Un toque de ebriedad
para lijar aristas
y afinar las risas
en evanescentes y terrenales
sinfonías.
Para eludir las emboscadas
perpetuas y salvajes
de la razón dormida
y el monstruo desatado.
Para entender y olvidar
que ante el mar
y la montaña
somos la pausa entre latidos.
Para encerrar
a pan y agua
en el infinito de unas horas
pertinaz y desalmada glotona
la conversación interior.
Para celebrar
pleno de amor y misterio
en una mesa compartida
de espirituosas bien regada
efímero e infinito
el baile de las palabras.
Un toque de ebriedad
para atravesar tranquilo
recordando cautas sonrisas
y por propia mano
la puerta de la nada.
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