"Terrorismo.
Como el texto va a girar
acerca del terrorismo he querido poner, a modo de referencia o marco (del cuál
quizás yo tienda a escaparme), la triple definición con que la RAE se aproxima
a tan polémico concepto.
Considero que los dos actos
terroristas (me refiero a acciones concretas, hora y lugar) más crueles de la
historia de la humanidad, por su mortandad masiva en el momento de producirse y
por sus consecuencias durante decenios, tuvieron lugar en 1945.
Por supuesto, me refiero a
las bombas atómicas lanzadas los días 6 y 9 de agosto sobre las ciudades
japonesas de Hiroshima y Nagasaki. Sí, ya lo sé. Alguien estará pensando que
esa fue, nos parezca más o menos reprobable, una acción en el marco de la 2ª
Guerra Mundial. Como si el terror en un contexto bélico fuera más tolerable,
más asumible al situar cada persona su mente, aunque sea por mero instinto de
supervivencia, en “modo” guerra. Yo creo que es justamente al revés. Seguro que
se sufre muchísimo más terror cercado por la guerra, cuando las sirenas anuncian
la escuadrilla que va a repartir su siniestra lotería, que viviendo en paz,
aunque puedas estar expuesto, es inevitable, en algún momento a una acción
esporádica de gran violencia que puede surgir incluso en el contexto del ocio o
la fiesta. Así, el sufrimiento
cotidianizado que implica la guerra, ese terror diario, nos parece aceptable
dentro de nuestros parámetros mentales, mientras varios individuos repartiendo
cuchilladas a seres indefensos no nos cuadran y nos parecen una abominación
mayor que una bomba borrando en unos segundos cien mil personas de la faz de la
tierra. Casi nadie se refiere a las dos únicas bombas atómicas detonadas sobre
población civil como una acción diáfana y espeluznante de lo que fue:
terrorismo de estado y en estado puro. Cuando el ejército israelí ha cerrado
por completo y bombardeado Gaza durante un mes asesinando cerca de mil
quinientas personas, entre ellas centenares de niños, ningún gran medio ha
hablado de una acción terrorista de Israel, eso concepto solo lo ha usado la
izquierda transformadora. Y no es casual, el lenguaje es importantísimo pues
legitima, condena o disfraza. Los EEUU aún defienden la legitimidad de su mayor
acto terrorista apelando cínicamente a la bondad de finiquitar la guerra en un
plis plas y a un inaceptable trapicheo de vidas: la invasión de Japón habría
costado un millón de muertos, muchos de ellos estadounidenses, dice el milico
yanqui de turno en algún canal temático que a veces, entreverándose con la
lectura, acoge mis tardes. El asunto es que, paradójicamente, podían haber
aterrorizado sin causar víctimas mortales, lanzando las bombas en algún paraje
deshabitado a modo de advertencia.
En el ámbito español, hace
ya bastante tiempo que para referirme a Franco, como deber ético, hablo del
jefe de la banda terrorista más sanguinaria que ha padecido el estado español:
los sublevados el 18 de julio. Un jefe terrorista que se lució especialmente en
agosto (vaya con agosto, y eso que suena a cervecita y holganza) del 36 matando
en un día a 4000 personas en Badajoz. Si ustedes revisan las definiciones de la
RAE verán, al menos a mí me lo parece, que le son aplicables las tres, con el
colofón añadido de más de cien mil muertos en cunetas.
Alguien me dirá que esos
parámetros son aplicables a diversos gobiernos del mundo. Ese es el quid de la
cuestión, creo que acierta quién así piensa, los estados en muchos casos pueden
ser la más siniestra máquina de terror, al menos en sus ámbitos de acción. Por
eso el terrorismo más devastador que lacera el planeta es el que proviene de la
acción imperialista de EEUU, pues su radio de actuación, por motivos de dominio
económico, por fuerza militar y por una cierta autopercepción de pueblo elegido,
no conoce fronteras. Así, por ejemplo, ahora mismo tiene bajo amenaza explícita
de intervención militar a dos países: Venezuela y Corea del Norte. Acción
imperialista que casi siempre, al menos en sus primeras fases, toma la forma más
artera de guerra que, en mi opinión, es el bombardeo indiscriminado de núcleos
donde habita población civil. En una deshumanización brutal se puede ejecutar a
grupos humanos con drones desde un luminoso despacho con plantitas y
portarretratos de familia sonriente.
Planteo que el imperialismo
es la raíz venenosa que pudre de injusticia el planeta. El terror del coche
bomba, del suicida o del que deja caer, desde miles de pies de altura, su mortífera
carga como si de un vídeo juego se tratara, solo entrará en vías de solución
cuando, y vamos en el sentido contrario pues el saqueo se profundiza, el
planeta sea un clamor antiimperialista. Fíjense: Libia, Somalia, Siria, Iraq,
Afganistán, Pakistán, Yemen. En todos estos países musulmanes, con el disfraz
de coaliciones que sin EEUU no serían nada, han intervenido estados que
alardean de sus raíces cristianas. Cuidado, bajo ningún concepto estoy diciendo
que vivimos un conflicto religioso (esa es la sangrienta maniobra de distracción),
pero si tengo claro que los jóvenes que apuñalan o arrollan multitudes, creyendo
que sí, que su acción brutal la determina un Alá que ellos mismos tachan de
misericordioso, generando un daño inmenso e irrecuperable para tantas familias,
no son una simple encarnación del mal absoluto, “debidamente” fanatizados (y
desconociendo que manos concretas manejan los hilos), son instrumentos
objetivos del imperialismo para crear un terror entre la gente del pueblo que
obre como sepultura del pensamiento y vivero del fascismo.
Comparto, José. Un artículo excelente, Saludos
ResponderEliminarGracias por compartir, pero se te cae el alma a los pies viendo cual es el nivel de adocenamiento. Un saludo
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