, las personas que en el barrio del Gamonal queman un contenedor o lanzan una piedra a  los antidisturbios son rechazables violentos y poco menos que filoterroristas. Sin embargo, los ucranianos (o venezolanos) que asaltan y ocupan ministerios, usando incluso armas de fuego (hay ocho policías muertos), son "luchadores por la libertad". Se imaginan lo que dirían si aquí se intenta asaltar violentamente un ministerio (o la oficina de la fiscalía, como en Venezuela). En este país cualquier manifestación que se sale del marco del desfile procesional o batuquero es tachada de violenta (y causa "múltiples" robocops heridos). La terminología cambia cuando esos actos se producen en un país incómodo o cuya servidumbre a los designios imperiales (caso de Venezuela) es escasa o nula. Por arte de magia los terroristas propios se convierten en adalides de la libertad ajenos. Y si lo hacen es porque saben que sus ideas calan en esta sociedad irreflexiva y cuajada de consumo informativo basura que, lamentablemente, expanden las redes sociales. Pascual Serrano en una análisis sobre la manipulación grosera en la red Twitter acerca del conflicto venezolano lo expresa con claridad: "Pensábamos que las redes sociales iban a suponer la democratización de la información y, desgraciadamente, lo que han democratizado es la desinformación". También me parece fundamental, aunque suene un poco estrambótico, la lucha lingüística. Me refiero a buscar la precisión a la hora de nombrar los hechos, pues sabemos que el lenguaje es un gran constructor (y a la vez anulador) de pensamiento. No permitamos que cuando a ellos les interese la violencia sea equiparable al terrorismo, pues buscan que nuestro cerebro se ponga en modo automático de "condena tajante" o tabú. Hay que perder los complejos. Cuando los grupos dominantes ven en peligro sus intereses o buscan un objetivo determinado no dudan en usar los medios que consideran pertinentes, no siendo la fuerza uno al que renuncien si lo consideran necesario. Eso sí, la campaña mediática hará que el "filoetarra" burgalés, hermanita de la caridad al lado del encapuchado con pistola de Kiev que dispara a la policía (que aquí siempre tienen la razón), se convierta varios miles de kms hacia el este (Ucrania) o al oeste (Venezuela) en héroe. ni una cosa ni otra: lucha social pura y dura, reflejada en el devenir histórico desde hace milenios. Abogo por la resolución pacífica de los conflictos, pero también sé que a la hora de negociar las posiciones de fuerza, la capacidad de los contendientes,es básica. La oposición ucraniana, más allá de los intereses que defiende, es fuerte porque ha transgredido los límites, ha desbordado cauces y, aunque esta partida está por dilucidarse, tiene poderosos padrinos que ya están advirtiendo con sanciones al gobierno ucraniano en un alarde de doble moral que produce arcadas. Pregunta final: ¿cuántos gobiernos europeos salidos de las urnas tolerarían ni cinco minutos una tropa de civiles paramilitarizados (usando escudos, cascos, bates de béisbol y armas de fuego), ocupando sus plazas más céntricas, asaltando edificios públicos y matando policías? 

domingo, 16 de febrero de 2014

Inmigrantes muertos, ministros beneméritos y pensamientos vivos

En este país hay instituciones cuyo cuestionamiento es prácticamente tabú. Hasta no hace demasiado tiempo lo era la corona. El estado español es un territorio a partes iguales demonizador y sacralizador. Una historia marcada por una iglesia secularmente aliada de los sectores sociales dominantes, no se disipa fácilmente. Sobre todo cuando desde el poder, que hoy ejerce el PP, existe la voluntad clara de beneficiar y extender la influencia del catolicismo más retrógrado. Un ministro que en el uso de su cargo, en un discurso oficial (en su casa o en reuniones privadas que haga lo que quiera), el señor Jorge Fernández Díaz, manifiesta que en estos momentos sombríos Teresa de Ávila ayuda a España a salir adelante, debería ser cesado de inmediato del cargo por su manifiesta incapacidad para separar su devoción de su obligación. Parece que la santa abulense, que expresó en un hermoso poema su sinvivir, es patrimonio muy apreciado de la derecha de este país. El jefe terrorista Francisco Franco tuvo durante muchos años en su dormitorio, ante su reclinatorio personal, donde tras dar el visto bueno a las condenas a muertes oraba, la mano incorrupta de la santa. Parece que también su pie derecho y un fragmento de su mandíbula forman parte se ese amplio y macabro muestrario de reliquias que pueblan diferentes iglesias del orbe católico. Como reflexión al margen me pregunto lo siguiente: ¿cuándo uno muere sigue teniendo banderas patrióticas? ¿existe un patriotismo celestial? Pensaba que las almas tendrían, en su levedad, en sus 21 gramos, un lenguaje y un espacio universal ajenos a las terrenales y humanas fronteras.

