En su alocución (un discurso lo asocio con un aliento
más vigoroso) del 24 de diciembre por la noche, entre un charquito de
vaguedades que a nada comprometen y lugares comunes que sirven para que los
lacayos se apelotonen e inclinen la cerviz, el nieto político de Franco se
permitió leer lo siguiente: “son tiempos para profundizar en una España de
brazos abiertos y manos tendidas, donde nadie agite viejos rencores o abra
heridas cerradas”.
Palabras del rey de la monarquía restaurada por el
genocida fascista que responde al nombre de Franco, del rey del inefable país
de AlkaEta. Ese país donde los títeres gobernantes, con el necesario coro de linchadores
mediáticos mandaron al trullo, donde seguro que los recibieron “con brazos
abiertos y manos tendidas”, a unos humildes titiriteros que desconocían que la
policía, en sus diferentes versiones, es un cuerpo seráfico más infalible que
los dogmas de la Santa Madre Iglesia. En este río lleno de meandros que es mi
mente, o sea, mis textos, aprovecho para expresar el sentimiento al que aludía
en el título de mi último y ya lejano texto (cuatro meses de silencio fruto de
una pregunta hedionda pero certera que se me atravesó: si casi no te leen, escribir…¿para
qué?). Me refiero al asco, otro más, que he sentido por el tema de Alsasua. Una
pelea de madrugada entre vecinos de esa localidad Navarra y dos agentes de la
guardia civil fuera de servicio, con la terrible consecuencia de un agente
lesionado en un tobillo y el otro con contusiones nunca vistas, acabó con nueve
personas acusadas de terrorismo y enfrentándose, por una riña, a posibles
condenas de años de cárcel. Ese mismo acto en otro lugar del estado español,
salvo Cataluña claro, no pasaría de un juicio por lesiones. Los “viejos rencores”
que nos mienta el Borbón, aquellos que afectan al enraizado fascismo patrio y a
esa nadería que son las 114.000 víctimas que moran en cunetas y fosas comunes,
que no tenga el mal gusto de agitarlos ningún hijo octogenario o nieto latoso y
resentido que aún no se ha enterado de que sus heridas, aunque supuren, ya están
cerradas; los rencores recientes, esos que los medios serviles adornan tan bien,
en dura competencia a ver quién nos presenta el coctel más derechista, son bien
agitaditos para potenciar su efecto narcotizante. No he visto que ninguna de las
grandes cadenas televisivas haya ido a investigar que pasó esa madrugada, a obtener la versión la parte criminalizada y cuasi condenada. El 20 de noviembre el
activista sin techo Lagarder se manifiesta portando un cartel que reza: “Franco
asesino” (o sea, se queda corto), ante una de las concentraciones en homenaje
al mayor líder terrorista español del siglo XX y recibe, por parte de algunos
participantes, una manita de hostias. Hay imágenes de la agresión. Pero lo que
más de un mes después de los hechos no hay, son encarcelados o procesados. También
son pretensiones mías ambicionar que la ley sea igual para el socialista abertzale
navarro y para el fascista madrileño (obvien el gentilicio y quédense con la
filiación ideológica). Y me imagino que el señor Lagarder cuando estaban zurrándole
debió sentirse, quizás, en la misma, e incluso mayor medida que unos guardias
civiles, a los que el valor siempre se les supone, algo aterrorizado por tantas
manos que se le tendían.
Siguiendo con la aberrante (y asqueante) comparativa, la
leña o el ensalzamiento fascista no son perseguidos en España. La fogata de
Borbón, sí. Militantes de la CUP fueron procesados y llevados ante la Audiencia
Nacional por quemar fotos del Borbón. ¿Cuántos procesamientos y años de cárcel
deberían suponer todos los derechos sociales, derechos humanos inalienables,
conculcados durante estos años? No obstante, el 24, en su mensaje, el electo
por cojones (describo, no menosprecio) no tuvo la dignidad de expresar su
repulsa por un procesamiento que entra de lleno en el marco de la libertad de
expresión. Sí. Su repulsa. Sería el mínimo gesto esperable en alguien que no
tiene la grandeza moral de, siguiendo la valoración del líder peneuvista Aitor
Esteban, despertar a la marmota y anunciar que somete su institución, con 40
años de retraso, al escrutinio directo de los pueblos que, por ahora, componen
España. Felipe, que por mucho que lo proclames Alberto Garzón aún no es el
ciudadano Borbón, está tan carente de grandeza moral como otros van sobrados de
cobardía o, en el más benevolente de los casos, de tacticismo. No hablo del
bipartito y medio: el PPSOE y el hiperactivo hermano menor Ciudadanos. Hablo de
Podemos, que pierde otra ocasión de declararse inequívocamente republicanos. Particularmente
tengo claro que ya no votaré, si vuelvo a hacerlo, a ninguna organización de
izquierdas o de los de abajo (aquí no incluyo al PSOE, ese ente que se mueve
envuelto siempre por el repugnante aroma de la traición) que no defienda explícitamente
la forma de estado republicana.
Enhorabuene, te daba por desaparecido. Saludos,
ResponderEliminarMuchas gracias. La pregunta sigue latente. Pensé en no escribir ningún texto y grabarme, como los de la CUP, cortando en una guillotina (para papel) el cuello (de papel) del Borbón. Saludos.
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