Y, rutina casi diaria,
cansino Penélope
deshaciendo tejido camino,
me planto ante el océano,
pequeño acantilado
que rechaza e invita al paso,
y contemplo en primer plano
el sonoro Atlántico
agitado ante la ayer impávida
y hoy bulliciosa
ciudad comercial de Tomás Morales.
Y sé que miles de kilómetros al este
la maravilla de agua
aire y tierra
que mi visión abarca
es un cielo de fuego impune
sembrando de muerte
la tierra de Gaza.
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