Abandono la veredilla teresiana y elucubradora y retorno al camino sacramental del señor Fernández Díaz, añadiéndole esa institución que, en clave laudatoria, llaman la benemérita. Una institución cuya trayectoria es cuando menos polémica. Alguna pincelada. En Gran Canaria, el 15 de noviembre de 1911, en una manifestación absolutamente pacífica, asesinó a 6 trabajadores portuarios. Cuando se produjo el golpe fascista de 1936, en algunos lugares sus mandos permanecieron fieles al gobierno legítimo de la república (y algunos de sus mandos, como otros militares leales, ajenos a la felonía, lo pagaron con su vida). No obstante, es innegable que durante la dictadura su papel represor fue de primera magnitud. Llevaron el peso de la lucha contra el maquis. Y también les gustaba ejercer de anfitriones. Cuando un preso político en los años 40 ó 50 era liberado y volvía a su casa en una población rural, era "agasajado" de manera desinteresada en el cuartelillo de la Guardia Civil para, aplicando la máxima de que "la letra con sangre entra", sellar en la mente del retornado su ingreso a las ingentes filas del sano apoliticismo.

En la Transacción política una de las reivindicaciones de la izquierda transformadora fue "la disolución de los cuerpos represivos". Entiendo que no se pretendía dejar al país sin servicios de seguridad, pero si se pensaba que era necesario crear otros servicios de seguridad con gente no contaminada, en la mayoría de los casos con sumo placer, por el virus del fascismo. Por supuesto, entre los diversos trágalas transaccionales estuvo la intocabilidad -aparte del ejército, la bandera bicolor y la corona-, de la policía y los popularmente conocidos como picoletos. Sus mandos pasaron de jefes subalternos del caudillo terrorista a jefes subalternos de los demócratas Suárez o Felipe González (así que puristas de piel fina, menos rasgamiento de vestiduras ante una hipotética llegada de Otegui a la lehendakaritza). El policía o guardia franquista siguió creando escuela. Alguien que con 25 años, en el 70 por ejemplo, pertenecía a la Brigada Político Social (policía política), 35 ó 40 años después (ayer mismo), estaría en activo, irradiando su sapiencia. Sé que lo importante es el mando político, pero estoy convencido de que aún, hoy en día, quién entra en esos cuerpos es una persona de mentalidad conservadora, una persona que no tiene entre sus prioridades la existencia o no de justicia social.

Reconozco que de los sucesos de Ceuta, que acabaron con la vida de 15 inmigrantes subsaharianos, no son responsables los guardias rasos que siguiendo órdenes de sus superiores disparaban botes de humo, balas de fogueo y balas de goma a un grupo de, palabras del ministro, "atléticos inmigrantes" practicando el noble ejercicio de la natación con ropa. No voy a decir aquí, por evidente, la consideración que me merecen el ministro o el director general de la G. C., ese individuo que tuvo la desfachatez de amenazar con querellarse contra aquellos que pusieran en tela de juicio la honorabilidad del benemérito cuerpo. Esa misma táctica usan contra la gente que denuncia la existencia de malos tratos o torturas en comisarías o cuartelillos, salvo que sean grupos de gran relevancia como Amnistía Internacional.

Quería terminar poniendo en la palestra el cuestionamiento de la obediencia de ordenes que puedan ser atentatorias contra el derecho básico del ser humano nacido e indefenso: el derecho a la vida. ¿Disparar balas de goma, aterrorizando, a alguien que va nadando, que está cansado, por el simple hecho de que no ponga pie en tu territorio, es una orden rechazable? ¿Ese hombre si se niega a disparar podría ser sancionado? ¿Qué está por encima, la obediencia o la conciencia de estar actuando contra un derecho humano básico?

Acabo agregando, pues creo que viene al caso (y al pensamiento), el siguiente poema de Bertold Brecht en la voz de Adolfo Celdrán.






