viernes, 21 de enero de 2022

Habían pasado mil años

o segundos

siempre me extravío 

en el laberinto de los matices,

me desprecio de liquidador de certezas

y muñidor de incertidumbres.


Pero la mañana,

gélida y lloviznosa,

emboscada de inviernos anhelados,

retaba a la osadía,

a ser el atrevido 

de todas las causas perdidas

y algún azar improbable.


Lanzado a las calles,

despojado de humanidad

y pertrechado contra la tiranía de la emoción,

un bamboleo

con la inocencia de la picardía

y la insinuación del estrépito,

ajados combatientes

de infinitesimales barrancos,

cautivó mis ojos.


Convencido

de que el cielinfierno

cabe en la galaxia, repisoteada,

de una baldosa,

desatrevido y silente,

retorné para otros mil años

(o segundos)

a la calidez, 

estática aventura,

de mis cuarteles de otoño.

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