martes, 11 de enero de 2022

Mentiras y hechos

Noticia del 2 de enero de 2022 en el Canal 24 horas de RTVE hablando sobre la celebración del nacimiento del líder filonazi ucraniano Stepan Bandera. El locutor dice lo siguiente: 

“(…) líder del movimiento de liberación de Ucrania, Bandera luchó con los nazis en contra de la invasión soviética durante la Segunda Guerra Mundial (…)”.

Los paréntesis con los puntos suspensivos son porque lo que yo quiero resaltar aquí no es la significación política, pasada o presente, de Stepan Bandera. O sea, no pretendo hablar de su, para mí, deleznable pensamiento que lo llevó a aliarse con los máximos, y más atroces representantes de esa ideología criminal que es el nazifascismo.

La esencia, aquello que me indigna profundamente, es algo que se utiliza cada vez con más descaro en los medios de comunicación (no planteo la situación en las redes sociales pues ese es un campo abierto donde te encuentras en el mismo foro la opinión fundamentada, discrepes con ella o no, y la patochada que raya la imbecilidad): la mentira. Mentira agravada, en este caso, porque procede de una televisión pública. Cuidado, no me caí de un guindo, sé que las televisiones públicas, y mucho menos las privadas, en cualquier estado, no son beatíficos territorios neutrales, pues ningún ente comunicativo lo es. Incluso en el estado español, a pesar del “gobierno socialcomunista”, siguiendo la jerga de la extrema derecha, la televisión pública tiene tendencia, que se agudiza en temas internacionales, hacia posiciones conservadoras.

Repito la noticia, la mentira rotunda, poniendo en negrita las dos palabras que condensan la falacia, la manipulación de la realidad que abre el camino a la desinformación: “Bandera luchó con los nazis en contra de la invasión soviética durante la Segunda Guerra Mundial”.

Precisamente este 2022 se conmemora el centenario de la creación de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Y una de sus repúblicas fundadoras fue Ucrania. Diecinueve años más tarde, el 22 de junio de 1941, comenzó el peor error que cometieron los nazis en la Segunda Guerra Mundial, invadir la URSS con la puesta en marcha de la Operación Barbarroja. 

Lo grave de la noticia es que convierte al agredido, al invadido que recuperó su territorio y fue esencial para la derrota del nazismo al coste de 26 millones de muertos, en el invasor. Y cualquiera de las muchas personas que se asoman a esas noticias de la televisión pública con tanta buena fe como escasos conocimientos históricos (no es una crítica o desmerecimiento, expreso una realidad) es vilmente engañada, y quedará con la idea de que Bandera y sus aliados e invasores nazis fueron, por un arte de malintencionado trilerismo informativo, los invadidos por la Unión Soviética. 

Tampoco es algo novedoso convertir al agredido en agresor. Esta noticia me trajo a la mente el golpe militar dado por el general Franco y sus conmilitones en 1936. Una de las figuras jurídicas más usadas por los militares que se rebelaron contra el gobierno legal de la Segunda República fue, aunque suene a burla, la de rebelión. Todas aquellas personas que se mantuvieron activamente fieles al gobierno legítimo fueron acusadas, según la gravedad que observaran los tribunales fascistas, o bien de “rebelión” o de “auxilio a la rebelión”. O sea, los resistentes a los militares sublevados, los que defendían el ordenamiento jurídico existente, fueron incluso ejecutados bajo una acusación que reflejaba justo lo contrario de lo que hicieron. Los generales fascistas que fracasaron en los territorios donde eran capitanes generales, por ejemplo Madrid o Barcelona, sí fueron juzgados, y ejecutados, acorde al delito que cometieron: rebelarse contra la legalidad republicana. 

Por supuesto, solo comparo la mentira, la tergiversación de la realidad, nunca la gravedad de los hechos. Los generales fascistas y criminales del 36 retorcieron algo peor que una noticia que siembra desconocimiento y anticomunismo, retorcieron unas leyes que ellos infringieron para exterminar a quienes enfrentaron su felonía.