jueves, 13 de febrero de 2014

A Cristina de Borbón, en fechas sanvalentinianas, adalid del amor pánfilo

Cristina de Borbón, mostrándose como paradigma de mujer lela y florero, se escudó en su declaración judicial en un vacuo yo confiaba en mi marido. Al menos a la hora de dar explicaciones de sus actividades pertenece a una familia que derrocha agudeza. No olvidemos a su progenitor, con gesto contrito, diciendo lo siento mucho, me he equivocado, no volverá a ocurrir. Estos individuos, padre e hija, han recibido, se supone, educaciones esmeradas y privilegiadas, teniendo, en rey en mayor medida por supuesto, un status especial en la sociedad española.
Siendo lo anterior irrefutable, resulta que usted, Cristina, cuando es citada a declarar por su posible implicación en graves delitos económicos (¿cuántas personas purgan años de cárcel por robos inferiores a los que se achacan a las actividades del Instituto Noos?), se limita a decir la frase que abre este texto o que no recuerda o no sabe. Usted, con vida regalada desde su nacimiento, no tiene ningún derecho moral a acogerse a artimañas legales, a hacerse la tonta, y además, se hace la tonta ofendiendo a las mujeres que han luchado por dejar de tener una posición subsidiaria del varón. El confiaba en mi marido suena al franquismo rancio en el que usted pasó su infancia, probablemente confraternizando en algunos momentos con el dictador y su parentela. En el fascismo, doctrina que tiene entre sus vilezas un enraizado machismo, la mujer era una menor de edad que pasaba de la tutela del padre a la del marido. ¿Pasó usted de papa Borbón al crucificado Urdangarín? Utilizo este término porque parece claro que su esposo va a ser la cabeza puesta en la picota para salvaguardar el maltrecho honor borbónico. Usted sabe que el pérfido exduque va a ser el malo oficial de esta película, donde con su declaración como imputada, no recurrida por su defensa en un acertado cambio de estrategia, se nos quiere vender la ficción de la igualdad ante la ley.
Cualquier persona sabe que una firma implica y trae consecuencias, que no podemos alegar, y mucho menos siendo mujeres (en el sentido que especificaba antes de minoría de edad), una confianza ciega en el marido, en el hombre de la casa. A ninguno de los mortales de a pie nos valdría ese argumento. En un país donde tanta gente del pueblo tiene que mirar con lupa cada euro, donde los salarios debido a la bien traída crisis han decrecido un 10%, los chanchullos que implican millones de euros son obscenos, obscenidad que se acrecienta cuando los presuntos chorizos son gente presentada como modelos sociales.
Usted, en realidad, no es na, ni chicha ni limoná, que decía el malogrado Víctor Jara, más allá de  su pertenencia a una anomalía histórica. Aunque es conveniente no olvidar que si un feroz virus republicano atacara a toda su parentela directa, exterminándola, salvándose usted y su prole milagrosamente (lo siento pero el duque pinta mal), el mayor de sus vástagos estaría destinado a ser rey (así de demencial es la elección de la jefatura del estado en el sistema monárquico). No, no puede usted callar, hacerse la pánfila. O, lo que me irrita más, hacernos pasar a millones (quizás más de uno complaciente) por idiotas. No me atrevo a decir si será usted imputada o no. Creo, como dije antes, que el parapeto es su esposo. Ese hombre, que debe besar como un dios, parece que produce en usted, aparte de vahídos de amor, amnesias agudas y firmas compulsivas.
Para acabar un deseo.
Espero que pronto sus parientes, tras el ataque con efectos abdicantes del virus de la decencia, la acompañen en sus melancólicos paseos por las grisuras suizas.

sábado, 8 de febrero de 2014

Hervir la sangre

El millar de directivos que suman las empresas cotizadas en bolsa en 2012, cobraron de media 474.000 euros, o sea, 39.500 euros mensuales. Esto supone 53 veces el salario mínimo, que es de 8.979 euros anuales. Fíjense, esas 53 veces más quiere decir que esos directivos ganan en una semana lo que una persona que cobra el salario mínimo ingresa en un año.
La desproporción es indecente. Somos seres que nos acostumbramos, viéndola incluso con naturalidad, a la indecencia. A ejercerla o a soportarla. Se me argumentará que el concepto de indecencia tiene la relatividad suficiente como para no establecer verdades absolutas sobre él. El pensamiento relativista impera. Y cada vez lo temo más. No es raro que alguna esgrima dialéctica acabe con un obvio: "esa es tu opinión, yo tengo la mía". Alforjas muy raquíticas necesita ese viaje. Pero he aprendido. Ya no debato. Me solían decir, estoy convencido que con razón, que era muy fogoso y me soliviantaba. Sé que hablar, debatir, en general no sirve para nada. Si alguien, yo mismo, quiere comulgar con una ruedita de molino, lo hará. Ahora intento ser un hombre más comedido, más silencioso en la medida de lo posible, salvo mi paréntesis de agitador-profesor. Aspiro a que la escritura sea mi modo de expresión, cada vez más depurado, más preciso. En la prosa, con sus excepciones, busco el imperio de la razón, en cambio por el espacio poético dejo a su libre albedrío las jaurías emocionales. Pero hay territorios donde ambos mundos chocan con fuerza, donde la tibieza la percibo más desconcertante o criminal que la furia. A veces pienso que algunas revoluciones, esos intentos de humanizar la historia, se frustraron porque a los revolucionarios les dejó de hervir la sangre ante las injusticias. No hablo de actuar ciegamente, desnortados por la ira. Haría un paralelismo, no sé si acertado, con la chispa que necesitamos para prender el motor que luego tenemos que conducir.
Tengo que hacer una confesión que quizás algún lector podría reprocharme cuestionando mi ética profesional. Este profesor de historia busca, denodadamente, que a sus alumnos empiece a burbujearles la sangre. La historia es, entre otras cosas, un charco hirviente de sangre. Hace unas semanas cuando salió el dato de que los 85 individuos más ricos del planeta, tenían la misma riqueza que los 3.000 millones más pobres, mi programación quedó suspendida ese día y cada una de mis clases fue dedicada a transmitirles a mis alumnos, con pasión, esos datos criminales. A los puristas que me digan que estoy intentando inculcarles mis ideas a los jóvenes, los intranquilizo. Mi intención es aviesa, lanzar semillas críticas que germinen lentamente en algún cerebro. Les aseguro que voy a perseverar, porque las fuerzas del pensamiento acrítico y legitimador son inmensas, y, contumaz, voy a utilizar mi pequeña tribuna, no sé si de manera decente o indecente, pero con la sangre en su punto.

