145 pelotas de goma son el símbolo de un crimen de estado. ¿Cómo puede
estar un minuto más de director de la Guardia Civil un individuo que negó el lanzamiento
de esos proyectiles contra seres indefensos, ubicados incluso en un medio extraño? ¿Cómo es posible que no posea un gramo de dignidad que le alcance para abandonar
su puesto?
No estamos hablando de esporádicos lanzamientos que permitan alegar
injustificables intenciones disuasorias. 145 pelotas de goma son una ráfaga brutal en un medio, el acuático, donde el pánico, bien lo sabe cualquiera, es
equivalente al ahogamiento, a la muerte.
Situémonos. Nadas, casi sin fuerzas, en plena noche invernal, luchando
contra un agua que te entumece y, desde la playa, supuestos veladores de la vida
humana, te “amenizan” el viaje con un tiro al pato nada festivo, que, en una
especie de siniestra ruleta rusa, provoca la muerte de 15 personas.
No hablamos de naufragio, o de una acción “imprudente” de una lancha de la
Guardia Civil que causa el vuelco de una embarcación que transporta inmigrantes. Es una
acción de ataque deliberada contra personas indefensas que no suponían amenaza
alguna para la integridad física de nadie. No pueden blandir la excusa (real o ficticia) que
permite el medio terrestre: la violencia. El inmigrante que nada, ya percibe el
mar en el que se desenvuelve como un ente agresivo, con el que lucha a brazada
partida. Ni siquiera después de pisar la arena, agotados y desorientados,
podían suponer amenaza alguna para los bien pertrechados guardias.
Los hipócritas del popular partido, defensor de la vida del embrión humano
desde que el espermatozoide fecunda al óvulo, sin embargo, justifican esta
acción ¿terrorista? Sus efectos catastróficos, obra de la voluntad humana, son
superiores a muchos atentados. Incluso, los mentados fariseos, organizan alguna
manifestación de desagravio a una sacralizada GC. Expresión ésta que viene muy
a cuento, pues 13 de sus miembros, con los gastos pagados por el Ministerio del
Interior, han peregrinado a Lourdes. Desconozco si para pedir perdón por sus
pecados o como práctica aplicación del dicho que reza (nunca mejor dicho): “A
Dios rogando y con el mazo dando”.
Los únicos agraviados son aquellos que recibieron la andanada de disparos y
tienen la suerte de estar vivos, de poder rememorar aquellos momentos. Los
masacrados ya no existen, no tienen la desdicha (o la dicha) de padecer en sus
carnes el agravio. Debemos sentirlo, junto a la ira, nosotros por ellos. En estos días confluyen las Marchas de la Dignidad en Madrid. Esta palabra, es la síntesis, la
brújula que debe guiar el camino de cualquier ser humano. Recibir y dar
dignidad.
Desde las dignas marchas, desde la izquierda que quiere cambiar el mundo de
base, no debemos olvidar esas 145 pelotas de goma que, una detrás de otra, son
una simbólica, negra (nunca mejor dicho) cadena de dolor, que une a los
desposeídos que se abren las carnes en una valla y a los oprimidos que llevan siglos avanzando hacia Madrid.
Me parece un hecho trágico y desagradable por ambos lados, pero no se puede criticar a todo un cuerpo Policial por unos hechos acontecidos de forma extremadamente confusa, pienso que ya está bien de que políticos y ciudadanos usen a los fuerzas y cuerpos de seguridad como escudo tras el que cobijarse cuando interesa y luego pegar la puñalada trapera cuando se cometen errores, que si se estudian, son mas concisos de lo que se plantea; se ve que la orden vino de mandos superiores del citado cuerpo que estan sujetos a la arbitrariedad de los politicos y a una ley desarrollada por reglamentos que no han solventado aún a dia de hoy dicho problema de actuación y respuesta ante una avalancha humana de esas caracteristicas. Pienso que todo es cuestionable, pero desde un punto de vista objetivo, es decir, con datos, y poniendose en el lugar de los que no siempre estando de acuerdo con las ordenes, deben obedecer.
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