Hay que tener muy clara la idea de que mentir, falsear los datos, nunca es opinión, ni mucho menos libertad de expresión. Los datos, los hechos, deben ser sagrados cuando se conocen de manera fehaciente. Lógicamente pueden existir discrepancias cuando esos hechos, por su naturaleza, por ejemplo algún dato hipotéticamente revelado en una conversación privada, generan una disputa acerca de su veracidad o no. Y es una disputa legítima a la que, buscando ampliar y contrastar las fuentes, quizás pueda darse, o no, respuesta en algún momento. 

Otro elemento diferente es analizar u opinar (y ahí sí entra la libertad de expresión, esa con la que mostramos nuestra visión del mundo) acerca de las causas o las consecuencias de un determinado hecho contrastado. 

Tengo claro que la mentira en los medios informativos es censurable, pero el problema es que, en estos tiempos, es difícilmente combatible. Rodará y rodará, imparable. Un ejemplo son las declaraciones del Ministro de Consumo, Alberto Garzón, el 26 de diciembre al periódico británico The Guardian. Mostró, traducidas, sus declaraciones donde queda claro que defiende la ganadería extensiva de animales pastando en semilibertad (no seamos hipócritas, que libres no son) en contra de la ganadería intensiva de animales hacinados en macrogranjas. Da igual. La idea imperante, a lomos de las baterías mediáticas cañoneando sus falacias sin cesar, es que el ministro atacó al sector ganadero en su conjunto, dándose incluso la paradoja de que pidan su dimisión algunas asociaciones de pequeños ganaderos que practican la que defendió el ministro: la extensiva. Garzón, ante la falsedad machacona, ha perdido aunque aguante en el cargo. A los propagandistas de la mentira (PP, Ciudadanos y VOX) y a los sibilinos del PSOE no les costará ni un voto. A su grupo, Unidas Podemos,  probablemente sí.

Y ojo, la mentira mediática como arma no es nueva. Precisamente acabo de leer una novela policiaca que tiene como trasfondo histórico el incendio del Reichstag en 1933 que, atribuyéndoselo falsamente a los comunistas, sirvió a los nazis para iniciar una gran cacería contra sus opositores políticos. En el estado español tenemos el universalmente famoso bombardeo de Gernika, llevado a cabo por la Legión Cóndor el 27 de abril de 1937, que la propaganda franquista, buscando legitimidad internacional, lo atribuyó a los propios republicanos. Víctor de la Serna, en el diario ABC (demócrata de toda la vida) de Sevilla del 19 de mayo de 1937 aseguraba que “son los separatistas los que han incendiado Guernica, con una morosa perversidad de sacrílegos”. 

Lo reciente, lo nuevo, tecnología mediante, es su multiplicada capacidad de putrefacción, de contaminar mentes y enardecer a los infames.

Para acabar me viene a la mente aquella frase muy conocida que dice que “no hay peor mentira que una verdad a medias”. Y me ronda por un titular del digital del periódico Canarias 7: 

“Un presentador de TV3 no deja responder en castellano a una niña durante un concurso”. 

El titular no miente. El presentador hizo lo que dice. El problema es que ese titular está incompleto, le faltan dos palabras. Quedaría así:

“Un presentador de TV3 no deja responder en castellano a una niña durante un concurso en catalán”. 

El problema es que con las dos palabras aclaratorias no hay titular porque no hay polémica (el objetivo claro es enfatizar sobre la supuesta discriminación del castellano en Cataluña y que el hipotético lector arrugue en morro con desaprobación) y, por ende, noticia. O sea, de facto se construye una mentira. Por cierto, es algo irónico, y esclarecedor, oyendo hablar a diario acerca del peligro que corre el castellano en Cataluña, que la niña, de 12 años y educada en la inmersión lingüística y el temor de quedarse sin ir al baño por hablar en castellano, conociera la palabra de respuesta en la lengua de El Quijote y no en la de Tirant lo Blanc.


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