sábado, 1 de febrero de 2014

Todos los hombres son mortales

Esta obviedad no la digo yo, es el título una novela de Simone de Beauvoir que reflexiona sobre todo lo contrario: la inmortalidad. La leí cuando, en mi juventud, aspiraba a ser un buen lector y a poseer una formación sólida. Ahora, treinta años más tarde, convertido en un hombre de lecturas más banales y aspirante tardío a la frivolidad, no me atrevería con ella. Si la memoria no me juega una mala pasada, hecho nada improbable, el protagonista acaba soportando su inmortalidad como una maldición en la que se encuentra condenado a ver fenecer todo lo que ame (mujeres, descendencia, e incluso sus obras), a tener, en un carrusel interminable, que emprender nuevas vidas sucesivas. Insisto, quizás la memoria me falle. No obstante, pienso que un libro es tanto lo que nos lega verdadero, como lo que nos aporta, al paso del tiempo, imaginario. Me parece interesante el título por la doble paradoja que encierra (la primera ya reflejada en el inicio del texto).  La palabra hombre aparece como aglutinadora de toda la humanidad en la pluma de uno de los estandartes del feminismo francés. El libro es de mediados de los cuarenta y eso me lleva a preguntarme si hoy ese título habría sido cuestionado por los adalides de la corrección lingüístico-política. Aunque, ubicándome en otro prisma (y siendo un poco cachazudo), quizás Simone quería transmitirnos que la mujer (las reinas magas lo prueban) sí puede aspirar a la inmortalidad, quedando para el decadente macho de la especie humana la certeza de morir.
Toda esta reflexión pseudoexistencialista, no olvidemos que detrás de Simone aleteaba Jean Paul, viene a cuento de un comentario que, desde sus veinte años, me hizo mi hijo hace unos días tras un doloroso revés académico: Papa, tanto sufrimiento para acabar muriendo. Se supone que un padre debe tener una frase balsámica a mano cuando un hijo le muestra una llaga, aunque sea pequeña, del alma. Sin embargo, padre inútil en ese instante, callé. Más tarde, mediante un mensaje, con voluntad de poner una piedra para irse reconstruyendo, me escribió: ya sé que hay cosas mucho peores. Sí, ese es nuestro mecanismo ante las desolaciones cotidianas: la parábola conformista, y quizás imprescindible, del mendigo que asombrado vio como otro recogía los restos que el desechaba.
El cristianismo, entre otras religiones, nos asegura la vida eterna, pero con incertidumbre: desconocemos si moraremos la eternidad en el paraíso o en infierno. Quizás incluso tengamos que pasar un tiempo no mensurable en ese lugar indefinido e inquietante, que nos limpiaría de las máculas, que es el purgatorio. No era consuelo para mi hijo decirle que tuviera fe en la vida eterna, que, como decía el sacerdote en el funeral del abuelo, al morir empieza la verdadera vida. Lo conozco, y estoy convencido de que es y será un hombre cabal, pero si tuerce el rumbo y a lo largo de su vida acaba convirtiéndose en ladrón masivo, en explotador empobrecedor o en duque mercachifle ¿le voy a desear una vida eterna en las llamas del averno en compañía de su descreído padre? No hijo, no. Más allá de ironías, deseo que no te dejes acogotar, que respetuoso y rebelde vivas intensamente, en mayúsculas, cada minuto, que intentes que al menos la mente, el pensamiento, nunca te lo aten. Creo que lo más hermoso de ser humano es la posibilidad de sentirte a la vez único y parte de un todo.





Nota: durante un día ha estado la palabra purgatorio puesta con l. Confieso mi culpa. Espero que las almas de tan inhóspito lugar, si algún día acabo a él, no me hagan purgar dicho desliz.