Desde hace algunas semanas
se mantiene en el aeropuerto del Prat, en Barcelona, un conflicto laboral de
los trabajadores de la empresa Eulen, encargada de los arcos de seguridad. Hasta
ahora los paros han sido parciales, intercalando horas de trabajo con horas de
huelga. También se ha acusado a los trabajadores de huelga encubierta. Me
imagino que se referirán a trabajar a un ritmo lento, con una cierta parsimonia
o un exceso de celo. Es curioso, tienes que ser un, perdóneseme (o no, me da
igual, seguramente a quién le moleste está en mis antípodas mentales) lo soez
de la expresión, un puto animal que supla las carencias cuantitativas de la
plantilla con tu propia sobreexplotación.
Y buena parte de la población
trabajadora, desclasada por los grandes medios de manipulación masiva que nos
dicen que el derecho de uno acaba cuando lamina el derecho del otro, expresa su
malestar por tener que hacer largas colas, por ver alterado ese nuevo derecho básico
que es el de viajar. Población trabajadora que en muchos casos, con sobrada
pasividad y escasa lucha, ha visto quebrado un derecho básico que yo si
considero fundamental: que no te disminuyan el sueldo por realizar un mismo
trabajo.
Desde el hoy, 14 de agosto,
los trabajadores de Eulen realizan una huelga indefinida. Curiosamente, según
informan los medios, hay normalidad casi absoluta. La huelga objetivamente está
neutralizada. Con dos elementos básicos que tiene el poder en sus manos: los
servicios mínimos y las fuerzas de seguridad del estado. Los servicios mínimos
establecidos por la autoridad (competente, por supuesto, muy competente cuando
de quebrar huelgas obreras se trata) son del 90%. Y aquí no pasa nada, no hay,
como mínimo, una declaración conjunta de todas las centrales sindicales que se
consideren de clase diciendo que esos servicios mínimos son unos servicios máximos,
son prohibir de facto, casi con burla, el derecho de huelga a un colectivo de
trabajadores. Pero, no satisfechos con este abuso, han decidido poner al lado
de ese 90% obligado a trabajar a la guardia civil. Ya no es que la guardia
civil, o la policía, sean un instrumento para reprimir a los trabajadores en la
lucha por sus derechos. La historia de España (y del mundo) es rica en ejemplos
de cómo las llamadas fuerzas de seguridad, o cuerpos represivos de la clase
dominante en lenguaje marxista, tienen como función, no confesa pero esencial, derrotar
las luchas de los trabajadores (sí, Eulen es una muestra más de esa antigualla
llamada lucha de clases, esa que quiere diluirse, ¡viva el pensamiento líquido!,
en el concepto muelle de clase media).
En este conflicto, alegando
el poder motivos de seguridad, la guardia civil realiza labores directas de
esquirolaje. Nos jugamos la seguridad de los españoles dice el gobierno. Es un
servicio esencial, alegan, en estos tiempos convulsos por la amenaza
terrorista. Sin embargo, tuvieron la desvergüenza de privatizar ese servicio
esencial mediante subasta al peor postor. O sea, al que hace la oferta más
barata que implica por supuesto salarios míseros para los trabajadores,
oscilantes entre 900 y 1.100 euros según los complementos que tengas por antigüedad,
que solo los pueden dignificar mediante horas extras pagadas a 8 euros.
Un servicio que el propio
gobierno considera esencial tendría que estar en manos directas del estado. Esos
trabajadores que realizan una labor en la que se supone que está en juego la
vida de personas deberían ser empleados públicos con un salario digno, no
pertenecer a empresas privadas cuya regla de oro es obtener, a través de la máxima
explotación, el mayor beneficio posible.
La normalidad de hoy en el
Prat, la casi invisibilidad de la huelga por la acción antiobrera del gobierno
del Partido Popular, la sutil o burda criminalización mediática de los
trabajadores, el silencio de las supuestas centrales de clase, la falta de acción
solidaria, aunque sea simbólica, de los empleados de seguridad de otros
aeropuertos, más allá de que lamentablemente nada de esto suponga, al menos
para mí, una sorpresa, no deja de ser una triste noticia para la lucha de la
clase trabajadora.
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